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TIJUANA, BC - miércoles 31 de agosto de 2011 - Manuel Villegas.
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LOS 400 PERROS DEL HIPODROMO ARDIENTE
Por Manuel Villegas
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El jueves 5 de agosto de 1971, pasadas las 4:00 horas de la madrugada, en Tijuana se registró un incendio cuyas consecuencias económicas se resintieron durante más de un lustro en la región, pero fue gracias a 400 perros que la crisis no fue tan grave como se temía para cientos de familias. Esta es la historia de 400 galgos que estuvieron un mes "en descanso", mientras cuadrillas de trabajadores levantaban las ruinas del Hipódromo Aguacaliente.
Aunque en esos días se vivía un pleito constante a causa de los abusos en que incurrían decenas de “piperos” que aumentaban de 2 a 5 dólares el precio del agua que llevaban a las colonias, en general, la vida social, cultural, religiosa y política de Tijuana entonces era de tranquilidad y bullicio.
Lo más noticioso del momento era el accidentado regreso de la luna de tres astronautas del Apolo 13, y los resultados de las elecciones ese fin de semana, proceso en que se renovaron los gobiernos estatal y municipal, y el congreso local que por entonces contaba con tres diputados en este municipio. El triunfo arropó a los candidatos del PRI, quienes arrasaron las urnas a razón de dos por uno contra los del PAN. Festejaban Marco Antonio Bolaños Cacho como presidente municipal electo para el VII Ayuntamiento; José Márquez Castro, Martiniano Valdés Escobedo y Fernando Cano Medina como próximos congresistas; y el virtual gobernador Milton Castellanos Everardo, quien se impuso al panista Salvador Rosas Magallón con más de 25 mil sufragios, ya que entonces los tijuanenses sí ejercían su derecho a voto.
Pero los problemas de los astronautas, tales pleitos por las pipas con agua, y mucho menos las pachangas políticas, a muchos ciudadanos no les importaban ni tantito y menos a los turistas que cruzaban por puños a gastar sus dólares en las patas de los caballos.
El hipódromo Aguacaliente, ubicado en el bulevar del mismo nombre y donde sería reconstruido años después, data de 1929. En más de un siglo que tiene la historia de los hipódromos en Tijuana, donde se han instalado cuatro bajo construcción y/o reinauguración en diferentes épocas, el de Aguacaliente ha pasado por varias fases: Una con su inauguración el 28 de diciembre de 1929 al grado de ser considerado el más importante del mundo durante la operación del casino; su reapertura una década después del cierre ordenado por el gobierno de Lázaro Cárdenas en 1937; otra más con el incendio del 71 y la reapertura de 1974 que culminó con el fin de las carreras de caballos en mayo de 1992.
Antes y después del incendio de aquel jueves 5 de agosto, los concesionarios y permisionarios explotaron las carreras de galgos a todo galope, aprovechando que los animales obedecen a su instinto cazador. Aunque los galgos no son los perros más rápidos sí son los más resistentes. Esta variedad de canes son utilizadas desde hace un milenio como cazadores, ya que se considera que tienen muy buena vista y por su buena caja torácica aguantan la carrera tras la presa. Tienen cuerpo estilizado, larga cola con punta que sirve de timón, patas delgadas y poderosas, piel delgada y fina, musculosos, cuello largo, cabeza “picuda”, cuerpo rectangular, vientre recogido, lomo arqueado y flexible columna vertebral. En fin, son aerodinámicos y unas máquinas caninas para correr.
Por eso los corren en galgódromos, espacios rectos u ovoides acondicionados en los hipódromos del mundo. Hay perros entrenados de alta velocidad, y salvo los canes afganos, que se consideran “más inteligentes” porque en vez de perseguir a la liebre dando vueltas la atraparían saltando las vallas, los entrenadores prefieren a los galgos ingleses y españoles para cruzar apuestas.
En los registros consultados encontré que el primer intento registrado de una carrera de galgos se realizó en 1876 en una pista de Gales, Inglaterra, aunque las carreras no trascendieron más allá de la simple diversión de las familias. Como deporte con apuestas fue hasta la década de los veintes cuando proliferaban las pistas ovaladas y circulares con una liebre artificial como presa. Para entonces el furor era tal que los ingleses hasta asociaciones nacionales de carreras de galgos habían formado con circuitos y competencias internacionales incluidas. El deporte floreció en los treintas, era muy popular y atraía multitudes de trabajadores de fábricas por la salvedad de las apuestas, y para el final de la Segunda Guerra Mundial los galgódromos eran parte del escenario hípico.
