Por: Juan Manrique Olmos
Fotografías: Dayra Manrique Robles

PUERTO PEÑASCO, SONORA 4 DE AGOSTO DE 2013 (AFN).-Alrededor de 500 kilómetros separan a Tijuana de Puerto Peñasco en Sonora. Se calcula un viaje de aproximadamente seis horas sin hacer escalas, para poder apreciar la unión del desierto con el Mar de Cortés, entre tormentas de arena y zonas de humedades con temperaturas arriba de los 40o C durante el día y 30 en las noches.
 
A pesar de ser un viaje largo resulta interesante el poder disfrutar de diferentes climas, zonas montañosas, desérticas, cultivadas y poblaciones pequeñas, sin dejar de pasar por varios puntos de revisión militar y fitosanitarios, éstos últimos para controlar el movimiento de ganado y alimentos entre ambas entidades, en tanto que los primeros, para evitar el tráfico de armas o drogas con tecnología de punta a base de sistemas de Rayos X.
 
En cuestión de gastos, se requiere mínimo de un tanque de gasolina para el vehículo en el que uno se transporta, así como 300 pesos para cubrir las cuotas de peaje en las carreteras: la primera,  la de Tijuana a Tecate, seguida por las de El Hongo y La Rumorosa, y para evitar las calles de la capital del estado, se ofrece la opción del libramiento para salir a la carretera a San Luis Río Colorado, en donde al final,  espera otra caseta, en caso de que se prefiera tomar la ruta corta a Puerto Peñasco. Hay también otro libramiento de cuota, con el que se evita pasar por la zona agrícola de Mexicali y aventajar unos 20 minutos.
 
Por algunos kilómetros después de finalizar la zona de San Luis RC, se puede ver a la distancia el Golfo de Santa Clara en una pequeña carretera recta, que luego continúa con una curva que es el inicio del desierto.
 
Después de esta travesía de cuotas y retenes, esperan a los viajeros dos horas en una carretera de dos carriles en medio del desierto de Sonora, que pasa por las inmediaciones de la reserva de la biosfera conocida como El Pinacate y la reserva del alto Golfo de California, en una zona de tormentas de arena y tráfico pesado entre curvas, subidas y bajadas, que concluye al nivel del mar.
 
Durante el trayecto se pueden observar los letreros que anuncian la importancia de respetar la naturaleza y fauna, así como la advertencia de evitar descender en las zonas de "humedades", las cuales se parecen a pequeños pantanos a la orilla de la carretera de color blanco, con apariencia de ser una capa de sal que cubre el lodo.
 
Antes de llegar al lugar turístico, se ven construcciones sin terminar y zonas ejidales privadas; en la entrada hay una o dos personas que entregan mapas del puerto, el cual está formado por la zona hotelera, el malecón, el centro y la entrada antigua que se conecta con Sonoyta, además de nuevas áreas de hoteles exclusivos que ofertan condominios y cuartos con ocho kilómetros de playa privada.
 
A menos de un kilómetro de la zona desértica está la playa, lo que al final hace un contraste poco común de la naturaleza, que provoca que el agua del mar mantenga una temperatura agradable, con playas diversas, que van desde las exclusivas muy limpias y las privadas, en las que cobran desde 75 pesos por automóvil, para poder ingresar y permanecer por un día, no tan limpias de la presencia de algas. Sin embargo todo vale la pena porque en este lugar, además de las bellezas naturales se conjuga el intenso calor del desierto con la tranquilidad del mar.