TIJUANA BC 27 DE NOVIEMBRE DE 2012 (lasillarota.com).- Tras seis años de combate feroz en nombre de una lucha contra el tráfico de drogas, Felipe Calderón Hinojosa dejará como legado una ola de violencia que ha cobrado al menos 60,000 vidas y que prácticamente ha llegado a un punto muerto.
Para cada uno de los más de 24 grandes capos que el gobierno federal logró abatir o encarcelar durante el sexenio, existe un sustituto. Para cada cártel supuestamente desmantelado, han surgido decenas de células operadas por sicarios y/o paramilitares que han expandido su influencia y ámbito de acción más allá de sus ocupaciones primarias. Se sigue cruzando droga a Estados Unidos y se siguen introduciendo armas al país.
A partir del sábado 1 de diciembre, Calderón será sucedido por Peña Nieto, quien ha comentado ya en público que la lucha armada continuará y México mantendrá su alianza con Estados Unidos para combatir el narcotráfico. Pero su enfoque sería distinto. En lugar de dirigir sus esfuerzos directamente hacia los grandes capos, se concentraría en disminuir las tasas de homicidio que prevalecen hoy en México. Hoy martes 27 de noviembre Enrique Peña Nieto se reunirá con Obama en la Casa Blanca, para plantear este y otros temas de interés binacional.
Pero al momento no es claro qué haría distinto Enrique Peña Nieto y cómo le devolvería a la ciudadanía la seguridad en sitios donde la última palabra la tiene la última bala. Mientras tanto, Calderón insiste en que su estrategia finalmente está haciendo un México más seguro. De acuerdo con Los Pinos, los homicidios relacionados con el narcotráfico se redujeron durante el primer semestre del año por primera vez desde 2006. Los lugares turísticos y las regiones donde habitan los retirados norteamericanos y canadienses están fuera de la espiral de violencia, y no se ha dado a conocer otro caso de asesinatos masivos, con cadáveres arrojados a las banquetas, malecones o edificios públicos.
Ciudades como Tijuana constituyen el ejemplo perfecto que Calderón quiso adornar –lugares otrora notablemente peligrosos ahora símbolo de prosperidad empresarial, paz social y violencia controlada. Pero este progreso, en nombre del “estado de derecho, la justicia y la libertad para nuestras familias”, como lo dijo el presidente recientemente ante el Congreso de la Unión, se ha puesto en marcha a un precio extraordinario. La guerra contra el narcotráfico marginalizó los pilares de su programa político y campaña electoral: la reducción de la pobreza, mejores oportunidades educativas, la generación de empleo y la apertura económica libre y competitiva, entre otros.
También se convirtió la lucha armada en el centro y tema principal de la relación bilateral con Estados Unidos. A través de la Iniciativa Mérida, México recibió alrededor de $2 mil millones de dólares en equipo y ayuda técnica. El ejército ahora utiliza helicópteros Black Hawk, lentes con visión nocturna, software y computadoras para combatir el crimen, y la Policía Federal Preventiva ha sido entrenada por militares norteamericanos. Pero la mariguana, las metanfetaminas y la heroína siguen estando a precios accesibles y más disponibles que nunca en el mercado estadounidense.
La guerra contra el narcotráfico no detuvo el flujo de estupefacientes hacia el norte, ni, de acuerdo con cifras de la ONU, tampoco alteró el precio por gramo de la droga: el valor de los enervantes se ha mantenido prácticamente en el mismo nivel durante la última década.En el mismo periodo, la guerra logró disparar los niveles de homicidios en México en más de 200%. Al finalizar su gestión este viernes, es probable que durante el sexenio calderonista se registren más de 100,000 homicidios en México, una cifra superior a los asesinatos registrados en el mismo periodo en Estados Unidos, un país con el triple de habitantes.
Con información de TheWashington Post.
