Políticos mentirosos.
Por: Gilberto LAVENANT
Parece un chiste de mal gusto. Pero no les. Establecer una fórmula legal para acabar con los políticos mentirosos. La mentira, es una de las herramientas de más uso común, entre los políticos. ¿Cómo curarles mal tan arraigado?
El combatir a los políticos mentirosos, es una de las propuestas más interesantes, incluidas dentro del segundo paquete de reformas políticas, planteada por los grupos parlamentarios del PRI, PVEM, PEBC y PT, ante la XX Legislatura Estatal, que seguramente muchos ciudadanos piensan que se trata de una simple broma de mal gusto. Quizá por eso no ha habido muchas opiniones al respecto.
Pero la propuesta es real. No se sabe hasta qué punto serán reales o sinceras, las intenciones de los integrantes de dichos partidos políticos. Esto está por verse. El columnista autor de Palco de Prensa, tiene en su poder, copia de dicha iniciativa, incluída entre otras más.
En la exposición de motivos, o sea los argumentos expuestos para fundamentar la propuesta, claramente se advierte que “…En términos prácticos, el hecho de que se haya perdido la conexión directa entre el gobernante y la ciudadanía, ha propiciado que los candidatos hagan un buen número de promesas, incluso a pesar de que no son viables, con tal de ganar el voto de los electores. Una vez elegidos, tienden a conducir sus acciones por criterios diferentes al cumplir con las promesas de campaña e incluso las plataformas electorales de los partidos que los postularon como candidatos”.
La transformación que sufren los políticos, es extraordinaria. Uno es el candidato en campaña, que busca simpatías que le permitan colectar votos en los comicios y con ellos lograr el triunfo. Otro muy distinto, lo es el candidato electo y otro mucho más diferente, lo es el político en funciones.
Tan solo como un ejemplo de esas diferencias, se citan los hechos que se narran a continuación. De antemano se advierte que cualquier parecido con personajes de la vida real, es mera coincidencia.
El candidato, en campaña, es sumamente comprensivo, con un amplio criterio, que solicita y recibe planteamientos de cualquier tipo, sin importar el tema, ni la posible filiación partidista de quienes los hacen. El candidato, solidario, comprensivo, de manera sencilla expresa “…yo estoy en contra del proyecto del Zócalo. Si triunfo en los comicios, no permitiré que se corte ni un solo árbol”. Los aplausos surgen por doquier. Algunos comentan -Este candidato, si es de los nuestros.
Llega la fecha de los comicios, y los resultados electorales favorecen al candidato prometedor. Doble júbilo, entre quienes se oponen al proyecto del Zócalo. Por fin, podrán estar confiados en que el proyecto no avanzará. Que las promesas de campaña, serán realidad. Suertudotes. Su esfuerzo, valió la pena.
Pero algo pasó. En solo unos días, el candidato electo, ya es otro totalmente distinto al candidato prometedor de campaña. No solamente olvidó sus promesas, sino que ahora asume actitudes totalmente distintas. Ahora dice que el proyecto del Zócalo, es fabuloso. Que lo apoyará en todo lo que esté de su parte.
Cuando le recuerdan el tema del Zócalo, hace como que nunca hizo promesa alguna en torno a este tema. Cuando se le cuestiona sobre el tiempo que permanecerá ésta protesta, simple y sencillamente dice que cuando quienes reclaman, se cansen y se vayan a sus casas.
Los que confiaron en la palabra del candidato en campaña, ahora están decepcionados de la palabra del político en funciones. Y ahí siguen, en un movimiento que parece no tener fin.
Y conste, cualquier parecido, entre lo aquí narrado, y los hechos de la vida real, son meras coincidencias. Que cada quien haga sus propias conjeturas y, si a alguien le “queda el saco”, pues que se lo ponga. Lo que si es cierto, es que la propuesta de combatir a los políticos mentirosos, además de ser una necesidad social, es muy oportuna.
Con esta propuesta, se pretende, facultar al Instituto Electoral y de Participación Ciudadana, para formar un banco de información, a fin de verificar los antecedentes de un político, al inscribirse para participar en una contienda electoral. Si nunca antes había sido candidato, pues no importa, se hacen las indagaciones pertinentes, para tratar de verificar si es cumplidor o mentiroso.
En el caso de quienes ya han ostentado otros puestos de elección popular, pues resulta un poco más sencillo. Hay una experiencia previa y seguramente habrá quienes recuerden qué prometió en sus últimas contiendas y cuáles promesas dejó incumplidas.
Así mismo, en lo sucesivo, a partir de que la propuesta se haga ley, al solicitar su inscripción como candidato, deberá exhibir un pliego con las promesas que lanzará en campaña, así como la plataforma electoral del partido por el que participe.
En cuanto a la información disponible de cada candidato registrado, el Instituto Electoral, 15 días antes de los comicios, deberá dar a conocer la información respecto a cada uno de los candidatos, y en especial aquella relativa a las promesas incumplidos. Los políticos podrán olvidar lo prometido, pero los electores nunca.
Esto, tiene una lógica muy simple. Cuando una persona desea obtener u nuevo empleo, se le exige que presente su curriculum, o sea los antecedentes de sus trabajos anteriores, así como las correspondientes cartas de recomendación.
Ahora, de hacerse realidad la propuesta, el Instituto Electoral, será el que haga las recomendaciones. Solo falta ser muy cuidadosos, para que éste no haga negocio y les ponga precio a “las cartas de buena conducta”. Puede ocurrir.