*.- Es un detonante de enfermedades graves
*.- Entre más temprano inicien los jóvenes su consumo, más riesgo existe de una adicción
Tijuana BC 30 de octubre de 2014 (AFN).- El alcohol es un detonante de enfermedades graves, motivo por el cual el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) mantiene una campaña permanente de información sobre los riesgos del consumo de esta sustancia, como alteraciones en órganos internos, sistema nervioso y comportamiento de las personas.
La doctora Ligia Esperanza Bravo Cuesta, médico de Salud en el Trabajo del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Tijuana, explicó que al ingresar al cuerpo, el alcohol es absorbido por el tracto digestivo y su tiempo de absorción depende del tipo de comida que lo acompañe, pero si las bebidas con las que se mezcla son carbonatadas, el organismo puede absorberlo con mayor rapidez.
En cuanto a sus efectos –dijo- se empiezan a notar a los 10 minutos de la ingesta, con una reacción total alrededor de una hora, en la que es metabolizado por el hígado en 90 por ciento, mientras el resto es eliminado mediante funciones del organismo como el de respirar, orinar o sudar.
La alcoholemia o concentración de alcohol en la sangre es lo que produce la embriaguez y se presenta cuando el hígado ha excedido el límite o capacidad para metabolizar esta sustancia.
En la primera fase de embriaguez, el individuo manifiesta ciertos cambios que aún es capaz de reprimir, esto avanza gradualmente hasta la relajación, cambios de ánimo, descenso de la autocrítica, desinhibición, manifestación de rasgos profundos de su personalidad y cierta dificultad para articular palabras.
En una segunda fase el habla es incoherente, hay incapacidad de seguir una conducta orientada, vértigo, náuseas y vómitos frecuentes.
En la tercera etapa, advirtió la doctora Bravo, existe poca o nula capacidad de mantenerse en pie, el habla es ininteligible y puede evolucionar a un coma, en el que se manifieste hipotermia, hipotensión e incluso, puede producir muerte por depresión respiratoria.
Si el consumo de alcohol es habitual, el cuerpo genera unas enzimas oxidantes de esta sustancia para facilitar su descomposición (de aquí la llamada resistencia o tolerancia al alcohol), lo cual da paso a una serie de desequilibrios metabólicos con aparición de radicales libres, que contribuyen al desarrollo de enfermedades hepáticas.
Son varios los órganos que resultan afectados por el exceso de consumo de alcohol, lo que se presenta gradualmente y después de un tiempo prolongado de uso. Cabe señalar que en el caso de las mujeres, estos daños pueden desarrollarse con mayor rapidez que en los hombres.
Bravo Cuesta mencionó que el alcohol actúa directamente como depresor del sistema nervioso, por esta razón disminuyen la ansiedad, la depresión y la tensión emocional e inhibiciones. También restringe la capacidad de concentración, de juicio y reacción refleja, condición que afecta las capacidades operativas del cuerpo como manejar, trabajar y hablar.
Asimismo, produce bienestar en el cuerpo por que estimula ciertas regiones del cerebro que generan sensaciones placenteras. Sin embargo, cuando disminuyen los efectos del alcohol estas mismas zonas originan sensaciones desagradables a través de distintas manifestaciones físicas y emocionales.
Por lo anterior y para contrarrestarlas, el individuo tiende a beber más alcohol para suprimir el malestar y no tanto como una forma de satisfacción. Esto, dijo, es el principio de la adicción.
Con el problema del alcoholismo, los órganos más afectados son el aparato digestivo, corazón, páncreas e hígado, produciendo enfermedades tan graves como la cirrosis y cáncer, además de ser un hábito y factor de riesgo para desencadenar enfermedades crónicas como hipertensión y diabetes, puntualizó la especialista del IMSS.
