Palco de Prensa
Por : Gilberto LAVENANT
TIJUANA BC 25 DE AGOSTO DE 2012.- Cuando a Andrés Manuel López Obrador le han salido mal las cosas, de inmediato echa a volar la imaginación y establece, como si fuese cierto, que sus enemigos políticos se pusieron de acuerdo para echarle a perder todo. Le llama complot, a la presunta confabulación de diversos actores políticos, dizque para fastidiarle.
Ayer, en el teatro del Centro Cultural Tijuana, que dirige Virgilio Muñoz, el Senador priísta y fuerte aspirante a la gubernatura estatal, Fernando Castro Trenti, rindió su sexto y último informe de actividades legislativas, en torno al cual se suscitaron hechos que, observándolos maliciosamente –por aquello de piensa mal y acertarás- pudiesen haber sido planeados previamente, para fastidiar al priísta.
Fue un “compló”, seguramente diría “el peje”. Hubo quienes manifestaron que le echaron a perder el evento, que parecía sería un magnífico escenario para un “destape” político. Sobre todo porque los principales afectados, e incluso molestados físicamente, fueron los periodistas.
Algo extraño, pues no es el primer evento de corte político y de este tipo que ahí se desarrolla. Aún recuerdan que en días pasados, el diputado panista, y también aspirante a la gubernatura estatal, Oscar Arce Paniagua, rindió su tercer informe de actividades legislativas.
Y lo hizo a la vieja usanza priísta, con numerosos invitados especiales y con “acarreados”. Se dice que a las afueras del recinto, había estacionados unos 20 autobuses, en los que se trasladó a personas de condición económica modesta, provenientes de las colonias de la periferia de la ciudad.
Con menor relevancia, otros legisladores panistas, también han rendido sus informes de actividades en ese sitio. Con ninguno de ellos ocurrió lo de ayer, en el informe de Castro Trenti. De ahí pues que muchos opinan que los incidentes de ayer fueron producto de una maquinación. Fallas de logística, dicen algunos, por parte de los directivos del CECUT e incluso de parte de los colaboradores de Castro Trenti.
Los periodistas, en su mayoría, llegaron oportunamente al lugar, pero permanecieron en las afueras, para aprovechar el tiempo y la ocasión, a fin de entrevistar a funcionarios y políticos en general. Quienes permanecían en el exterior, inresaron al teatro apenas llegó Castro Trenti.
Sin embargo, los periodistas que caminaban detrás del Senador, no pudieron ingresar junto con el legislador. Los guardias de seguridad del Cecut, les dieron con las puertas en las narices. Buscaron otro acceso, incluso acompañados y encabezados por colaboradores de Castro Trenti y no obstante que llevaban cámaras fotográficas y de video, además de grabadoras personales, no pudieron ingresar.
Durante buen rato insistieron, pero los guardias –cual si fuesen policías de verdad- les negaron el paso. En vano les explicaron que tenían que ingresar para cubrir el evento. Hasta que ya no estuvieron dispuestos a tolerar la cerrazón y entraron a empujones. Algunos de los periodistas se quejan de haber recibido golpes e incluso que resultaron dañados sus equipos de trabajo.
Argumentando medidas de seguridad, los elementos de seguridad del Centro Cultural Tijuana, les decían que no podían permitirles el ingreso, pues el recinto ya estaba a reventar.
Cuando concluyó el evento, le explicaron a Castro Trenti lo que había ocurrido. El legislador les pidió disculpas, les dijo que le daba pena que hubiesen sido agredidos, pero que por otro lado le daba gusto que hayan insistido en ingresar al lugar donde momentos antes había rendido su informe.
Serán peras, o serán manzanas, pero tales hechos no pueden dejarse pasar por alto. Los periodistas acuden a este tipo de eventos, no por mero gusto, sino a realizar su labor periodística. A muchos no se les permitió hacerlo, al impedirles el acceso.
Para muchos fueron más relevantes tales hechos, que el contenido del informe de Castro Trenti. El “complot”, en cierta forma surtió efectos. Las crónicas periodísticas dedicaron más espacio a esas agresiones a periodistas, que a las cifras, datos y mensaje del Senador.
Por vía de mientras, aparecen dos responsables. No porque se hayan puesto de acuerdo para que ocurriera lo que se narra, sino precisamente porque no se pusieron de acuerdo para que esto no pasara.
En el menos peor de los casos, esto fue producto de negligencia, torpeza, e incapacidad para organizar y atender este tipo de eventos. El Director del CECUT. Virgilio Muñoz, aparece como principal responsable, por ser la máxima autoridad de dicho recinto.
Similar responsabilidad tienen los colaboradores del Senador, quienes tuvieron a su cargo la logística del evento. Pudieron haber comisionado a alguien en los accesos, con facultades suficientes para resolver e impedir cualquier incidente, y no dejar esto en manos de los supuestos guardias de seguridad, que evidentemente carecen hasta de sentido común.
Ante hechos tan lamentables, muchos periodistas reflexionan sobre la necesidad y posibilidad, de hacer uso de la prudencia y defensa de la dignidad, para retirarse y no cubrir eventos a los que se les niega el acceso, justificada o injustificadamente, si después de todo fueron convocados para cubrirlos y lo menos que se debe garantizar es el proporcionarles las más amplias facilidades y apoyos para que realicen su labor periodística.
Lo lamentable también es, todo así lo indica, que este tipo de recintos sean manejados con tintes partidistas. A los amigos, todas las facilidades. A los rivales políticos, desorganización o cerrazón. De ser cierto, el “complot” les salió como lo planearon.