Procesos Políticos
Por: Abel Muñoz Pedraza
Desde el proceso electoral federal 2005-2006, se empezó a hacer costumbre en diferentes círculos el hablar sobre el voto de los mexicanos en el extranjero.
Por lo general, escuchamos más críticas que opiniones favorables, por ejemplo, los altos costos que se generan para echar a andar el proceso, la baja participación electoral que se registra y que los votantes cuenten con el derecho a elegir al presidente de la República cuando no radican en territorio nacional. Pero también dejamos de lado que este proceso es novedoso e incluyente, y que ha sido un fiel reflejo de la consolidación de las democracias en el mundo (principalmente en América Latina), gracias a la extensión de derechos políticos a migrantes que antes se encontraban en una especie de “limbo”.
El tema del voto en el exterior es algo que obviamente alude a los migrantes y, en ese sentido, a la relación histórica que el Estado mexicano ha tenido con la diáspora mexicana. Durante muchas décadas los gobiernos priistas se desentendieron totalmente de la comunidad de connacionales en el exterior.
Tanto el gobierno como la sociedad estereotipaban a los migrantes como “villanos”, “ajenos al país”, “desleales a la patria”, “con otras costumbres y modas”, “agringados”, entre otras alusiones. Esto es parte de toda una tradición nacionalista que persiste en el país y que aún nos aqueja, la cual nos hace ver y pensar que todo lo que proviene del extranjero es malo.
Con el gobierno de Salinas de Gortari, el tema migratorio adquirió una nueva faceta, ya que se crearon programas para las comunidades de mexicanos en Estados Unidos como “Paisano” y “Solidaridad Internacional”, sin embargo, el propósito del entonces presidente fue buscar legitimación política en el extranjero después de haber emergido de una elección a la que muchos acusaban de “fraudulenta”, sumado a que la implementación de estos programas tenían un fin de cooptación migrante.
Durante la gestión de Ernesto Zedillo se aprobó la ley comúnmente conocida como “la doble nacionalidad” y se eliminó el requisito para votar dentro del distrito electoral de correspondencia, lo cual abría la posibilidad de sufragar desde el extranjero, sin embargo, en el Congreso se desechó la posibilidad de reglamentar el sufragio externo. En 1998 el IFE instruyó a una comisión de especialistas en temas electorales para analizar el mecanismo por medio del cual los mexicanos residentes en el exterior podrían votar. Por otra parte, las problemáticas del día a día que sufrían los migrantes mexicanos y sus familias que residían en el lugar de expulsión migratoria pasaron por desapercibido durante el sexenio, aunque gobiernos locales como el de Michoacán y Zacatecas fueron innovadores y vanguardistas en el tema.
El otro extremo de la balanza se dio con el gobierno foxista. Es notorio como en el discurso del ex presidente se podía apreciar que los migrantes mexicanos pasaban del olvido y el rechazo a la aceptación y la “heroicidad”. En aquel entonces se vivió el boom de las grandes entradas de recursos a través de las remesas y el gobierno se empeñaba en atribuirles cualidades exorbitantes a los migrantes, generando así un nuevo imaginario sobre la migración mexicana, el cual simplemente carecía de realidad construida a lo largo de la historia.
Una vez llegada la elección de 2006 y la expectativa tan grande que se había creado alrededor de la elección extraterritorial, vino una gran decepción al contabilizar el número de votos recibidos, sobre todo, repetimos, por la construcción del discurso “todopoderoso” sobre los migrantes. A diferencia de 2006, cuando después de los filtros se registraron 40, 876 solicitudes de voto y enviaron su voto 33, 131 mexicanos en el extranjero, durante 2011 y 2012 se han recibido 61, 687 piezas postales y habrá que ver cuántas de estas son válidas y cuántos votos se reciben. Estados Unidos, España, Canadá, Francia, Alemania y Reino Unido son los países de donde se han recibido más solicitudes.
Piezas postales recibidas al 15 de febrero de 2012, fecha límite para solicitar el registro al Listado Nominal de Electores Residentes en el extranjero (LNERE).
Fuente: elaboración propia con datos de http://www.votoextranjero.mx/es/web/ve/solicitudes-recibidas
Si queremos entrarle al debate del voto de los mexicanos en el exterior, no partamos de viejas creencias y de mitos que se han construido alrededor de los migrantes. Si bien el costo del proceso electoral de 2006 fue aproximadamente de 450 millones de pesos y el de 2012 disminuyó a 250 millones, cifras altísimas para organizar este tipo de elección, no responsabilicemos a los mexicanos en el extranjero de esto y, por tal motivo, pensemos que sería mejor que no votaran.
Los legisladores y los partidos políticos son los principales responsables de que la elección extraterritorial sea cara, ya que después de la experiencia vivida en 2006 y ante las exigencias de varios sectores para hacer más económico el proceso y modificar la modalidad para que fuera más simple y así atraer más votos, nuestros representantes decidieron no cambiar el modelo del voto postal por desconfianza y por no ser un tema rentable políticamente.
Si alguien me pregunta si los migrantes mexicanos son héroes o villanos, yo le contestaría que ni uno ni lo otro, que son simples mortales como tú, como yo, como todos los que vivimos en el país. Si me argumentan que el estar lejos geográficamente y que la ausencia del país contribuye al desinterés por los procesos políticos nacionales, yo le contestaría que probablemente, que hay gente en el exterior que se mantiene informada y desea emitir su voto y otra no, pero que no es algo exclusivo de los migrantes, ya que el mismo desinterés lo mostramos dentro del país. Es cosa de preguntarnos cuántos mexicanos, que residimos en el país, leemos y nos mantenemos informados por medio de la prensa, y observar los altos porcentajes de abstencionismo electoral a nivel local y nacional para darse cuenta que acá pasa lo mismo.
El que la sociedad esté informada es una condición deseable, pero no es un requisito para votar. Muchas veces no existe interés o recursos económicos para hacer ambas cosas, o simplemente se anteponen otras preferencias. Sin embargo, eso no nos impide formarnos un criterio nutrido por las experiencias y vivencias que trae consigo el enfrentarnos cotidianamente a las leyes, al pago de impuestos, a la calidad de los servicios públicos o, a la inseguridad, ya sea como mexicanos en el extranjero, en el país o de visita en México.
No hay que olvidar que los migrantes mexicanos también tienen intereses en México, ya que hay políticas públicas, y en materia de relaciones internacionales, que los pueden beneficiar y/o afectar, así que, por ese lado, su derecho a votar está completamente justificado. Recordemos que la nacionalidad y la ciudadanía no se pierden por vivir fuera del país. Démosle la justa dimensión al tema.
Abel Muñoz Pedraza es estudiante de la maestría en Estudios Sociales con línea en Procesos Políticos de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en la Ciudad de México. Es egresado de la licenciatura en Relaciones Internacionales de la Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), campus Tijuana. Correo electrónico: [email protected]
Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor.