"Plaza Cívica"
Fernando Núñez de la Garza Evia
www.plaza-civica.com @FernandoNGE
MONTERREY NL 30 DE AGOSTO DE 2022.- De toda comunidad de personas surge inevitablemente una clase aristocrática, natural (las clases acomodadas) o artificial (las clases nobles con títulos). Es la ley de hierro de la oligarquía, del alemán Robert Michels, la cual dice que “tanto en autocracia como en democracia siempre gobernará una minoría”. La derecha e izquierda políticas tienen sus respectivas visiones sobre esto, y muchos de los acontecimientos históricos y debates políticos presentes tienen como trasfondo esas diferencias de visión.
El papel social que deben asumir las clases aristocráticas, o si inclusive deberían existir, ha sido tema de discusión desde la antigüedad hasta nuestros días. Esta cuestión no fue excluida del gran debate entre Thomas Paine y Edmund Burke durante la Ilustración sino, al contrario, tomó un lugar central. Paine, uno de los principales filósofos de la izquierda, argumentaba que no había necesidad de aristocracias ya que los individuos solo necesitaban de la razón para acceder a la verdad, aunado a que cada generación debía comenzar de cero, sin los consejos y lastres del pasado. Por el contrario, Burke, filósofo fundamental de la derecha, defendía la presencia aristocrática al afirmar que, a pesar de que todos los humanos nacían con talentos, no todos tenían la oportunidad para cultivarlos, ya que solo de podía hacer si se tenía acceso a un cierto tipo de vida, con márgenes de ocio.
Hay innumerables instancias donde esa tensión de visión entre izquierda y derecha se materializa. En lo que respecta a la izquierda, pensemos en el Congreso de la Unión, donde para ser legislador no se requieren estudios ni preparación alguna, ya que cualquier ciudadano puede representar a sus conciudadanos. Por otra parte, muchas áreas de la administración pública tienen requisitos estrictos de preparación técnica y solvencia personal, lo que representa un importante filtro de ingreso. El triunfo de la izquierda consistió en la apertura política a las clases populares: votar y ser votado. El de la derecha implicó mantener los puestos medios y altos en el sector gubernamental en manos de los mejores, los cuales tienden a venir de las capas sociales medias y altas. Ahí tienen a muchos legisladores sin preparación alguna, pero con mucho arraigo social; y ahí a los muy preparados y cosmopolitas miembros del Servicio Exterior Mexicano, en su burbuja.
Ambos lados de la moneda pueden caer en excesos. Bien decía Aristóteles, hace más de dos mil doscientos años, que las aristocracias podían degenerar en oligarquía, y las democracias en demagogia. Las clases aristocráticas de toda sociedad pueden descender a la complacencia y arrogancia, levantando la escalera social al resto de la sociedad – muchos de ellos serán grandes filántropos, pero defienden las reglas torcidas que les permitieron obtener tal riqueza. Por otra parte, los liderazgos populistas usan sus habilidades para seducir a las masas, siempre volubles, mientras rehúyen el consejo personal, atacan la ciencia y utilizan los programas sociales para promocionarse. Cambian las reglas democráticas que les permitieron llegar al poder con el fin de mantenerse en el poder. En México, sobran ejemplos de ambos excesos.
Clases aristocráticas responsables, con compromiso nacional, en un contexto de apertura política y movilidad social, es el punto a encontrar. Pero mientras sigamos siendo un país de polaridades, seguiremos produciendo excesos. Y mucha inestabilidad.
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