Palco de Prensa
Por: Gilberto LAVENANT
Aunque parezca una exageración, los políticos son muy semejantes a los camaleones. Los animalitos, cambian de color, según las circunstancias. Los individuos, se transforman y asumen actitudes, según las circunstancias. Los camaleones, lo hacen por instinto de sobrevivencia. Los políticos, por mera conveniencia.
Los políticos, cuando andan en busca de un puesto de elección popular, hacen gala de todas las virtudes del hombre ideal. Son atentos, humildes, comprensivos, generosos, simpáticos, nobles, prácticos, certeros.
Pero apenas asumen el cargo público, se transforman totalmente. La capacidad de transformación de los camaleones, les queda pequeña. Como funcionarios públicos, son insensibles, desatentos, ciegos, sordos, soberbios, necios y erráticos.
Muchos no pueden creer tal transformación. Hasta los amigos observan los cambios y muchos optan por retirarse, pues al “amigo” en el cargo, ya no le pueden bromear, se molesta cuando le hacen alguna observación. Parece no escucharles cuando le recomiendan que rectifique sus decisiones.
Esto les pasa a todos los políticos, sin distinción de filiación partidista. De seres sencillos, la función pública los transforma casi en monarcas.
No obstante todo esto, los políticos, principalmente, se quejan del poco interés de la ciudadanía en general por las cuestiones políticas. Lo que básicamente se refleja en el abstencionismo en los comicios, tanto federales como estatales.
Muchos “se quiebran la cabeza”, tratando de encontrar y explicar las razones o causas por los que los ciudadanos con derecho a participar en las elecciones, no votan.
Se ha pensado en la factibilidad de sancionar a quienes no voten. Otros han planteado la posibilidad de premiar a los que emitan su voto, otorgándoles un boleto para participar en sorteos de bienes diversos. Incluso autos y viviendas.
Pocos entienden que el desapego o incluso rechazo ciudadano, respecto a las cuestiones electorales, es consecuencia de la nula o pobre valoración de los políticos, sobre los electores. Para los políticos, cada elector es simplemente un voto, que les puede dar el triunfo o la derrota electoral.
Pero, una vez que se llevan a cabo los comicios, los políticos electos, se olvidan de los electores. Entonces surgen las transformaciones. Los planteamientos o reclamos ciudadanos, los echan al bote de la basura.
El poder les trastorna o altera los sentidos. Se vuelven ciegos y sordos. La soberbia del poder les hace insensibles. No son los servidores públicos que prometieron en campaña. Se sienten amos y señores de la entidad o municipio que gobiernan.
Los políticos olvidan, que una vez que prueban las mieles del poder, harán hasta lo imposible para mantenerse en él. Muchos logran, como los changos, asumir un nuevo cargo, cuando ni siquiera han concluido la gestión de aquel para el cual fueron electos.
Y entonces, son como los camaleones. En campaña, se visten de humildad, de generosidad, son dadivosos, comprensivos, atentos. Una vez en el cargo, vuelven a ser soberbios, necios, prepotentes. Citemos un par de ejemplos.
Este día, se habrá de llevar a cabo la subasta del predio en el que durante muchos años existieron las edificaciones que albergaron a la comandancia de la policía municipal, cárcel preventiva, bomberos, talleres municipales. Se les conocía simplemente como “La Ocho”.
De nada valieron los reclamos para suspender dicho proceso de venta. Sin facultad alguna, la autoridad municipal derrumbó las edificaciones. Este día procederá a la venta del predio.
Nadie escuchó los gritos. Nadie observó a los manifestantes portando pancartas, reclamando se evitara la venta del inmueble. Los señalamiento respecto a violaciones legales, ni los inmutaron. El alcalde, los regidores, los funcionarios públicos municipales, en general, actuaron como si estuviesen resolviendo un asunto privado, no público.
En el ámbito estatal, también ocurren cosas similares. En la administración del panista Eugenio Elorduy, con la construcción de las vialidades Boulevard 2 mil y el segundo acceso a Playas de Tijuana, afectaron predios de particulares. Los afectados acudieron a la vía de amparo, exigiendo respeto a sus garantías individuales y por lo tanto que se les cubriera el valor de las superficies de terreno expropiadas.
En ambos casos, las sentencias de amparo fueron favorables para los particulares. Obviamente, además del daño material o económico, erogaron fuertes cantidades de dinero por concepto de honorarios, durante dichos procesos.
Sin embargo, en ambos casos, al Gobernador panista, José Guadalupe Osuna Millán, le valieron gorro las sentencias que le obligan a indemnizar a los afectados. No obstante que el incumplimiento le puede llevar a la destitución y a la cárcel.
Osuna Millán simplemente les llama chantajistas, pillos, especuladores. Dice que no pagará, aunque le cueste la cárcel. Que lo hace en defensa del interés social. Omite reconocer que ambos casos, son consecuencia de la soberbia y necedad de su antecesor.
Aparentando ingenuidad, los políticos preguntan las razones del abstencionismo. En tanto que no reconozcan el verdadero valor de la voz ciudadana, ésta seguirá siendo una democracia mocha. Ya los veremos en los comicios del 2013.
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