¿Quedarán impunes sus crímenes?
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¿Quedarán impunes sus crímenes?

TIJUANA, BC - domingo 1 de abril de 2012 - Dora Elena Cortés.
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Por: Dora Elena Cortés
 
TIJUANA BC 1 de abril de 2012 (AFN).- A mediados de los años 80 y sobre todo principios de los 90s, no había un hombre más poderoso y temido en Baja California y en otras partes del país, que Benjamín Arellano Félix. Hoy, frente a una sentencia que le deberá ser dictada en Estados Unidos, aparece un individuo derrotado, acabado y hasta suplicante, que el pasado 6 de enero de este año se declaró culpable ante una Corte Federal norteamericana.
 
Aun así o quizá por eso, la audiencia de este lunes 2 de abril en la sala No. 9 del edificio federal, ha provocado una gran expectativa, ya que en aquellos entonces y en Baja California, algunos aseguraban de manera contundente “que nada ni nadie podría acabarlo” –en referencia a Benjamín- y que por lo mismo “lo mejor era no  meterse con él” porque las consecuencias podrían ser desastrosas, espeluznantes “mínimo, mortales”.  
 
Y ahora, tras más de 20 años en que prácticamente tuvieron el control de “la plaza” y que durante ese “inter” se convirtieron en “cártel”, apadrinados por los narcotraficantes colombianos, la historia de los “Arellano Félix” parece entrar en los terrenos de la leyenda, frente a una sentencia que emitirá el Juez Larry A. Burns y que según algunas personas, podría ser “mucho menor que la que justamente merece” por la serie de asesinatos y otros delitos que cometió junto con sus consanguíneos, los cuales no corrieron mejor suerte.
 
Al caso que hoy se definirá, se añade el ingrediente de que inclusive, agentes federales de diversas corporaciones que siguieron los pasos de este narcotraficante durante las dos pasadas décadas, también se encuentran enojados y expectantes, por los beneficios que Benjamín podría obtener de la justicia estadounidense, la que durante muchos años se dijo afectada por sus actividades criminales. 
 
Y es que, como lo revelamos el pasado 16 de enero, estos agentes lamentaron que la Fiscalía a cargo de Laura Duffy hubiese fácilmente aceptado llegar a un acuerdo con Arellano Félix y su defensa, por lo que al aceptar el narcotraficante su culpabilidad en los delitos de asociación ilícita y complot para lavado de dinero, se le podría aplicar una pena de 25 años de prisión, lo cual consideran “muy leve” para un hombre como Benjamín. 
 
Además se quejaron de que el propio gobierno de Estados Unidos estuviese dejando de hacer justicia a sus muchos ciudadanos que se envenenaron con las drogas introducidas ilegalmente por estos narcotraficantes a su país, así como las centenares o tal vez miles de víctimas que dejó durante su paso esta organización delictiva, que ordenaba el secuestro y muerte de sus enemigos o personas que les representaban un riesgo.
 
Recordaron que en esta lucha contra el Cártel Arellano Félix, murieron agentes de la Ley de ambos países, en tanto que los investigadores del caso, perdieron familias y matrimonios además de que arriesgaron sus vidas por enfrentar a este narcotraficante y su llamado “Cártel”. 
 
Quien tuvo el poder de decidir quiénes vivían o morían; quien controló las operaciones de narcotráfico en Baja California y otras partes del país; quien tenía el apoyo, protección y complicidad de policías y autoridades de varias partes de México, el pasado 21 de octubre de 2011, suplicaba al Juez Larry Burns, que mínimo lo cambiara de jurisdicción, ya que se quejaba de un trato prejuicioso de la prensa norteamericana. 
 
Según los investigadores que hablaron con AFN, cuando el entonces jefe del Cártel, era llamado todavía “Señor”, por sus secuaces y quienes lo protegían, pagó entre 10 y 15 millones de dólares a funcionarios de “muy alto nivel” en la Procuraduría General de la República (PGR) de México para que las investigaciones se “desviaran” y no apuntaran hacia ellos, en el asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, ocurrido en Guadalajara Jalisco, en mayo de 1993, acusaron los investigadores.
 
