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TIJUANA, BC - lunes 22 de agosto de 2011 - Gilberto LAVENANT.
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Los daños colaterales.
    Por : Gilberto LAVENANT
 

La violencia incontrolable que se registra en territorio mexicano, el pasado fin de semana ocasionó serios daños colaterales a México, a raíz de un supuesto enfrentamiento entre sicarios y  policías, en las cercanías del Estadio de Futbol de Torreón, Coahuila, en donde el equipo del lugar se en frentaba con el Monarcas Morelia.

Los cronistas deportivos refieren que corría el minuto 40 del encuentro correspondiente a la fecha seis del Torneo de Apertura 2011, cuando se empezaron a escuchar detonaciones. El árbitro del partido, lo suspendió de inmediato y jugadores y espectadores buscaron refugio ante una posible agresión.

Los disparos no fueron en el interior del centro deportivo, pero se escucharon tan fuertes, que se temía lo peor. Por ello la desesperación. En algunos de los espectadores, el pánico se puso de manifiesto.

Casi de inmediato, hubo instrucciones de permanecer en el interior del estadio, de no abandonarlo, pues las detonaciones eran en el exterior. No se sabía con  exactitud la distancia, ni las dimensiones del riesgo, pero más o menos se lograron calmar las cosas.

Por cuanto hace al incidente de violencia, se dice que cerca, hubo un enfrentamiento entre delincuentes y elementos de las fuerzas armadas. Aunque inicialmente se dijo que se trataba del ejército, más tarde la Secretaria de la Defensa Nacional lo negó. Sin embargo, se confirmó que se trató de un dispositivo de seguridad sobre la carretera federal número 30, que conduce de Torreón a Francisco I. Madero, cuando individuos que viajaban a bordo de tres vehículos, en lugar de frenar, para la revisión de rutina, empezaron a disparar y los policías respondieron. Sólo un policía resultó lesionado por una esquirla, en una rodilla, de una bala disparada por los presuntos sicarios.

Afortunadamente, no hubo más daños, motivo de la violencia, salvo los daños colaterales, cuya cuantía será difícil determinar.

Por principio de cuentas, debido a que se trataba de un partido de proyección nacional, estaba siendo transmitido por televisión y por lo tanto las cámaras captaron los detalles del incidente. En la repeticón de las escenas captadas, se escuchan las detonaciones, se observa a los jugadores abandonando el campo y a los espectadores corriendo de un lado a otro.

El pánico, pudo haber causado más daños que las balas. Ha habido eventos deportivos en donde al tratar de abandonar el recinto, muchos mueren aplastados por la muchedumbre descontrolada. Aquí, no pasó nada de eso. Afortunadamente.

Sin embargo, las imágenes y las noticias periodísticas, de inmediato dieron la vuelta al mundo y dieron cuenta que debido a la violencia que azota a México, fue suspendido un partido de futbol.

Seguramente que esto incidirá negativamente en el turismo internacional e incluso en el nacional. Si ni siquiera las canchas deportivas son seguras, han de imaginar las peores cosas sobre México y se abstendrán de visitarnos. Esto será uno de los más graves daños colaterales.

Los asistentes al evento, tardarán bastante tiempo para reponerse del susto. Aunque los partidos futboleros puedan parecer atractivos, se resistirán a asistir. El futbol profesioinal, además de que es un deporte de alto nivel, es un negocio. Sin espectadores, el negocio no es tal.

Este lunes, al parecer en la Ciudad de México, se reunirá el comité  de seguridad de la Federación Mexicana de Futbol, para analizar el incidente. De considerar a Torreón, la casa del equipo Santos Laguna,  como una ciudad insegura, podría recomendarse mayores medidas de seguridad para cada evento, o simplemente suspender los próximos eventos en esa zona, hasta que mejoren las condiciones.

Hechos como este, y muchos otros que diariamente se registran en diversos puntos del país, muestran que la violencia continua teniendo un nivel preocupante. Que el discurso de Felipe Calderón, son meras palabras que no coinciden con la realidad. Que el territorio mexicano, continua en estado de guerra, que no es recomendable recorrerlo.

De manera especial, se evidencia que el cúmulo de armas en manos de los sicarios, es alarmante. Que no ceden espacios, aunque sus cabecillas sean capturados. Que se reproducen como las plagas, aunque la voz oficial asegure que se está ganando la narcoguerra. En la región lagunera, como se le llama a Torreón y sus cercanías, se le conoce por la frecuencia de los hechos violentos, por los crímenes de alto impacto, consistentes en asesinatos masivos en centros de reunión social e incluso atentados contra las oficinas de las corporaciones policiacas.

De manera absurda, el gobierno federal, pretende abatir la violencia, mediante meros disimulos, mediante discursos políticos ajenos a la realidad, una realidad dramática y de alto riesgo para propios y extraños.

Pero Felipe Calderón y sus voceros, insisten en que son meras percepciones o intereses políticos. Para ellos no cuentan los 50 mil muertos o desaparecidos, ni los gritos de ¡ya basta! de Sicilia y de las víctimas de esta narcoguerra. Bajo la óptica calderonista, ellos también son parte de los daños colaterales. Pero hasta ahí.

 

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