México DF 25 de junio de 2014 (lasillarota.com).- En 2013, las autoridades rescataron 12 cadáveres de adultos mayores que murieron solos en sus casa; siete de cada 10 ancianos que viven soledad padecen alguna enfermedad.
“Z1… Z1 en Santa Úrsula Coapa” se escucha a través del radio de Guido Sánchez, director del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM). Se trata del hallazgo de un cadáver en una unidad habitacional, es un anciano y sus vecinos se dieron cuenta que murió cuatro días atrás cuando un intenso olor les llegó a todos.
“Se llamaba Enrique. En ocasiones lo venía a ver su sobrina o hija, no sé en realidad qué parentesco tenían, pero pues ya luego lo olvidaron. Pasaron varios días desde que ya no salía a darse sus vueltas, luego vino el olor y supusimos que ya había fallecido”, relata Marco, vecino de la unidad habitacional.
En esta unidad reina el silencio. Ubicada detrás de un centro comercial de la avenida Calzada del Hueso, las casas dúplex han sido convertidas por sus habitantes en pequeños búnkers (doble chapa en las puertas, rejas en ventanas y en algunos casos han sido clausuradas).
La muerte de adultos mayores en soledad es un fenómeno que va en incremento, consideran las autoridades. Tan sólo el año pasado, el Heroico Cuerpo de Bomberos del Distrito Federal rescató 12 cadáveres de personas de la tercera edad que murieron en estas circunstancias. Nueve eran hombres y cuatro mujeres.
"(Son) cadáveres que tienen tres, cuatro días, que ya hay un olor fétido, que los vecinos reportan el problema y cuando llegamos pues evidentemente son personas que están en situación de abandono, principalmente un abandono familiar", detalla Guido Sánchez, director del ERUM, corporación que también atiende este tipo de situaciones.
Sin embargo, los números no son exactos, pues las autoridades reconocen que hasta el momento no lo han considerado un problema.
“Un infarto, una enfermedad cerebro vascular, solos en su domicilio y nadie se da cuenta que hubo este problema, que fallecieron. A veces quedan en el baño o en ocasiones los encontramos sentados en sus salas”, detalla el jefe Guido.
Para doña Amalia, por ejemplo, su corazón se ha convertido en una bomba de tiempo y el pasado 14 de febrero, le dio el primer aviso.
"Me empezó a doler el brazo, me dio mucha comezón, me rascaba pero se me empezó a dormir; sentía la pierna muy pesada y el cuello lo tenía acalambrado; la lengua la empecé a sentir muy gruesa, arrastraba las palabras, pero nunca me di cuenta de lo que estaba sucediendo: me estaba infartando", recuerda.
Según estimaciones de la Secretaría de Desarrollo Social del DF, siete de cada 10 adultos mayores en la ciudad padece alguna enfermedad, padecimientos a los que se suma la depresión que les genera la soledad.
"Un adulto mayor se siente más triste y más agobiado y más enfermo porque nadie le habla, porque nadie lo visita, porque nadie lo ve, que por un tema económico, que por un tema de otra cosa. Entonces la angustia que proporciona la soledad, el abandono, es muy fuerte y ocasiona una depresión que a veces tiene consecuencias irreparables", asegura la titular de SEDESO, Rosa Icela Rodríguez.
De acuerdo con los datos del ERUM, 40% de las 450 emergencias que se atienden diariamente son por complicaciones de enfermedades. Los adultos mayores son las principales víctimas en dichas situaciones.
Un nuevo síndrome aqueja a los adultos mayores del Distrito Federal: el abandono. En los últimos 10 años, los casos de ancianos que han sido dejados a su suerte se han incrementado en más de 300 por ciento, de acuerdo con datos de la Secretaría de Desarrollo Social del DF.
Actualmente, según el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi), en la ciudad hay más de un millón de adultos mayores y al menos 200 mil de ellos viven en soledad.
A la par, la violencia intrafamiliar contra los ancianos también se ha elevado. En los últimos cuatro años, la Procuraduría General de Justicia del DF ha registrado al menos siete mil casos, cinco al día.
UN TRIUNFADOR SOLITARIO
Don Carlos quería estar pulcro para la entrevista, pero el rastrillo con el que se rasura en días especiales no tuvo palabra de honor y en un descuido le cortó la barbilla. Por eso está molesto, porque su camisa “nueva” (azul, de segunda mano, donada al asilo donde vive, que es la primera vez que usa) tiene una mancha de sangre.
“Ustedes disculpen, me ganaron las prisas”, dice este septuagenario mientras una enfermera habilidosa le detiene lo que queda de la hemorragia.
Una vez arreglado el desperfecto en su rostro, don Carlos está listo para recordar por qué lleva más de 20 años sin ver a sus familiares.
“Sólo le voy a pedir un favor, que no me pregunte por mi ex esposa. Hay heridas que no quisiera volver a abrir, sobre todo porque no sé si ella aún viva”, advierte con una voz que hace pensar que tiene grava en la garganta.