El del Cardenal fue un caso que afectó mucho a los Arellano, ya que a partir de entonces quedaron en la mira –oficialmente- de las autoridades, porque había sido asesinado un “Príncipe” de la Iglesia Católica, aunque éstos siempre negaron la autoría y hasta hablaron con el Nuncio Apostólico, Girolamo Prigione, protegidos por el silencio de Jorge Carpizo Mc Gregor, quien recientemente falleció y que en aquel entonces fue enterado por el religioso de que los Arellano Félix estaban en sus instalaciones y querían hablar con el presidente. Carpizo siempre sostuvo que “habría sido una locura” detenerlos en la representación diplomática de El Vaticano.
 
Los narcotraficantes fueron llevados hasta la nunciatura apostólica en el Distrito Federal por el sacerdote tijuanense Gerardo Montaño, quien también ya falleció y que en su momento narró a la autora, la forma como fue contactado por los narcotraficantes y la manera cómo los apoyó para llegar hasta la representación de la Iglesia Católica, sin ser capturados. 
 
Otro hecho que también dañó severamente a los delincuentes, fue el intento de asesinato del periodista Jesús Blancornelas, ocurrido el 27 de noviembre de 1997, ya que este hecho  atrajo la atención de la prensa nacional e internacional y provocó que el gobierno mexicano intensificara sus actividades de búsqueda de los narcotraficantes y especialmente de su “cabecilla”, Benjamín Arellano.
 
Pero no siempre las cosas fueron así: Un año antes del crimen del Cardenal Posadas –quien fue Obispo de Tijuana previamente- Ramón Arellano (asesinado a la postre) con algunos de sus secuaces, protagonizó una de las más célebres balaceras en Puerto Vallarta, Jalisco, cuando tuvo que huir de la Discoteca “Christine”, en 1992, antes de morir asesinados a manos de sicarios de Joaquín “El Chapo” Guzmán, a quien pretendían matar. 
 
Tras su escapatoria, las autoridades de Jalisco encontraron credenciales que identificaban a los delincuentes como integrantes de la entonces Policía Judicial del Estado de Baja California, que días después el también entonces Procurador, Juan Francisco Franco Ríos, dijo que eran “falsas”. 
 
 Días antes del crimen de Luis Donaldo Colosio Murrieta en 1994 en Tijuana, la zona de La Mesa, fue escenario de una de las más estruendosas balaceras en la que murieron por igual, agentes federales y narcotraficantes. Esto ocurrió la noche del 3 de marzo del mismo año.
 
Según datos obtenidos en aquel entonces, se toparon en los alrededores del Mercado “De Todos”: sicarios de los Arellano, encabezados por Francisco Javier “El Tigrillo” y “El Mayel”, Ismael Higuera Guerrero, con gente de Héctor Luis “El Güero” Palma Salazar y agentes federales encabezados por el comandante de la Policía Judicial, Alejandro Castañeda. Dicen que se hizo un “mazacote” y se dio un enfrentamiento de “todos contra todos”. Castañeda y algunas de sus gentes murieron y El Mayel y El Tigrillo tuvieron mejor suerte. A éstos los detuvieron agentes estatales pero sorpresivamente fueron dejados en libertad desde las mismas oficinas de la Procuraduría estatal. El Procurador Franco Ríos, argumentó que “no se dio cuenta” porque estaba tratando de resolver el problema de los individuos que fraudeaban a incautos con el juego de “La Bolita” en la 5 y 10, a pocas cuadras de donde se dio la sonada balacera. 
 
Aquí de nueva cuenta, el juego de complicidades y su poderío les permitió salir bien librados. 
 
Se afirma también que en el año 2000, agentes federales por órdenes de los narcotraficantes, secuestraron y asesinaron a tres de sus compañeros que los estaban investigando. José Luis Patiño Moreno, director del Ministerio Público Federal encargado de delitos contra la salud, Óscar Pompa Plaza y el capitán Rafael Torres Bernal, estaban en Tijuana siguiendo pistas sobre el Cártel, cuando fueron secuestrados en territorio estadounidense y posteriormente asesinados en Baja California, para ser lanzados con todo y auto, por uno de los grandes despeñaderos de La Rumorosa.
 
 La autora, en ese entonces corresponsal de El Universal, obtuvo un video que permitía observar el momento en que los agentes federales cruzaron la frontera con San Ysidro, con rumbo a Tijuana, llevando a los secuestrados, todavía con vida, lo que permitió enderezar las investigaciones en contra de los agentes federales que aparecieron como los asesinos. 
 
