Por: Alejandro Zepeda
ENSENADA BC 14 DE DICIEMBRE DE 2025 (AFN).- En Ensenada hay casas bonitas, casas discretas y casas que, cuando llega diciembre, se convierten en punto de peregrinación. Una de ellas está en la esquina de calle 13 y avenida Riveroll.
Desde hace 36 años, la familia Hernández Owen abre las puertas de su hogar (Sí, su casa de verdad, donde comen, duermen y celebran), para recibir a cientos de familias que acuden a tomarse la foto con Santa, con los miles de adornos que cubren cada rincón o, incluso, con un Grinch que esta vez no llega a espantar, sino a dar la bienvenida. Porque en esta casa, hasta el villano entendió el espíritu de la Navidad.
Sheryl Owen, parte del staff y de la familia, cuenta que todo comenzó con un gesto sencillo y profundamente humano… su mamá, Leticia, quiso sorprender a su hijo recién nacido, Shenn. Quiso que su Navidad fuera distinta, más luminosa, más alegre. Y como solemos hacer los papás (y aquí uno se identifica), hizo todo lo posible por provocar esa carita de asombro frente al arbolito. El problema fue que esa intención se salió de control… para bien.
Con el paso de los años, los adornos crecieron, las luces se multiplicaron y, hace 30 años, la familia decidió abrir su casa al público. No un museo, no una escenografía, su casa. Ese espacio sagrado que, cada diciembre, se transforma en un lugar de encuentro, fotografías, risas y felicidad compartida.
Eso sí, Sheryl aprovecha para desmentir varios mitos urbanos. No, su papá no trabaja en la CFE. No, la casa sí es habitable. Ahí viven, ahí duermen, ahí cenan Navidad. Y sí, el recibo de la luz llega puntual y sin espíritu navideño de aproximadamente 22 mil pesos, producto de miles de focos encendidos con amor… y con consumo eléctrico real. Por eso piden una cooperación de 50 pesos, no para hacerse ricos, sino para salir tablas entre la luz, la contratación del Grinch y el personal que ayuda a mantener el orden entre tanta ilusión acumulada.
El montaje no es cosa menor, los adornos comienzan a colocarse desde inicios de octubre para estar listos el 1 de diciembre. Dos meses de instalación y, después, casi tres meses y medio para desmontar, limpiar y guardar cada adorno con cuidado, pensando en el próximo año, en los próximos niños, en las próximas sonrisas.
Yo llevé a mis hijas. Ellas salieron felices. Yo salí feliz porque ellas lo estaban. Y en ese momento entendí que esta casa no solo enciende luces, enciende algo más profundo… la memoria, la infancia, la esperanza. Seguro volveremos el próximo año. Como tantos otros que ya saben que, en Ensenada, la Navidad también vive en la casa de la esquina… y se apellida Hernández Owen.