De cabello blanco, espalda encorvada, mirada melancólica y memoria de enciclopedia, don Carlos conoció tiempos mejores. Años en los que estrenaba auto nuevo cada diciembre, en los que vestía con ropa de marca, en los que por cuestiones de trabajo viajaba a Chicago por lo menos dos veces a la semana.
“Soy ingeniero químico por la Universidad de Toronto, Canadá; me gradué el 5 de mayo de 1967 y trabajé muchos años en Chiclets Adams; compré una casa en Barranca del Muerto, 261 A, una casa que tenía cuatro recámaras, dos baños...”. Don Carlos guarda silencio y mira a ningún lado.
-¿Y qué pasó con esa casa y con esos autos?
-Se los quedaron en un fideicomiso mi ex esposa y mis tres hijos.
-¿A qué se dedican ellos?
- No tengo idea. Lo último que supe es que uno era agente aduanal en Guadalajara y otro estaba por irse a vivir a Dinamarca.
Este hombre de 74 años forma parte de los más de 200 mil adultos mayores que viven solos en la ciudad, abandonados por sus familiares en asilos, en la calle o en sus propias casas o departamentos. Una realidad que va en aumento.
"Hace unos años, unas 300 o 400 personas eran sometidas al abandono y ahora llegamos a tener alrededor de mil personas al año que están siendo abandonadas, segregadas por su familia, por la sociedad”, asegura Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Desarrollo Social del DF.
En el Distrito Federal, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, viven un millón de adultos mayores, 20% de los cuales están en el abandono.
Fue en agosto del 2002 cuando don Carlos llegó a tocar las puertas del asilo público donde actualmente vive, en la delegación Gustavo A. Madero, un lugar en el que su memoria prodigiosa aún le permite dar clases de matemáticas, física y química a los vecinos.
Lo que no se ha atrevido a enseñar es alguna fórmula para no llegar a la tercera edad en soledad.
“Siempre fui un triunfador, después fui un decadente hasta llegar al estado que usted me ve (padece tres enfermedades: síndrome vertiginoso, hiperplasia prostática y enfermedad pulmonar obstructiva crónica). Por eso es que lo que ustedes tengan protéjanlo, cuídenlo, cultívenlo, no lo echen a perder porque se van a ver obligados o a una ancianidad muy triste o a vivir en asilo público”.
MÁS VALE SOLA, QUE SER UNA CARGA
La filosofía que doña Amalia inculcó a sus tres hijos fue: “Yo no te doy el pescado, yo te enseño a pescar”. Una vez que estuvo segura que ellos habían aprendido esta lección, decidió irse a vivir sola.
“Yo no quise ser una carga para ellos, aún trabajo, aún gano mi dinero, puedo valerme por mi propia cuenta. Y no es que no los necesite, sino que quiero que tengan una vida tranquila con sus respectivas parejas y también quiero tener mi propio espacio”, asegura.
Sin embargo, luego de vivir en su propio departamento desde hace un año y pese a contar con la visita casi diaria de sus hijos, doña Amalia ha descubierto que el tiempo libre a veces es demasiado.
"Son varias noches que se siente uno triste porque no hay con quien hablar, o sea, uno puede despertar y va a seguir unas dos horas con la voz ronca de cuando se despierta porque no hay a quien decirle buenos días", lamenta con la voz entrecortada la señora de 62 años.
Pese a que en algunos casos la decisión de vivir solos es tomada por el propio adulto, la violencia económica, física y emocional, también son factores que los orillan a ir en búsqueda de una nueva independencia.
De acuerdo con la Agencia para la Atención de Personas Adultas Mayores de la Procuraduría General de Justicia del DF, en los últimos cuatro años se han atendido casi 10 mil demandas de ancianos, 70% relacionadas con violencia intrafamiliar.
“Básicamente los adultos mayores son víctimas de sus propios hijos, en su mayoría, hablemos de un 90%; es muy poco el adulto mayor que viene en queja de su relación de pareja: de su esposa, de su esposo", detalla Claudia Azar Cruz, fiscal de procesos en juzgados familiares de la PGJDF y agrega que en cuatro años las quejas de ancianos han crecido exponencialmente.
“En 2010 se atendía una o dos personas al día. Esto ha ido en incremento, al día de hoy se están atendiendo a 40 o 50 personas diariamente", afirma.
En la nueva vida en solitario de Amalia ha habido de todo: noches tranquilas para ver telenovelas y los noticieros nocturnos, así como jugar a las cartas con sus amigas. Pero también momentos críticos, como cuando estuvo a punto de sufrir un infarto.
“Fue una noche que me empezó a doler el brazo y sentía adormecida una parte de la cara. Me iba a morir y nadie se daría cuenta. Por eso duermo con el teléfono a un lado de la cama, para llamarles a mis hijos en caso de que me sienta mal de nuevo”, dice.