Elizabeth Santángelo
En algunas oportunidades he tenido que responder a la pregunta si la Ciencia Cristiana es una secta.
Como era desconocido para mí lo que significaba esta última, decidí ahondar en el tema para dar una respuesta fehaciente y clara.
Desde joven he practicado las enseñanzas de la Ciencia Cristiana basadas en los fundamentos de las leyes de Dios a través de los Diez Mandamientos y la plataforma de vida sana transmitida por Jesús.
De acuerdo a lo que fui descubriendo a través de la información, una secta, como bien lo define la palabra del latín “secare”, significa sectario, fanático, intransigente, dogmático, exaltado.
Estas características responden siempre a la idea de seguir a un líder o maestro. Todos responden en torno a la figura central del líder.
El Dr. Dan Feaster, formado en psicoterapia, Director del Samaritan Counseling Center of Southern Wisconsin y especializado en sectas, ha manifestado que con frecuencia los grupos sectarios utilizan varios métodos de control mental para persuadir a sus miembros, y hacer que acepten las creencias y prácticas del grupo.
Las personas vinculadas al mismo son explotadas y desarrollan una dependencia psicológica extrema respecto a sus miembros. El grupo sectario presenta una excesiva dedicación a una determinada persona.
Además, aprovechan las necesidades espirituales del individuo y buscan utilizarlas para controlarlo. Ellos insisten en que las personas deben rendir cuentas ante los líderes, coartando su libertad y generalmente influyéndolos a través del temor y el manejo de las emociones.
Una religión cristiana, en cambio, especialmente basada en las enseñanzas de Jesús, no se inclina a adorar su personalidad sino a valorar las ideas que ha transmitido a la humanidad, hasta hoy demostrables y prácticas.
Mary Baker Eddy, habiendo investigado dichas enseñanzas en el Siglo XIX, fundó una religión cristiana destinada a conmemorar la palabra y las obras del Maestro Cristo Jesús, restableciendo el Cristianismo de su época y el olvidado elemento de curación (ver Manual de la Iglesia). Una institución sin credos, ceremonias ni ritos, con el fin de elevar a la raza humana.
El sentido común y la capacidad de razonar puede llevar a los que estén buscando una razón para la vida a encontrarse a sí mismos, conectándose espiritualmente con la fuente de ideas que se originan en un poder supremo y no fundado en una personalidad con inclinación a equivocarse.
Es habitual respetar a quienes han dado a la humanidad la clave para encontrar el camino a la paz y a la realización, pero ese respeto de ningún modo se origina en la adoración a la persona, sino por reconocimiento a sus ideales y siempre que estén basados en el amor al prójimo, la solidaridad y la confianza en el poder de Dios.
Así como lo manifesté al comienzo, la Ciencia Cristiana llegó a mi vida para darme una comprensión más amplia y a la vez profunda de la naturaleza del ser, exenta de sufrimiento, de alguna clase de esclavitud o apego y algo esencial, a defender el derecho de sentirme libre.
Esta conexión abre puertas, no las cierra, da un sentido más genuino de la vida y descubre la verdadera esencia de un ser armonioso y equilibrado.
Tenemos la autonomía de tomar decisiones como producto de nuestra propia capacidad para pensar, y sentir que el bien es posible alcanzarlo aquí y ahora.
La práctica del cristianismo ha hecho visible esta realidad en mi experiencia y en la de muchas personas.
Elizabeth integra el Comité de Publicación, en Argentina, y escribe reflexiones desde su perspectiva como profesional de la Ciencia Cristiana. Síguela en Twitter: @elisantangelo1 - Facebook: Elizabeth Santangelo de Gastaldi