Por: Esteban Capella Ibarra
REFLEXIÓN DEL DÍA.-
TIJUANA BC 30 DE NOVIEMBRE DE 2024.- La depresión pasiva es una condición mental que se manifiesta de manera sutil pero profunda. A diferencia de la depresión clásica, donde los síntomas como la tristeza intensa y la desesperanza son evidentes, la depresión pasiva se caracteriza por una sensación generalizada de apatía, resignación y desconexión emocional. Las personas que la padecen pueden continuar con sus actividades diarias, pero sin un verdadero compromiso o interés. Esta falta de motivación y participación emocional afecta profundamente la calidad de vida.
En la esfera pública, la depresión pasiva se traduce en una disminución notable de la participación ciudadana. La apatía y la desconexión hacen que muchas personas se sientan incapaces de influir en su entorno o creer que su participación realmente marcará una diferencia. Como resultado, vemos una menor participación en procesos democráticos, como votaciones, manifestaciones y debates públicos. La falta de participación cívica puede tener consecuencias graves para la salud de nuestra democracia.
Estudios como el de Rottenberg y Gotlib en 1991 han identificado que la depresión puede llevar a una disminución en la actividad social y la capacidad para disfrutar de las interacciones. Además, la “teoría de la depresión interpersonal” de Coyne en 1976 sugiere que las personas deprimidas pueden tener dificultades para mantener relaciones interpersonales saludables, lo que podría contribuir a una menor participación en la vida comunitaria.
Aunque no tengo datos específicos de estudios recientes, se sabe que en muchas democracias del mundo la participación ciudadana ha disminuido en las últimas décadas. En México, esta tendencia es palpable en la falta de interés por los procesos políticos y sociales, reflejo de una sociedad que se siente desconectada de las instituciones y poco representada por sus líderes. Este fenómeno se ha exacerbado por factores como la percepción de corrupción, la falta de confianza en las autoridades y el sentimiento de que las acciones individuales no generan cambios significativos.
La falta de participación ciudadana no solo es un síntoma de desilusión con el sistema político, sino también una consecuencia de la depresión pasiva. La apatía y la desconexión emocional hacen que muchas personas solo reaccionen cuando se ven directamente afectadas. Un ejemplo reciente es la reacción de los sindicatos de burócratas en Baja California, donde los maestros y trabajadores del gobierno, al ver amenazados sus beneficios y prestaciones, se movilizaron para defender sus derechos. Esto resalta la gravedad de una sociedad que solo actúa cuando sus intereses personales están en juego, en lugar de entender que debemos reaccionar ante cualquier amenaza al interés colectivo, ya sea social, ecológico o de cualquier otra índole, sin esperar a que nos afecte de manera directa.
Reconocer la depresión pasiva y su impacto en la sociedad es esencial para fomentar una participación ciudadana más activa. Al crear conciencia sobre la salud mental y promover entornos donde las personas se sientan motivadas y capacitadas para involucrarse en la vida comunitaria, podemos fortalecer nuestra democracia y contrarrestar la tendencia hacia la apatía cívica.
El autor es egresado de la Licenciatura en Administración, Derecho, actualmente cursa la Licenciatura en Psicología y es Presidente de Profesionistas Unidos por Baja California A.C.
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