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TIJUANA, BC - sábado 27 de agosto de 2011 - Antonio González.
1743

Muerte que provoca muerte
Por: Antonio González
 
Aun recuerdo la primera escena de violencia de la delincuencia que me impactó. Se trataba de 12 decapitados y desmembrados en Yucatán. Luego le siguieron 24 ejecutados y apilados en La Marquesa, Estado de México. Los videos de los supuestos “Zetas” torturados, degollados y asesinados frente a la cámara… y de ahí el escenario público lleno de morbo comenzó a perder su capacidad de asombro.
 
Cuando creímos que ya habíamos visto lo suficiente llegó Morelia, Michoacán y sus granadazos en plena fiesta del 15 de septiembre. Le sucedió Villas de Salvárcar en Ciudad Juárez, Chihuahua y la masacre de estudiantes en una fiesta. Los alumnos del Tec de Monterrey muertos en el fuego cruzado o como blanco de elementos de la Marina o delincuentes en Nuevo León.
 
Luego cimbró al país nuevamente Ciudad Juárez y su coche bomba en pleno centro de la ciudad.
 
Llegaron al escenario San Fernando, Reynosa, Mier, Mante, en Tamaulipas; Durango, Durango; Tijuana, Baja California y Aguascalientes, Aguascalientes, con sus decenas, cientos de cadáveres en fosas clandestinas.
 
Y ahora la masacre de 52 personas y un bebé en el vientre de  su mamá en manos de unos infames que recibieron la orden de acabar con el negocio de alguien que quizá no quiso rendir “tributo” a los grupos criminales en Monterrey, Nuevo León.
 
Hemos visto el terror en las pantallas con las balaceras a plena luz del día, con bloqueos carreteros y persecuciones en lugares que formaban parte de nuestra idea del “paraíso”. Y fue así que Acapulco perdió su hermosura. La marimba de Veracruz se silenció y estados que creíamos tranquilos como Coahuila, Nayarit, San Luis Potosí, Hidalgo, Aguascalientes, Tabasco, Quintana Roo y más, se han visto envueltos en actos violentos.
 
Ingresaron a nuestro vocabulario las palabras “decapitado”, “narcomantas”, “retén”, “pozole”, “pozolero”, “entre”, “jale” y fuimos pocos los que afirmamos que esto era terrorismo.
 
Así lo dije en marzo de 2010: “Y es que la gran mayoría de las acciones por parte de los grupos delictivos en México se han turnado en un espectáculo no sólo mediático, por su trascendencia y difusión; si no que detrás de los decapitados, los granadazos, las ejecuciones de periodistas, la colocación de mantas con mensajes a autoridades y bandas contrarias, las amenazas publicadas en redes sociales, así como los videos intimidatorios difundidos en la Internet, está una evidente acción amenazante y con clara intención de difundir el terror. Y a quien infunde el terror debe nombrársele terrorista.”
 
Si bien fuimos testigos de la brutalidad e insensatez de los delincuentes; también nos obligaron a tomar como un “logro” o “victoria” la brutalidad e insensatez del otro lado.
 
Fue así que nos presentaron los cadáveres de los narcotraficantes abatidos por fuerzas especiales del Ejército y la Marina, sin el menor pudor y con la simple justificación de que “eran malos”. Asimismo nos confesaron que en el camino se llevaron a uno que otro ciudadano a quienes bautizaron como “daños colaterales”.
 
Hemos visto desfilar decenas de detenidos por los que visten de azul, acusándolos de ser malos, muy muy malos, hijos de malos también.
 
En esta escalada de violencia hemos confirmado cada día que la muerte solamente provoca muerte. Y los que representamos a los medios nos equivocamos al enfocarlos y publicarlos.
 
Como refiere acertadamente Epigmenio Ibarra: “Tenemos entonces a asesinos que cumplen una doble y terrible función: exhibiendo sus crímenes alientan, por un lado, a los suyos a seguir cometiéndolos y a superarlos en crueldad y barbarie. Por otro lado sirven, estos criminales, al poder que necesita también exhibir y utilizar su brutalidad para hacer, así, que salga a la superficie esa segunda piel del ser humano: el miedo.”
 
Sin lugar a dudas hay quien allá afuera quiere que nos doblemos de miedo y volvamos a hacer lo que hace años el régimen nos impuso: “Dejar hacer y dejar pasar”.
 
Allá afuera hay quien con la mayor facilidad llama por teléfono a nuestras casas y amenaza con matar a algún integrante de nuestra familia. Hay allá afuera alguien dispuesto a difundir el rumor de que irán a balacear a nuestros pequeños afuera de sus escuelas o que abrirán fuego en lugares concurridos. Allá afuera todavía hay muchos que osan poner una cartulina afuera de universidades, preparatorias, secundarias, primarias y jardines de niños para exigir el pago de “cuotas” a sus maestros y alumnos. Allá afuera hay quien está armado y que a la menor provocación nos puede matar.
 
Allá afuera hay quien quiere que vivamos con miedo.
 
Pero hoy por hoy debemos de sacudirnos ese terror y enfrentarnos a esos delincuentes. No a balazos como algunos héroes ciudadanos lo han hecho y han terminado abatidos también.
 
Debemos aprender a abrir la boca para denunciar a quienes corrompen todos los estratos de nuestra sociedad. Señalemos sin miedo como el caso de los poetas Sicilia o Bartolomé a quienes por su inacción o ineptitud nos han dejado de defender.
 
Busquemos entre todos y hasta por debajo de las piedras a quienes han osado agredir, violentar y matar a nuestros semejantes.
 
Como sociedad debemos lanzar una cruzada contra aquellos que intentan jodernos la vida.
 
Pero no con balas ni muerte. Sino con amor y educación para nuestros hijos, cohesión para nuestra familia y valores para nuestra sociedad. Debemos armarnos de una buena dotación de principios y ética. Debe privilegiar entre nosotros el sentido común.
 
Sí, todos estamos hasta la madre, lo sé. Yo también estoy harto, pero la polarización de mi sociedad y la búsqueda de venganza no le hacen bien a México. Tampoco la inacción.
 
Es por eso que debemos ser muy inteligentes ante los inescrupulosos políticos que quieran sumirnos en el miedo y busquen regresarnos a la degradación que durante muchos años ellos mismos provocaron.
 
No dejo de pensar que los estados más violentos e inactivos contra esa misma violencia son los que gobierna el PRI: Chihuahua, Tamaulipas, Veracruz, Nuevo León y Coahuila. Quizá ellos mismos desde sus trinchera están alentando la violencia en México para que muchos añoremos sus tiempos en los que “no pasaba nada”, cuando debajo se gestaba la podredumbre del “te dejo hacer mientras no te metas conmigo”.
 
Estamos metidos en un camino donde la vuelta atrás no está permitida. Pero tampoco debemos seguir el rumbo erróneo que el Gobierno de compadres, amigos e improvisados del PAN nos ha trazado.
 
La guerra comenzó, quizá de forma errónea, pero es momento de darle fin. Pero un fin inteligente y efectivo.

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