Palco de Prensa
Por: Gilberto LAVENANT
Todas las organizaciones políticas, presumen que sus éxitos electorales se basan en la unidad de sus militantes o integrantes, y las derrotas, las atribuyen al presunto divisionismo. Lo cierto es que en política no hay unidad. Cada quien jala por su lado. Cada uno juega para su santo, como se dice vulgarmente.
La unidad política no existe, pues cada político, o grupo de políticos, promueven, reclaman o defienden sus intereses personales y no los intereses ajenos a ellos. En todo caso, se dan las coincidencias, en la medida en que se ponen de acuerdo para el reparto de los beneficios que perciban. Pero unidad, unidad, lo que se llama unidad, nada más no.
Los panistas, que en Baja California, desde el 2010 no dan una, celebraron el pasado sábado, en Tijuana, un evento de presunta unidad. El “Desayuno por la Unidad”, le llamaron. Y efectivamente, ahí estuvieron muchos de ellos, muchos de los que al amparo de las siglas del Partido Acción Nacional lograron magníficos beneficios económicos.
Pero ahora “la suerte les dió la espalda”. Ya no logran triunfos electorales, ni siquiera poniéndole veladores a los santos y virgencitas. No entienden que política y religión, son dos cosas totalmente distintas. Que si la política fuera competencia de la divinidad, seguramente los políticos no existieran. Al menos muchos de ellos.
El primer gran descalabró lo sufrieron en los comicios del 2010, cuando perdieron las cinco alcaldías y la mayoría en el Congreso del Estado. El segundo, en las elecciones federales del 2012, pues en tanto que perdieron la Presidencia de la República, apenas si lograron ganar una de ocho diputaciónes federales y las dos representaciones en el Senado.
Dado el declive general, y temerosos de que no les vaya bien en las elecciones por la gubernatura estatal en el 2013, incluyendo alcaldías y diputaciones, sobre todo con un gobierno federal ahora encabezado por el PRI, andan preocupados tratando de encontrar el antídoto contra las derrotas electorales.
Ingenuamente creen, suponen o pregonan, que tales derrotas son producto del divisionismo. Entonces, sus directivos los convocan en un evento y al acudir muchos de ellos, tratan de aparentar que ya están unidos, que ahora sí ganarán.
Rechazaron la tésis calderonista de la reconstrucción o refundación, y sin una cosa, ni la otra, con un simple “borrón y cuenta nueva”, buscan acuerdos que los lleven a postular “candidatos de unidad”. Y hay quienes no ocultan sus pretensiones y levantan la mano, para ser los elegidos. Fundan sus pretensiones, en el hecho de que en política todo puede ocurrir. Hasta los milagros, como anhelaba su candidata “diferente”, Josefina Vázquez Mota.
En Baja California, a partir de que Ernesto Ruffo obtuvo la gubernatura estatal en 1989, los panistas ganaron invariablemente las elecciones para dicho cargo e incluso alcaldías y diputaciones. Se daba el caso de que individuos grises, sin trayectoria política alguna, incluso con pésimos antecedentes, resultaban triunfadores en los comicios.
En las elecciones del 1 de julio del 2012, las cosas cambiaron. No obstante que postularon a sus mejores “gallos” y “gallinas”, como el caso de Javier Castañeda, quien lleva varios años pretendiendo la alcaldía de Tijuana, o Ruth Hernández. Ambos fueron derrotados por mujeres novatas en cuestiones políticas, Elia Cabañas y Mayra Robles.
No obstante la lección, los panistas siguen atribuyendo al divisionismo los fracasos electorales. Sí es cierto, están divididos, por llamarle de alguna forma, aunque más que divididos, es que se cobijan bajo la sombra blanquiazul, pero la mayoría de ellos ni panistas son y forman parte de pequeños grupos, que cuando la corriente no les favorece, le llevan las contras a sus propios compañeros de partido. Eso no es divisionismo, es deslealtad para con la organización. Es falta de “amor por la camiseta”.
Tiraron “a loco” a su Presidente Felipe Calderón, cuando les dijo que Acción Nacional requiere de un proceso profundo de reconstrucción, con una vuelta a los valores del partido.
"Pienso –les dijo- que podemos volver los ojos para tener no ahora la militancia que tenemos, sino a las mejores y a los mejores ciudadanos que podamos tener. Una militancia que crea en lo que nosotros creemos, en términos de principios y valores, una militancia que sea capaz de luchar con el mismo ideal con que el PAN fue fundado. Por eso, hay que refundarnos, nuevamente".
Entonces les advirtió que es preferible tener una militancia reducida a tener una militancia masiva, “que nunca sabremos para qué intereses trabaja. Es muy posible que esa propia militancia haya trabajado para otros intereses".
Pero los neopanistas, no quisieron escuchar. Es más, muchos de ellos se sintieron aludidos. Aceptar la propuesta calderonista, era aceptar que deberían abandonar las filas del panismo. En lugar de refundarlo, después de la estrepitosa caída del 1 de julio, simplemente se levantan del suelo, se sacuden el polvo y se disponen a participar en una nueva batalla electoral, la del 2013 en Baja California.
Recientemente se aceptó que tras 12 años en el poder, el PAN no logró ser electoralmente competitivo en todo el país. En un documento de 20 puntos titulado “Reflexión y acción, la mejor garantía de futuro”, los 142 legisladores federales panistas, propusieron castigar los actos de corrupción, incluyendo la separación del partido a los militantes a quienes se les haya comprobado.
Incluso pidieron una depuración, advirtiendo que muchos militantes y servidores públicos llegaron a apoyar o representar a otros partidos en proceso electorales, en decisiones gubernamentales o legislativas en contubernio evidente con adversarios políticos.
La unidad política, es una mera presunción, no existe. Lo que existe es corrupción, ineptitud, arrogancia, frivolidad, complicidades.
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