TIJUANA BC 15 DE OCTUBRE DE 2025 (AFN).- Con una lucidez entrañable y la serenidad que dan los años, Silvia Campbell Quiroz, hermana del recordado escritor Federico Campbell, compartió esta tarde su visión sobre la vida, la lectura y el paso del tiempo en la frontera que la vio crecer.
Desde su rancho, donde ha pasado los últimos quince años en paz y rodeada de libros, Silvia reflexiona sobre las heridas del pasado, la importancia de sanar y la gratitud por haber tenido un hermano que la impulsó a leer y a comprender el mundo con profundidad.
"Leer me salvó la vida -dijo-, fue el mayor legado de Federico. Él me enseñó a nutrirme de lo más hermoso de la literatura, de los grandes libros que dejaron huella en el alma del mundo".
A sus 81 años, Silvia conserva un brillo particular al hablar de Tijuana, la ciudad que la formó y que, según ella, ha sabido adaptarse al cambio sin perder su esencia.
"La gente más inteligente del mundo está en Tijuana, porque aprendimos desde siempre a convivir con las diferencias. Aquí recibimos a todos, aquí la diversidad no asusta, nos hace más humanos", compartió con orgullo.
Recordó los días de su infancia frente a la antigua Plaza de Toros, cuando junto a su hermano cuidaban los autos de los visitantes a cambio de una moneda. Eran años en los que la frontera bullía de historias y personajes, donde la vida cultural y social de la ciudad se tejía entre migrantes, toreros y escritores.
Hoy, dice, Tijuana ya no es la misma. La llegada de las redes sociales y los nuevos modos de comunicación han transformado la manera de relacionarse, de informarse y hasta de sentir.
"Las redes sociales nos han traído cosas buenas y malas, por ejemplo, antes el periodismo era compromiso y profesionalismo; ahora cualquiera en las redes se cree periodista", lamentó. "Hay personas a quienes yo ya no leo, porque me eché a perder: me gustó lo bueno, los libros", expresó.
Pese a ello, conserva esperanza. Cree que la lectura y la reflexión siguen siendo las llaves para entendernos como sociedad, y que la honestidad -con uno mismo y con los demás- es el primer paso para sanar y construir un mundo más sensible.
En su voz resuena la nostalgia de una mujer que ha vivido mucho, pero que aún mira hacia adelante con ternura y gratitud.
"Le doy gracias a Dios por haber tenido ese hermano, por haber crecido en esta ciudad, por seguir sintiendo tanto a mis 81 años".