Palco de Prensa
Por : Gilberto LAVENANT
La democracia, es –sin duda alguna- un juego, político social, basado en las libertades de los individuos. En el que todos tienen derecho a manifestarse, a favor o en contra, de determinado proyecto. Todo, dentro de un órden y conforme a leyes e instituciones. Lo contrario, son la anarquía o la dictadura.
La democracia, no es algo perfecto, sino perfectible. Tiene muchas fallas, sin duda alguna, al grado de que permite el surgimiento de inviduos u organismos, que, enarbolando banderas democráticas, en realidad tienen pretensiones radicales, dictatoriales. Para quienes, lo que no les favorece, es antidemocrático.
Afortunadamente, México lo integran más de 100 millones de personas, a quienes no es tan fácil engatuzar con populismos y falsos afanes democráticos. Prueba de ello son los resultados de los comicios presidenciales de los últimos 12 años.
En el 2000, los mexicanos, la mayoría de ellos, cuando menos la mayoría que tuvo la voluntad de acudir a las urnas, manifestó que ya no quería seguir siendo gobernada por los priístas, hartos de sus libertinajes y latrocinios.
En el 2006, aunque sumamente decepcionados, por las falsas promesas de cambio del foxismo, considerando que quizás seis años era poco tiempo para lograr los cambios requeridos, decidieron darle una segunda oportunidad a los blanquiazules.
Dos sexenios fueron más que suficientes para hartar a los mexicanos de más de lo mismo y para convencerse de que los argumentos supuestamente reivindicadores de los panistas, eran mera demagogia.
Luego de esto, muchos pensaron en que era necesario acudir a una tercera opción. Entonces, pusieron sus ojos en un individuo mesiánico, presuntamente serio enemigo de los políticos pillos y demagógicos, llamado Andrés Manuel López Obrador.
A tal grado fue la deseperación de los mexicanos, que libraron una difícil batalla en los comicios del pasado 1 de julio, entre el emitir sus votos por una nueva esperanza, que les ofrecía, como antes lo hicieron los panistas, mejores condiciones de vida, y el proyecto del priísmo, presuntamente arrepentido y avergonzado por su pasado.
Al final, la mayoría optó por el priísmo, para coraje y frustración de López Obrador y sus seguidores. De 50.3 millones de votos sufragados, 19 millones 225 mil 745, fueron a favor del priísta Enrique Peña Nieto, y poco más de 15 millones a favor de López Obrador. En total, 15 millones 896 mil 539, para ser exactos. Por algo dicen que más vale malo por conocido, que bueno por conocer.
De los perdedores, solamente los de la izquierda se llamaron víctimas de supuesto fraude electoral, argumentando excesivas irregularidades y aportando prácticamente miles de pruebas para acreditar su dicho. Entre ellas chivos, gallinas y patos. La autoridad electoral, resolvió infundadas e improcedentes las impugnaciones y dió por concluído el proceso electoral. Para la mayoría de los mexicanos ese conflicto concluyó, luego de que Peña Nieto fue declarado Presidente electo.
Solo hay algunos enajenados, que al igual que seis años atrás, por así convenir a sus intereses, aunque con sus posturas dañen a México, insisten en sembrar la discordia, de impulsar la anarquía, de fomentar la descalificación y la falta de respeto a las autoridades e instituciones públicas.
Sin embargo, hasta los propios líderes de la izquierda se avergüenzan de esto. Algunos de manera disimulada, otros, de manera abierta. Ayer, Cuauhtémoc Cárdenas, líder moral de las izquierdas, a través de su página de facebook, publicó una interesante reflexión al respecto, bajo el cuestionamiento ¿ Qué sigue para la izquierda en México ?
Cárdenas dice que después de las elecciones presidenciales, la prioridad de las llamadas fuerzas progresistas, en el Congreso de la Unión, debe ser una reforma electoral que realmente sancione el exceso de gastos de campaña.
En especial, dice que el PRD debe ser una fuerza política de propuestas, con iniciativa y compromiso permanente, principalmente quienes tienen la responsabilidad de dirigencia partidaria, de gobierno y legislativas. Que debe tener una línea política clara, acorde a sus principios.
Así mismo, tratando de ubicar a las izquierdas en su realidad, menciona que aunque el PRD será la segunda fuerza en el Congreso, apenas hubo una ligera mejoría y sus resultados siguen siendo bajos, criticables e insuficientes.
Como si se hubiesen puesto de acuerdo, las fuerzas políticas, sociales y económicas del país, han tenido que reconocer que López Obrador, como se pregonó hace seis años, efectivamente es un peligro para México. No le interesan los problemas de los mexicanos, sino dar rienda suelta a sus pretensiones de poder. Por ello lo han puesto contra la pared. Pronto deambulará por el país, como muchos que han perdido su lucidez.
Lo más grave de todo esto, es que –los malos ejemplos cunden- Andrés Manuel logró sembrar sus ideas mesiánicas y delirantes, en las mentes de muchos jóvenes mexicanos, que amparados bajo denominaciones como la de #YoSoy132, se conducen como viejos enfermos políticos y sociales, que amenazan con alterar la vida nacional.
Los “pejitos”, el día de ayer, en Baja California, bajo la misma cantaleta de la supuesta imposición de peña Nieto y las dizque irregularidades del proceso electoral, tomaron por asalto las casetas de cobro de la autopista Tijuana-Ensenada. El tabasqueño se ha de sentir orgulloso de sus engendros. Los mexicanos están preocupados. Sumamente preocupados.
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