TIJUANA, BC 28 DE ENERO DE 2012 (AFN).- “Te vengo a suplicar que me ayudes, quiero encontrar a mi hijo” fueron las primeras palabras que pronunciaron los labios de Adriana cuando visitó dentro de la penitenciaria a un hombre que en mayo del 2009 presuntamente secuestró a su hijo, quien viajaba acompañado de otras dos personas.
La noche anterior, Adriana Moreno se plantó durante horas frente al espejo de su baño y ensayó su monologo, que al día siguiente se convertiría en un dialogo entre ella y quienes las autoridades le informaron estaban relacionados con la desaparición de su hijo, que resultaron ser un compañero y el patrón de ambos.
La reunión descrita es parte de los resultados obtenidos por padres y familiares de personas desaparecidas de todo el país, quienes por años han solicitado a las autoridades para que les autoricen a acudir a las penitenciarías donde están recluidos los presuntos secuestradores de sus familiares que a la fecha no han aparecido; el objetivo es saber dónde abandonaron sus cuerpos.
Esto lo dio a conocer Fernando Ocegueda Flores, presidente de la Asociación Unidos por los Desaparecidos de Baja California (Audbc), este viernes, durante una entrevista realizada en una de sus manifestaciones que continuamente realiza en la explanada del Centro de Gobierno del Estado, evento en el cual denunció la falta de voluntad política del gobierno para atender estos casos.
Sin rastro
Los hechos narrados por Adriana Moreno ocurrieron el 11 de mayo de 2009 en Coahuila, cuando su hijo, junto con un amigo y el dueño de la agencia importadora donde trabajaban, se decidían a viajar hacia Tijuana para entregar un carro que iban a importar, y durante el trayecto fueron interceptados por un comando armado justo a la una de la madrugada.
Al recibir la noticia, Moreno dio aviso a la esposa de su hijo, quien la acompañó para denunciar lo sucedido; y tras varios meses de ir y venir, de suposiciones y declaraciones por parte de las autoridades que investigaban el caso, los presuntos delincuentes fueron detenidos.
Sin embargo, ninguno de los cuerpos ha sido encontrado hasta la fecha.
No bastó para la madre tener la certeza de que los responsables de que no volviera ver a su hijo estuvieran presos, pues la incertidumbre de no saber dónde está su cuerpo, si aún está con vida o no, es lo que más le pesa, además de la pena de no poder visitarlo siquiera en una tumba cuantas veces ella quisiera.
La decisión de insistir en la búsqueda la tomó Adriana cuando se percató que su caso no era un hecho aislado ni único, pues existían y existen cientos de familias en situaciones similares, que buscan desesperadamente a sus parejas, hijos, padres u otros seres queridos ausentes; y por eso a la mujer le pareció buena idea unirse a la organización ciudadana Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos de México (Fundem), en coalición con la Aaudbc y organizaciones de otras entidades.
Antes de pertenecer a este grupo, Adriana y otras madres de jóvenes desaparecidos constantemente visitaban las oficinas de la Secretaría de Gobernación (Segob) y de la Subprocuraduría de Investigaciones Especializada en Delincuencia Organizada (Siedo), para solicitar el permiso de ir a los centros penitenciarios a ver a los detenidos o sospechosos.
Lo anterior, porque según averiguaciones propias o gracias a la información de algunas autoridades, tenían el indicio de que algunos presos estaban relacionados con las desapariciones; y ante la negativa constante del gobierno, las madres decidieron integrarse a la citada asociación y fue hasta entonces que consiguieron su primera cita.
Según narró Moreno, fue durante la reunión que sostuvo el activista Javier Sicilia con el Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, el año pasado en la Residencia Oficial de Los Pinos, que les permitieron acudir al evento a condición de que no preguntaran nada y sólo escucharan; pero no hicieron caso.
Tras platicar con uno de los asistentes del mandatario federal, la representante de Fundem pactó los permisos para visitar a los reclusos, directivos de la Siedo realizaron los trámites necesarios a través de Segob, y después de un año, personal de la dependencia federal les informó la fecha de su visita.
"¿Dónde está mi hijo?”
Eran las primeras horas del día, y a Adriana, al igual que a su nuera y a Yolanda, la representante de Fundem, los nervios y el miedo las tenían al borde del llanto, pero ese era el día para, en sus propias palabras, “finalizar todo un ciclo y una lucha encarnada por encontrar a mi hijo, y tenía todas las esperanzas”.
Llegaron a las oficinas donde era la cita definitiva, donde un vehículo ya las esperaba para trasladarlas al Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) de Coahuila; y después de unas horas de transitar por carretera pavimentada y después por terracería tuvieron a la vista la penitenciaria de máxima seguridad.
Dentro del penal, las llevaron y sentaron en un espacio donde los reclusos pueden hablan con sus abogados a través de un vidrio de seguridad con un espesor aproximadamente de 10 centímetros.
“Pensé que iba a ser como una plática, así como (estamos) tú y yo, pero no; además, nos dejaron hablar con los cuatro, y no uno, mejor; son más oportunidades de saber”, comentó la mujer, con ansiedad, tras lo que soltó la frase definitiva a los detenidos: “Te vengo a suplicar que me ayudes, quiero encontrar a mi hijo”.
De su parte no hubo preguntas, ni reclamos, ni insultos, recuerda; lo que prevaleció fue su súplica como una madre que tenía más de dos años sin conocer el paradero de su hijo.
El primero en responder le dijo: “yo no sé nada”, “a mí me plantaron evidencias”, “soy inocente”.
La dinámica se repitió con los otros tres, y ninguno supo, y ninguno fue; aunque en algún momento fue evidente que quisieron "negociar" información, para lograr que les cambiaran de prisión a una de menor seguridad, o que los trasladaran a una donde estuvieran cerca de sus familiares.
"¿No sientes que estabas negociando con el enemigo?", preguntó la reportera.
Tras unos segundos de silencio, la mujer refirió que para ella era muy importante escucharlos; “vale la pena, claro que sí, estoy negociando, para eso están las autoridades que ellos se encarguen, yo por mientras voy a hablar con él y le voy a ofrecer hasta la libertad, estamos dispuestos a hacerlo si nos dicen donde están nuestros muchachos”.
Actualmente, durante lo que va de este 2012, dos familias de Baja California han podido conseguir el permiso para visitar a quienes se presume pueden tener alguna pista de donde se encuentran sus familiares, y existe una larga lista de personas esperando la misma oportunidad que tuvieron Adriana Moreno y su nuera.