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TIJUANA, BC - viernes 29 de julio de 2011 - Gilberto LAVENANT.
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TIJUANA, BC 29 DE JULIO DE 2011.- 

 
El poeta Sicilia.
Por : Gilberto LAVENANT
 
Ayer jueves, 28 de julio del 2011, en la Ciudad de México, específicamente en el Castillo de Chapultepec, se llevó a cabo un evento que deberá quedar grabado en la historia moderna de México, como uno de los más trascendentes, que podrían marcar el rumbo del país.
 
Fue el encuentro de integrantes del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, con miembros del Poder Legislativo Federal. Aproximádamente cinco horas, durante las que, las víctimas de la narcoguerra, expusieron el grado de corrupción y negligencia, de las instancias públicas, para esclarecer los homicidios de más de 50 mil mexicanos.
 
Sobre todo, aprovecharon el tiempo para recriminar a los legisladores federales, de todos los partidos políticos, a quienes acusaron de ser corresponsables del desarrollo y consecuencias de la narcoguerra, a quienes reclamaron medidas urgentes para terminar con esta barbarie.
 
Sicilia, el poeta que abandonó el anonimato social, a raíz del asesinato de uno de sus hijos, y salió a la calle a gritar : ¡Ya basta! ¡Estamos hasta la madre! Estaba ahí desempeñando  el papel de caudillo, descargando en pleno rostro de sus presuntos interlocutores, un cañonazo fulminante de verdades. 
 
El poeta, ahora convertido en caudillo social, expuso ayer, sin duda alguna, su poema más agudo, más realista y más extenso. Un texto formado por casi 4 mil palabras, -3,983, indica el contador- contenidas en 12 páginas.
 
Cada párrafo, fue lacerante. Cada palabra, llevaba fuego. Nada de indirectas, ni de formas literarias para tratar de disfrazar lo que quizo decir. Simplemente dijo, lo que muchos otros quizás hubieran querido decir algún día, pero que no se han atrevido. Sicilia se atrevió.
 
A partir de ayer, el concepto de poeta, deberá ser rectificado y ampliado. Nada de un individuo que hace castillos en el cielo y destila palabras hermosas o rebuscadas, para halagar al oído. Nada de navegar en la imaginación y en la utopía. El dominio de la palabra se demuestra, llamando a las cosas por su nombre. Así lo hizo Sicilia. Los legisladores, no tuvieron para donde hacerse. Simplemente se vieron obligados a reconocer sus culpas.
 
Al final, en ese encuentro, el poeta se despidió de beso y apapachos hacia los anfitriones, a quienes, luego de la apabullada, dejó una enorme tarea : Legislar urgentemente, las normas que requiere el país para clarificar su rumbo. Por encima de los comicios federales que están próximos.
 
Vale la pena leer, una y otra vez, este último poema de Sicilia. Es tan extenso y certero, que es casi imposible su síntesis, aunque no está por demás, al menos, dar algunas “probaditas”. Seguro que nunca nadie les había dicho a los legisladores federales, sus verdades. Tantas verdades. Cara a cara. Sin tapujos, ni recelos, ni limitantes.
 
El poeta inició el diálogo, con un verso de María Rivera, muy apropiado para la ocasión, bastante ilustrativo y representativo de los motivos y objetivos del encuentro: “Allá vienen los descabezados,/ los mancos,/ los descuartizados,/ a los que les partieron el coxis,/ a los que les aplastaron la cabeza,/ los pequeñitos llorando […] Allá vienen/ los que duermen en edificios/ de tumbas clandestinas:/ vienen con los ojos vendados/ atadas las manos/ baleados entre las sienes/ […] Allí vienen/ los muertos tan solitos, tan mudos, tan nuestros,/ engarzados bajo el cielo del Anáhuac, [a reclamarnos]”. 
 
Luego les dijo : “…En nombre de ellos, de nuestros muertos, de nuestros dolores y de la noche por la que atraviesa México, pido a todos los presentes nos pongamos de pie y guardemos un minuto de silencio”. Ya se han de imaginar las tantas cosas que les dijo.
 
“…Henos de nuevo aquí, en el Castillo de Chapultepec, después de caminar miles de kilómetros y abrazarnos para romper la soledad y el dolor que los criminales y un Estado omiso, coptado y corrupto nos han impuesto contra la verdad de nuestros corazones que es la paz y la amistad”, diría el poeta. 
 
De cara a los legisladores les dijo : “…Hemos llegado de nuevo aquí, dejando familias, trabajos, y llevando cargas más pesadas de las que podemos llevar, para, al igual que lo hemos hecho con el Poder Ejecutivo, dialogar y recordarles lo que a pesar de los inmensos salarios que cobran y que son fruto del trabajo de los hombres y mujeres de bien de esta nación, es su deber”. 
 
Apenas empezaba su discurso : No nos gusta que sea así. Pero desde hace mucho, los Congresos de esta nación, en nombre de sus intereses partidocráticos y mezquinos; en nombre de sus privilegios y de sus negocios – el Estado, se los recordamos, no es, como lo concibió la cultura que nos dejó el antiguo régimen y que ustedes continúan cultivando como una enseñanza delincuencial, un botín político ni un lugar para contratistas, es lo que la nación ha ido construyendo con la sangre y el dolor de sus mejores hombres y mujeres y un lugar para los estadistas--, en síntesis, en nombre de una equivocada idea del gobierno, se han alejado de nosotros: no escuchan los ritmos y latidos del corazón de la patria y pretenden junto con los criminales y los otros poderes fácticos, secuestrar las aspiraciones democráticas y la esperanza de bienestar de la Nación”. 
 
Una “probadita” más del lacerante mensaje siciliano : “…Ustedes lo hacen por omisión, ignorancia o complicidad; ellos porque ustedes no se lo han impedido. Sus recintos, el recién inaugurado del senado y la cámara de diputados, son la expresión arquitectónica de su aislamiento. Bunker de un poder que prefiere darle la espalda a los ciudadanos y contemplarse en el espejo de sus ambiciones traducidas en parálisis legislativa y en manipulación política que convierte los procesos electorales en un gran negocio para unos cuantos y en juego cruel de ilusiones para los ciudadanos”.
 
Estas son, solo unas “probaditas” del poeta fustigando a los políticos. Solo falto repetir el grito desesperado, que lanzó cuando mataron a su hijo : ¡Ya basta! ¡Estamos hasta la madre! Se recomienda buscar y leer el “poema” completo.
 
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