MÉXICO 22 DE AGOSTO DE 2016 (ComPubMex).- Sentirse solo puede ser un desafío para casi todas las personas en algún momento u otro. Pero hay una respuesta, que comienza con un punto de vista espiritual, que puede ayudarnos a sentirnos amados y necesitados aun cuando estemos solos.
Aunque la soledad es un problema creciente en Estados Unidos, el neurocientífico e investigador de la Universidad de Chicago, John Cacioppo, concluyó que las buenas amistades pueden invertir esta sensación. Afirmó: “Nuestro trabajo sugiere que lo importante es tener amigos en los cuales confiar. Alguien con quien se pueda contar”.
Su afirmación nos invita a considerar, en primer lugar, cómo podemos ser buenos amigos para otras personas. Todos somos capaces de ayudar a otros a sentirse menos solos. Expresar nuestra espiritualidad, nuestro afecto, humildad, perdón y gratitud hacia los demás, es una forma maravillosa de combatir la soledad en nosotros mismos y en otros.
En el transcurso de la vida, todos esperan tener el apoyo y el aliento de sus amigos y familiares, especialmente durante los tiempos difíciles. Todos anhelamos el “viento bajo nuestras alas”, para parafrasear un clásico de Bette Midler. Recuerdo una época de mi vida en la que perdí a mis dos mejores amigos y simultáneamente estaba comenzando a trabajar en un nuevo empleo. En lugar de sentirme aislado, comencé a buscar oportunidades de utilizar mis talentos en beneficio de los demás, y terminé incorporándome a una banda comunitaria y tocando el clarinete.
Pero también reflexioné mucho durante esta época, orando para encontrar la forma de sentirme completo, ya sea que tuviera amigos o no. Comencé a ver con más claridad que el gran amor de Dios es el viento bajo nuestras alas, para cada uno de nosotros. En la Biblia, Pablo escribe: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna cosa creada nos podrá separar del amor de Dios...”. Cuando leí esto, pude sentir cómo se disolvía el frío de la soledad y la calidez de un Amigo divino siempre presente me abrazaba.
Ese Amor divino está con cada uno de nosotros ahora mismo, y es el Principio divino constante, imparcial, universal, por lo que nadie es dejado de lado. Al abrir nuestros corazones a este Amor y reconocer Su presencia, sentimos que los lugares vacíos de nuestro corazón se llenan de amor, gozo y fortaleza para seguir adelante.
Su soledad también puede desaparecer, pues ese Amor divino ¡es el viento bajo sus alas!
Thomas Mitchinson escribe sobre la relación entre el pensamiento, la espiritualidad y la salud, como columnista independiente y Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana.