El sueño de crear dinastías en el escenario de los negocios mexicanos sólo es alcanzado por 5% de las empresas familiares, que llegan a la cuarta generación, asegura Mario Rizo, socio de Salles Sainz Grant Thornton.

 

Se trata de empresas que dejaron la vieja práctica de improvisar y decidir sobre la marcha para formalizar políticas y procesos, y finalmente institucionalizarse.

 

La empresa familiar, recuerda, es aquella en la que el capital, la administración, gestión y gobierno se encuentran en una o más familias, y que será transmitida eventualmente a la siguiente generación, y representa hasta 90% de las empresas en México.

 

Rizo asegura que estas compañías van desde Pymes hasta sociedades anónimas bursátiles (SAB).

 

“Las compañías mexicanas no se encuentran preparadas para existir más de 40 años. Los fundadores de las firmas asumen erróneamente que tendrán tiempo suficiente para programar la sucesión o que la jerarquía familiar permanecerá igual dentro de la empresa una vez que él no esté.”

 

En este tipo de compañías, la participación de la o las familias en general supera 51% y este nivel de participación tan alto de la familia ocasiona problemas entre los integrantes de la compañía. “Todos se perciben como dueños del negocio, que pueden tomar decisiones trascendentales, faltan jerarquías y líneas de mando, se crean puestos para algún familiar, contratan a alguien más por el escalafón que guarda en la familia que por sus aptitudes”, ejemplifica el autor de Todos ganan, un manual de éxito para Pymes.

 

Recomienda que las empresas familiares en México “implementen un sistema de gobierno corporativo eficiente para mejorar los procesos y profesionalizar la compañía, para obtener mejores resultados de productividad, rendición de cuentas y transparencia”.

 

En el país, menciona, hay reticencia a institucionalizar las empresas por un sentido del honor mal entendido, una idiosincrasia milenaria y paralizante que frena los intentos de profesionalizar las empresas.

 

Frases como, “¿qué pasó, qué no estamos entre caballeros?” o “Pa’ mí la palabra vale más que un papelito” o la que ya de por sí debería generar algo de desconfianza, “¿Desconfías de mí?… Ni modo que yo te amuele”.

 

“Cuando esas frases vienen de un primo, de un tío, de la esposa o del esposo o de un hermano, suelen ocasionar un dilema moral-familiar al querer implementar límites y obligaciones a quienes además de ser parte de la familia son funcionarios de la empresa”, refiere Rizo.

 

Por otro lado, hay miedo a innovar. ¿Por qué formalizar procesos si siempre lo hacemos sobre la marcha y así ha funcionado siempre? Es un pensamiento habitual, refiere Rizo.

 

El socio de Salles Sainz Grant Thornton dice que un buen gobierno corporativo debe clarificar roles, derechos y responsabilidades para todos los miembros del modelo del negocio, imponer disciplina y el compromiso de ayudar a que los miembros de la familia, empleados y dueños actúen con responsabilidad y profesionalización.

 

Kaleydoscopio (www.kaleydoscopio.mx)