En estos centros la competencia inicia cuando se abren las puertas. Los perros se lanzan detrás de una liebre artificial, la famosa “liebre mecánica” que la mayoría en Tijuana ya hemos visto. Si algún can se acerca, la “liebre” va más rápida. Y así era en 1971, cuando dentro del hipódromo se encontraba también un espacio donde los canes medían su velocidad ante los apostadores y también para el deleite de los niños atraídos por las “carreras de changuitos” al lomo de estos perros que se realizaban los fines de semana.
No podemos olvidar que fue de la mano del empresario estadounidense Juan Salvatore Alessio, popularmente conocido como “Johnny” Alessio, como el hipódromo y las pistas móviles para carreras de galgos florecieron en Aguacaliente, igual que las apuestas.
Y así llegamos a la fecha del gran incendio. A partir del sábado 7 de agosto, como la versión de que el incendio fue provocado ya había llegado a las altas esferas de gobierno, igual que ocurre desde entonces cada vez que arde un centro de apuestas, Mario Moya Palencia, Secretario de Gobernación en turno, resolvió enviar peritos y expertos de la Procuraduría de Justicia de la Nación para establecer el origen del siniestro y encontrar y procesar a los culpables. Pero en Tijuana se toparon con pared y ruinas, y los visitantes no encontraron el origen de las llamas que afectaron al complejo valuado en esa fecha en 53 millones de pesos, incluidas instalaciones mecánicas, eléctricas y electrónicas, pues hasta computadoras tenían según las crónicas de la época.
Salvador Lemus, administrador del changarro hípico, aprovechó la presencia de los enviados de Gobernación y presentó una denuncia por daños donde expuso que se perdieron recursos por 35 millones de pesos netos, además de que el resto podía salvarse para no dejar sin chamba a tanta gente.
En el acta ministerial levantada, se indica que Lemus y su jefe de personal, Sergio Marín, ingresaron a las oficinas administrativas una vez que los bomberos se los permitieron, para salvar documentos y dinero. En los peritajes iniciales se aseguraba que el siniestro inició en una casa o “búngalo”, que eran las viviendas de los trabajadores del hipódromo, y fue precisamente en el que ocupaba al administrador de carreras, Walter C. Marty.
En las versiones, que la prensa de entonces divulgó como “extrañas circunstancias” de la quemazón, se manejó que los bomberos se quejaron de que los empleados de seguridad del centro hípico no los dejaron trabajar. Incluso, el jefe de los bomberos  levantó un acta ante el ministerio publico donde se afirmaba que un comandante identificado como Antonio Fontes Buelna “amenazó con correrlos” si se metían a sofocar las llamaradas, y que el citado jefe de vigilancia expuso a un niño al peligro porque lo introdujo por una ventana al “búngalo” donde inició la quemazón.
“En forma intencional o por ignorancia, alguien cortó la electricidad del sistema de hidrantes y eso disminuyó la presión del agua en las mangueras”, se informó también, situación que retardó el control del siniestro. No había luz, pues no hubo agua. Como respuesta a las denuncias, Fontes Buelna declaró a los peritos que él estaba en su casa, en el fraccionamiento Chapultepec, cuando un policía le avisó que el hipódromo estaba en llamas, que eso ocurrió a las 4:30 horas de la madrugada, que salió corriendo y que llegó 15 minutos después, cuando el fuego estaba en todo su apogeo. Dijo también que de inmediato ordenó un grupo de vigilancia en torno al edificio, que nunca impidió que los “tragahumo” trabajaran, y que si metió a un niño por la ventana fue para que este tratara de rescatar sus pobres pertenencias.
Total, tras los peritajes se determinó que no había nada que hacer, pues oficialmente no hubo delito que perseguir. Y en el tiempo que duró la investigación y se dirimían los problemas legales para reactivar el hipódromo, los comerciantes organizados se encargaron de difundir que la quemazón no afectaría la economía de la ciudad.
