*.- Sigue el Ejército acercándose a la gente
*.- Los brindis son buenos, pero…
DORA ELENA CORTÉS
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Ya estamos en 2011 y aunque no pareciera cierto, han transcurrido los primeros dos días del inicio de la segunda década de este nuevo siglo, que seguramente nos traerá noticias de toda índole y de todos los ámbitos.
Lo mejor será, como siempre se nos ha repetido, disfrutar al máximo de cada momento que estamos viviendo pero sobre todo, sacando el máximo provecho en conocimiento, para ser cada día mejores.
Y en este año, en el que la seguridad seguirá siendo una prioridad, donde los cuerpos policiacos y sobre todo del ejército, continuarán como actores principales, observamos que la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) persiste en su intención de acercarse a la población y mostrarle cuál es la realidad de nuestras fuerzas castrenses.
El día 30 de diciembre, del ya pasado año, la SEDENA abrió sus puertas en el Distrito Federal, del Museo del Ejército y de la Fuerza Aérea (MUEFA), como parte también, de las festividades que se organizaron con motivo del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana.
El Museo, para quienes pretenden ir en breve a la Ciudad de México, se encuentra en el número 1838 de la Calzada de Tlalpan, en un inmueble de la antigua red de tranvías, según se informa.
Es un museo moderno, histórico e interactivo, en el que se podrá conocer y recrear hechos de las dos fechas celebradas durante el año que concluyó. Destacan, según lo que se advierte: la Galería de los Héroes, con las propuestas de viva voz y proclamas de los héroes, así como una mesa donde se recrean las batallas más importantes.
También se encontrará la sala “Murió Por la Patria”, donde se recrea un homenaje a los caídos en batalla y la Exposición Bicentenario, que transmite a los asistentes los valores de lealtad, honor, servicio y amor por la patria, que mucho se requieren hoy en día.
Si va, platíquenos y mucho mejor, traiga fotos para compartir con los lectores de AFN
Los brindis, son buenos, pero…
Antes de platicarles por qué, permítanme decirles que cuando los pronósticos eran muy malos y no se presentaban indicios de que Chela mi hermana pudiera recobrar el sentido por el grave problema cerebral que presentó, de improviso, de un momento a otro, empezó a mostrar signos de consciencia, el miércoles 29 de diciembre y de ahí a la fecha ha tenido ciertos avances, que aunque mínimos, parecen milagrosos y podrían considerarse como grandes pasos.
Ella sigue internada en la clínica 20 del IMSS de la que es derecho-habiente y con sus pro y contras, podemos decir que la atención y trato han sido aceptables, esto al margen de la personal atención que nos han brindado tanto el delegado del Seguro, Pablo Contreras, como el doctor López Manjarrez, director de la clínica y sobre todo nuestros buenos y siempre solidarios amigos de Comunicación Social.
Al margen de todo esto no puedo dejar de comentar algunos aspectos que me parecen preocupantes y que ya los he platicado con los señalados, pero de igual forma siento la obligación de apuntarlos para que los trabajadores que confían en esta institución para curar sus males, puedan tener la confianza de que la atención será la adecuada.
Tal y como lo dije a los mencionados, no todo es malo dentro de esta institución pero tampoco no todo es bueno. No todos son malos, como médicos y enfermeras, pero tampoco no todos son los mejores profesionales que la población derechohabiente merece.
La noche del 30 de diciembre, en el tercer piso de la clínica 20, alrededor de las 23:00 horas se empezó a escuchar mucho movimiento en la zona donde se encuentra la recepción de ese nivel. Una voz de hombre dijo: Sólo pude traer chicharrón y después se escuchó el animado ambiente que se formó en el lugar.
Algunas enfermeras traían de esos gorritos de fin de año y otras platicaban sobre si irían o no al próximo festejo de su día, aunque lo harían “si es que puedo llevar a mi hombre, porque para estar sola no tiene caso”. Pocos minutos después se escuchó el descorche de una botella que por el sonido, muy seguramente era sidra, porque la champaña está cara, y acto seguido, el tradicional ¡salud!
Esto no estaría nada mal, pensé, porque la jornada es larga y siempre es difícil el turno de la noche, sin embargo esto sucedía cuando una hora antes les había pedido que atendieran a una señora que se encontraba en la cama 334, que no tenía a ningún pariente al lado y que me había solicitado llamar a una enfermera.
Salí y así lo hice y la enfermera que escuchó mi petición, solamente dijo: ¿a quién le toca la 334? Y nada más. No sé por qué siempre están cerca del sitio, enfermeras y doctores a los que “no les corresponde esa cama”.
A los 15 minutos de confirmar que nadie se acercó le pregunté a la mujer, joven por cierto, que si ¿qué era lo que deseaba? para ir a pedirlo porque era obvio que nadie llegaba y me respondió: un pañal y una bata.
Me dirigí a la recepción donde estaban varias enfermeras sentadas y dos jóvenes de pie y les dije: la señora de la cama 334 pide un pañal y una bata. De igual forma, sólo me vieron sin responderme directamente y volvieron a lanzar la pregunta en un ambiente que parecía ser de “no hay nadie”.
Sin respuesta y tratando de guardar la paciencia me regresé al cuarto y recordando que nosotros teníamos pañales, le regalé dos a la señora diciendo: Le debo la bata porque no tengo pero por lo menos con éstos estará tranquila. La señora se cambió y en una sala próxima a la recepción se escucharon los repetidos ¡salud!
Hubiese existido o no un brindis, por lo que he podido atestiguar directamente, la última visita que hacen a los enfermos durante el día es a las nueve de la noche, en la que al parecer también hay cambio de turno. Revisan a los enfermos, les revisan la cama, los medicamentos, informan al que llega qué comió y ¡no se les vuelve a ver sino hasta las ocho de la mañana del día siguiente! Así es que si los enfermos se ensucian, lloran, se quejan, se mueven, se quitan sondas y todo eso, no hay quién se percate de ello.
En el IMSS se han acostumbrado a que los familiares estén con los pacientes y hasta muestran malestar con aquel donde presumen que hay “abandono”, término que utilizan muy frecuentemente en los casos donde los enfermos no están acompañados las 24 horas.
Hacen sentir mal a los familiares, sin tomar en cuenta que hoy en día “todo mundo trabaja”, porque insinúan que no se quiere al enfermo, sin embargo aprovechan esta situación para que en el mayor número de los casos, hagan el trabajo que a ellos les corresponde. Por lo mismo, desde un inicio, establecen su distancia, marcan su superioridad e instruyen sobre cómo se les debe cambiar, cómo dar de comer, cómo estar al lado de su paciente, aunque cuando se les llame por lo que uno considera una emergencia, apenas si voltean a verlo.
Además, el acompañar a un familiar es casi imposible además de las exigencias de la vida diaria, el que hace la guardia nocturna debe entrar, sin excepción antes de las ocho de la noche y no puede ser relevado antes de las ocho de la mañana, porque las puertas se cierran. Y además de lo cansado de la jornada (y más si se trabajó durante el día) uno debe mantenerse a un lado de la cama, en un angosto espacio que queda entre ésta y la pared y en una dura silla. Si hay cama disponible en la habitación ¡ni pensar en utilizarla, porque está prohibido!.
Insisto: no todos son malos ni ineficientes en el Seguro Social. Hay quienes responden con amabilidad y hasta simpatía ante los angustiados familiares, pero hay quienes recuerdan a carceleros de un penal, o si quiere más amablemente a un elemento “de la migra”, porque la sonrisa les es, sino difícil de llegar, si, prohibida.
¡Feliz Año Nuevo 2011!