Antes, en septiembre de 1996 el Subdelegado de la Procuraduría General de la República en Tijuana, Ernesto Ibarra Santés fue asesinado cuando llegaba a la capital de la república, en un viaje que supuestamente fue secreto. Unos días antes había “tronado” públicamente contra los hermanos Arellano Félix y había advertido que hablaría todavía más. No vivió mucho para contarlo.
 
Decidió de la noche a la mañana viajar a la capital de la república y no lo comentó con nadie en la PGR porque según él mismo reveló, no confiaba en ninguna persona y aun así se supo de su viaje. Fue asesinado cuando viajaba en el taxi que tomó en el aeropuerto de la Ciudad de México. 
 
Como éstos, los Arellano fueron protagonistas de muchos crímenes, que iniciaron cuando aún  muy jóvenes empezaban a probar las “mieles” que les daba la “corrupción”, el dinero y el temor que muchos les tenían.
 
Los crímenes de los Arellano fueron públicos a partir de que en enero de 1989, Ramón asesinó a sangre fría a un joven que se presentó para hablar con él en una fiesta que se celebraba en el Club Britania. Ahí, sin darle mucha oportunidad acribilló a Armando López (a) “El Rayo”, sin que las autoridades le hicieran nada.
 
Luego mató a otros: a Héctor Raúl Gastélum, quien en febrero de ese mismo año le pidió que bajara al volumen al radio de su automóvil con el que escandalizaban en la vía pública. A partir de entonces entre los corrillos policiacos empezó a mencionarse a “unos hermanos Arellano, que están pesados”. 
 
Durante su “reinado de terror”, también fueron asesinados el Director de Seguridad Pública municipal, en el periodo de Héctor Osuna Jaime, Federico Benítez López y su escolta, Ramón Alarid, el 28 de abril de 1994.
 
 
En la capital de la república, el 11 de junio de 1994 los hermanos Arellano ordenaron explotar una bomba frente al hotel Camino Real, donde se celebraba una fiesta de 15 años y donde supuestamente estarían algunos de sus rivales.
 
En febrero del año 2000, murió ejecutado también el entonces Director de la Policía de Tijuana, Alfredo de la Torre Márquez y más adelante, murió asesinado en abril de 2007, el ex jefe de Homicidios de la Policía Judicial del estado en Tijuana, Francisco Fiol Santana, al que se responsabilizó oficialmente de permitir la fuga de “El Tigrillo” y “El Mayel” tras aquella balacera del “Mercado de Todos” en 1994. 
 
El “rosario” de crímenes que fueron ligados a los Arellano, pasaron por el asesinato del abogado de Jesús Labra Avilés -Gustavo Gálvez Reyes- quien fue ejecutado en la capital de la república, cuando atendía precisamente el caso de la liberación del “padrino” del Cártel. Otros de los asesinados fueron  el coordinador de Ministerios Públicos, Jesús Romero Magaña y el fiscal Odín Gutiérrez Rico, que en 1997 fue salvajemente ejecutado, cuando seguía la pista de estos narcotraficantes. 
 
Al crecer física y en “negro prestigio”, los Arellano, particularmente Ramón, involucraron a jóvenes de sociedad “contaminando” a toda una generación que fue conocida con el “mote” de los “narco-júnior”. Muchos jóvenes, atraídos por el dinero fácil y el supuesto poder, se involucraron con éstos y varios cayeron en la cárcel, otros fueron asesinados y unos más se involucraron en el negocio de las drogas.
 
Al mismo tiempo, los Arellano, a través de sus brazos armados, formaron también otro grupo de pistoleros con jóvenes “reclutados” en el barrio “Logan” de San Diego, de igual forma atraídos por el dinero y la vida “fácil”. 
 
Resulta difícil anotar todos los crímenes de alto impacto –y de toda índole- cometidos por este grupo de 
narcotraficantes avecindados en Tijuana y el daño que provocaron a la sociedad.
 
En entrevista reciente con Agencia Fronteriza de Noticias, la ahora activista, Cristina Palacios de Hodoyán, narró el dolor que le provocó el perder a dos de sus hijos por esa relación con los criminales.  A la fecha, Alejando, uno de éstos, continúa desaparecido y Alfredo purga una larga condena. 
 
