TIJUANA BC 7 DE ABRIL DE 2012 (AFN).- Felipe Guzmán originario de Oaxaca llegó a esta ciudad fronteriza en la década de los 70’s con la intención de conocer “los verdes”, sí los conoció pero sólo de denominación de “uno”, refirió entre carcajadas y eso cuando vendió su vivienda en la colonia Salvatierra. Ahora, a sus casi 93 años de edad se dedica a la venta de paletas en la zona de Playas de Tijuana.

El próximo 25 de abril de este año le faltarán siete para cumplir el Centenario de vida. Actualmente sólo vive con sus recuerdos, en la colonia Lázaro Cárdenas. De su hijo, prefirió no hablar: “si es vicioso, malviviente… a mi no me culpen, yo eso no se lo enseñé”. Revela que aquel se recibió de ingeniero agrónomo pero desde hace tiempo no sabe nada de su paradero.

Este “Sábado de Gloria” acudió como todos los días a vender su producto a la zona del malecón en Playas de Tijuana, porque a la zona de playa ni al andador lo dejan bajar, “los de reglamentos”, manifiesta inconforme. “Dicen que necesito permiso; voy a pedirlo y me dicen que no hay ¡así cómo! Exclama con  su tono bajo de voz, pero firme.

Busca clientes de reojo y prosigue con su plática. Comenta que llevaba más de dos horas sin vender su primera paleta: “si hay gente pero no compra”, aclara para advertir que no se ha hecho la “cruz” este día. Se le pregunta ¿cómo estuvo la venta ayer?: “Ayer me fui al Viacrucis; antes de todo soy creyente, pero el jueves sí hubo venta”.

“Saca” alrededor de 150 pesos, los días que tiene venta: La mercancía que no logra vender la regresa a la paletería que le provee de ese producto en la colonia Los Laureles, dentro de la misma delegación de Playas de Tijuana.

Con un pequeño problema en sus ojos, los cuales por más de 90 años han visto cosas que no quiere platicar, insiste en que él no necesita de nadie: su esposa ya murió, su hijo se fue, “yo estoy sólo, pero ni crea que necesito de nadie, así estoy bien”. Corta la plática diciendo: “bueno ya me voy a mover porque necesito vender” y se fue sonando su campana con la intención de hacer su primera venta del día, que fue un “boli” de rompope de ocho pesos. Se le pagó con una moneda de 10, con la cual se hizo su “Cruz” anhelada.