Por Manuel Hernández “El Funo”
TIJUANA BC 12 DE NOVIEMBRE DE 2015.- Hará cosa de poco más de 20 años, que llevé a mi hijo mayor a presenciar una corrida de toros. Su comentario al terminar la corrida fue: ¿Cuál de los tres toreros ganó y cómo quedó el marcador? Esto en alusión a los deportes que invaden nuestro televisor todos los días y desde entonces; y que a muchos nos convierten en fanáticos de algo muy complementario a nuestras vidas, pero que no debería ser definitivo. No debería ser totalitario y sin embargo a muchos los lleva a medio matar a golpes por el supuesto amor a una camiseta de algún equipo, a su prójimo, que solo difiere por su preferencia a un equipo contrario.
Vivimos en mundo sínico que en veces parece golpearnos de frente con la realidad de que cada vez somos menos humanos. Menos tolerantes con nuestros semejantes en sus gustos y preferencias sexuales, sociales o deportivas. Y sobre todo, muchos de nosotros abanderamos la causa de la decencia, la moral y las buenas costumbres sin mucha idea de las consecuencias de lo que nuestras exigencias o prohibiciones hacia los demás en ciernen.
Siendo claros, ninguno de mis dos hijos a quien llevé a los toros desde muy chicos se convirtió en asesino por este hecho, ni se la pasan dentro de un rastro para excitarse con el sufrimiento ahora si de un indefenso animal domesticado, no un toro de lidia en una plaza, a punto de morir. Pensemos en esto cada vez que estemos en la taquería o restaurante, comiendo carne de res o puerco y veamos en donde queda la supuesta y mal fundada moral de muchos de nosotros.
Los que desean prohibir la tauromaquia en Baja California, omiten unos cuantos detalles, tal vez insignificantes para ellos. Tan lo creo así que en ninguna de sus declaraciones presentan un plan para dos situaciones muy básicas: Una, ¿quién va a compensar el trabajo de las personas que viven precisamente de los festejos taurinos (boleteros, publicistas, acomodadores, vendedores de todo, etc.) si es que esa fuente de trabajo desaparece? ¿Las agrupaciones anti-taurinas? ¿El Estado? O mejor que busquen otro empleo, como si viviéramos en la opulencia como país desarrollado y sin desempleo. Y la otra, ¿qué se imaginan ellos que va a suceder con los miles de toros bravos que se encuentran pastando en el Campo Bravo Mexicano, es decir, las ganaderías? De nuevo, ¿Ellos van a compensar el mantenimiento de estos animales para que no corran la misma suerte que el ganado de engorda y acaben en un matadero? O peor, ¿Sólo se trata de que no mueran en una plaza donde la gente pueda disfrutar de su bravura, sino tras bambalinas en un rastro?
Es muy “noble” pretender tener soluciones a situaciones que no son de nuestro gusto, las entendamos o no. Pero sí vivimos en un país libre y pretendes quitarme esa libertad de asistir con mis hijos a un espectáculo que mantiene a miles de familias mexicanas y que tiene una tradición arraigada en mi país desde que los españoles llegaron a conquistarnos, más vale que al igual que yo respeto tú gusto de protestar e insultarme a las afueras de un plaza y me llames “asesino”, respetes mi derecho a asistir a una plaza en sana paz. Recuerda, yo no te obligo a asistir
Si no podemos coincidir, por lo menos brindémonos el espacio de no estar de acuerdo sin imposición alguna.