César Cázarez Trewarta fue uno de esos líderes que pensaban en positivo en esos días y se aventó frases que quedaron para la historia local, pues en su carácter de presidente de la Canaco de Tijuana declaró a diestra y siniestra que solo habría crisis si la reconstrucción se retrasaba, “pues el dinero que estamos acostumbrados a que circule no caminaría¨, dijo, lo que iría en perjuicio directo de comerciantes y pueblo en general; pero si como se había anunciado, la reconstrucción iniciaba en corto tiempo, entonces “la enorme rueda económica se moverá con mayor rapidez que de costumbre”, agregó Cázarez padre en otra frase inolvidable.
Cuando ocurrió la quemazón, el empresario “Johnny” Alessio estaba recluído en una celda de la prisión federal de Lompoc, cerca de Santa Bárbara en California, acusado junto con su hermano Angelo de evadir cerca de un millón de dólares en el pago de impuestos a Estados Unidos y por no reportar ganancias de más de 1.25 millones de dólares entre 1963 y 1969. Tendrían que pagar 10 millones de dólares en multas, en total.
Y resulta que el hipódromo en Tijuana no podía reconstruirse porque con la ausencia del concesionario, operaba con un permiso que Gobernación entregó a los administradores por cinco años y seis meses, plazo que vencería en octubre del mismo año, es decir, dos meses antes a la fecha en que ardió el complejo.
En lo que fue considerado como una estrategia para presionar a Moya Palencia y aumentar más tiempo a la concesión, la gerencia representada por Lemus declaró que estaban dispuestos a invertir en la construcción de una gradería provisional para poder seguir con las carreras de galgos y ayudar a los cerca de mil 700 trabajadores que se verían afectados en las semanas y meses próximos.
“En cuanto el Ministerio Público del Fuero Común que investiga las causas del siniestro autorice el trabajo, se procederá a la demolición de las ruinas (…) utilizando personal del Sindicato Alba Roja”, declaró el administrador entonces.
El sábado 14 de agosto ya habían regresado los astronautas e iniciaron los trabajos de remoción de escombros bajo la autorización del ministerio público que no encontró indicios de delito alguno en la destrucción. La dirección de bomberos entregó un peritaje en el cual se afirmaba que era difícil determinar causas u origen de las llamas, ya que ¨la prolongada duración del fuego borró todo indicio” en una construcción constituida por materiales de fácil combustión como textiles, cartón y madera.
Pasaban los días y Gobernación no daba su permiso para que se reanudaran las carreras en el hipódromo ardiente, y empezaban a desesperarse los sindicalizados, y más cuando vieron que propietarios y entrenadores de los 950 caballos pura sangre se los llevaban a California para registrarlos y seguir en las competencias del vecino País. Pronto, las caballerizas colmadas quedarían en el olvido, mientras los galgos estaban en prolongado reposo a falta de una pista, de gente, apuestas… y permisos.
¨Los galgos siguen en su sitio acostumbrado. La construcción de instalaciones provisionales para eventos de día y de noche con los galgos depende también de las negociaciones que están efectuándose para renovar el permiso. Hay aproximadamente 400 perros esperando la posibilidad de que se reanuden las carreras ”, refieren las crónicas consultadas. Mientras se buscaban los permisos, las apuestas sobre carreras de hipódromos foráneos, conocidos como “Foreign Books”, se realizaban afuera del edificio quemado y se pensaba ya llevarse el negocio a otros establecimientos en la ciudad.
Después de tantas vueltas, los sindicalizados trabajaron a marchas forzadas, construyeron sanitarios y una gradería para 3 mil personas en las laderas de la pista, instalaron locales para venta de comida y bebidas, colocaron máquinas portátiles para la recepción de las apuestas, ¡y arrancan!.
A las 14:00 horas del sábado 4 de septiembre de 1971, los galgos corrieron de nuevo en el óvalo de Aguacaliente. Y allí siguen corriendo 40 años después del gran incendio del Hipódromo, cuando ayudaron a mantenerse con trabajo a cientos de familias tijuanenses.
 
NOTA: Salvo las tomadas en la Hemeroteca de la biblioteca Benito Juárez, las fotografías están disponibles en Internet.

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