Eric Nelson
“He jurado ante el altar de Dios hostilidad eterna contra toda forma de tiranía sobre la mente del hombre” —Thomas Jefferson
Menciónese la palabra “despotismo” a la mayoría de las personas y probablemente vendrán a su mente imágenes sombrías de represión y agresión política, militar o religiosa tanto pasadas como presentes. Y sin embargo, por importante que sea enfrentar tales males cuandoquiera y dondequiera se presenten, la represión que aparece en nuestro propio pensamiento es un enemigo aún más insidioso.
“La abolición legal de la servidumbre no remunerada en los Estados Unidos fue difícil; pero la abolición de la esclavitud mental es tarea más ardua”, escribe la reformadora cristiana Mary Baker Eddy. “Las tendencias despóticas, inherentes a la mente mortal y que continuamente germinan en nuevas formas de tiranía, tienen que ser desarraigadas por la acción de la Mente divina”.
No hay una sola persona en el mundo que no haya sentido, en mayor o menor medida, los efectos de la esclavitud mental —la perspectiva de la vida basada en el temor que nos impide vivir de acuerdo con nuestras mejores y más inspiradas aptitudes. Sin embargo, al parecer estamos mucho más inclinados a resistir algunas injusticias externas, por válido que ello sea, que a desafiar esa engañosa voz interior que siempre insiste en que lo que obstaculiza el camino de nuestro progreso es de alguna forma insuperable.
Los efectos son numerosos —desaliento, desesperanza, etc. — pero quizás el más palpable de ellos sea la enfermedad. “La enfermedad es una cosa del pensamiento, manifestándose en el cuerpo”, afirma Eddy, “y el temor es lo que engendra el pensamiento que causa la enfermedad y el sufrimiento”.
Recuerdo que una vez, hace algo así como una década, sufrí un fuerte dolor en la espalda y en la pierna, que pronto descubrí se debía a una hernia de disco. A duras penas podía acostarme y levantarme, y tenía problemas para caminar. Supongo que una respuesta típica podría haber sido ir a la farmacia a comprar un calmante, y luego hacer reposo y esperar. Mientras para algunas personas este método podría parecer eficaz, yo en cambio opté por orar.
Aunque en algunas ocasiones oré a Dios con un sincero “¡Dios, ayúdame!”, con alguna expectativa de mejorarme, la oración en este caso requería una comprensión más profunda de la presencia y el poder de Dios para cambiar tanto la condición mental como la física. Lo que más necesitaba era estar conscientemente abierto a lo que Dios, o la Mente divina —para usar el término de Eddy— tenía para decirme respecto a mi identidad espiritual. Sin embargo, lo que escuché no tenía nada que ver con mi cuerpo y todo que ver con mi relación con los demás.
Al orar, pude ver que me había obsesionado con la profunda división política de la época, y la ya demasiada habitual evidencia que estaba viendo de esto en mi propia experiencia: las discusiones acaloradas, los distintos puntos de vista y demás. Pero más que nada era la persistente ansiedad que sentía de plantear determinados temas de conversación por temor a que se creara una situación incómoda para otros y para mí mismo.
Esa fue la primera parte de mi oración, ser receptivo a la Mente divina a la que estaba orando, y a lo que ella estaba revelándome acerca de la verdadera fuente de la desarmonía que yo estaba experimentando. La segunda parte fue la comprensión más elevada de que la Mente divina era compartida por todos, y que las opiniones humanas, por divergentes que fueran, no tenían poder para separarme de mi familia y amigos ni hacer que los amara menos. Luego me di cuenta de que el dolor en la espalda y la pierna habían desaparecido para no retornar jamás.
Si tuviera que resumir esta victoria sobre la esclavitud interior y mental en una sola palabra, diría “amor” —amor hacia Dios y amor hacia mi prójimo que exigía ser expresado en medio de tanto temor y división. ¿Fue este amor algo que yo forcé sobre mí mismo? No lo creo. Como dice la Biblia: “Nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero”. El amor es nuestra inclinación más natural y nuestra segura defensa contra todas las formas de tiranía.
Eric Nelson escribe acerca de la relación entre la consciencia y la salud como Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana para California del Norte. Artículo publicado originalmente en Communities Digital News, @CommDigiNews.