Hodoyán, quien se dolió de no haber frenado a tiempo a sus hijos, recuerda que éstos se involucraron con Ramón, cuando éste, muy joven llegó al “arbolito” que estaba situado fuera de su casa, en la colonia Hipódromo y donde varios júnior se juntaban para jugar y divertirse.
 
Ahí, insiste Hodoyán, Ramón se les unió a la pandilla “y fue entonces cuando la vida de los hermanos Hodoyán y de otros jóvenes empezó a ser otra”. 
 
¨Antes, Tijuana no era como es ahora, antes era una sociedad más compacta y después del 85 fue que empezó a llegar gente de todas partes. Fue entonces cuando a los grupos pequeños de chamacos que se juntaban en la calle para jugar, se empezó a infiltrar gente desconocida, allá por los años 87 y 88¨, dijo.
 
Refirió que siendo sus hijos mayores de edad, ellos y su grupo de amigos de toda la vida, mantuvieron la amistad de Ramón Arellano Félix, un joven conocido por ´disparar´ los tragos y conseguir las mejores mesas, que igual convivía con jóvenes del Instituto México o de la Ibero y de quien nadie desconfiaba porque ´todo mundo lo conocía´.
 
´Estaban incrustados (Los Arellano), se habían casado con muchachas de la sociedad, pero no se sabía a lo que se dedicaban”, comentó en ese entonces Cristina Palacios  a AFN. 
 
Narró que fue el 11 de septiembre de 1996 cuando Alejandro, ya casado y con dos hijas, desapareció por primera vez, días antes que su hermano Alfredo, fuera detenido, acusado matar al delegado de la PGR en la ciudad de México, el 30 de septiembre del mismo año.
 
“La desaparición de Alex y la detención de Alfredo fue un shock muy fuerte para la familia porque nadie teníamos la menor idea de lo que pasaba”, dijo. Alejandro fue “rastreado” por una llamada que hizo a su familia y se detectó que lo tenían en las instalaciones militares de la V Región Militar en Guadalajara, por presuntas órdenes del General de División, Jesús Gutiérrez Rebollo Gutiérrez, en ese entonces Comisionado del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas.
 
Con la intervención de la DEA, por el origen estadounidense de Alejandro Hodoyán, fue como se le pudo rescatar y trasladar a San Diego, donde el gobierno de Estados Unidos le ofreció protección “pero Alex se negó a recibirla, porque en su momento, consideró que no tenía motivos para tomarla, pues era ajeno a las imputaciones en las que se le involucraba”, dijo la madre, quien meses adelante fue testigo del momento más doloroso para ella porque significaba el último momento en que lo vería con vida.
 
Eso ocurrió el 5 de marzo del 1997 en un estacionamiento ubicado entre el Bulevar Agua Caliente y Bulevar Cuauhtémoc. Ahí, a bordo de una Van, llegaron cuatro sujetos fuertemente armados y los sometieron a ambos, porque ella lo acompañaba pero se llevaron a Alejandro Hodoyán sin que nunca más se volviera a saber algo de él.
 
“Fue Ignacio Weber Rodríguez el que se lo llevó. Era comandante de Inteligencia Militar en la zona Noroeste. Han pasado muchos años, pero todavía tengo su rostro grabado en mi mente”, acusa la señora quien afirmó que pudo identificarlo a través de retratos hablados en la investigación realizada sobre la desaparición de su hijo.
 
Por lo que respecta a  su otro vástago, Alfredo Hodoyán Palacios, alias ´El Lobo´, quien  purga una sentencia de 50 años por el asesinato de Ibarra Santés, Cristina rechaza que pudiera haber tenido responsabilidad ya que dijo que al ocurrir el crimen  su hijo menor, estaba en un bar denominado Sambuca, en la Plaza del Zapato de Tijuana.
 
¨A Alfredo lo involucraron en este homicidio las declaraciones de Fausto Soto Miller y de Cabrera, un sujeto al que apodaban ´El Piedras´. Ambos dijeron que persiguieron al funcionario luego de abordar un taxi al salir del Aeropuerto de México, pero lo cierto es que mi hijo estaba aquí”.
 
Ahora después de esto y de muchos otros crímenes, el Juez Burns está por cerrar un capítulo de la historia que involucró a los dos países, al definir con su sentencia en el caso 97CR2520-LAB si Benjamín Arellano logra burlarse de la justicia o paga por todos los crímenes cometidos por el cártel que llevó a convertirse, tristemente, en el más poderoso del continente.

 

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