*.- Con su extradición se cierra una era de narcotráfico en Tijuana y el país
*.- La “plaza” ahora está fragmentada sin embargo “sobrevive” su clan
Tanto a mediados como a fines de los años 80, había personas en Baja California que juraban que “con los Arellano nunca van a poder”.
Las leyendas que corrían en torno a ellos, sobre la impunidad en que se desenvolvían así como la suerte que acompañaba principalmente a Ramón, quien siempre salía supuestamente invicto de un enfrentamiento armado, hacía que aquellos aseguraran lo anterior, olvidando que se trataba de simples mortales, que algún día tocarían su fin.
“La policía no les puede hacer nada… todos están comprados… si alguien dice algo de ellos los matan, pero antes los torturan horriblemente y si son mujeres las violan”, decían algunos, agrandando así la leyenda criminal de estos hermanos, que empezaron a dejarse notar por esas fechas, por su ferocidad, pero sobre todo por el dinero que les permitía comprar protección e impunidad.
Y eso era entonces, cuando todavía los hermanos Arellano no habían logrado “graduarse” como “cártel”, nivel que presumían les fue otorgado varios años después, por narcotraficantes colombianos, ya en la siguiente década.
Ninguna autoridad los mencionaba abiertamente y sus apellidos estaban vetados en el discurso oficial, más no en la prensa que continuamente preguntaba por este grupo, que a la caída de su “padrino” Jesús “Chuy” Labra (al que le tenían respeto casi reverencial) se quedaron al mando absoluto del grupo.
El crimen en Guadalajara Jalisco, en 1993 del Cardenal Jesús Posadas Ocampo, los puso en la opinión pública internacional, no obstante que ellos siempre negaron haber sido quienes asesinaron a quien previamente fue Obispo de la entonces Diócesis de Tijuana, cuando el crecimiento de este clan se dio.
Y mientras Ramón Arellano (quien finamente murió en febrero de 2002, a manos de un agente de tránsito en Mazatlán Sinaloa) era quien mantenía a “raya” a los enemigos que los traicionaban o pertenecían a otros grupos, Benjamín llevó el control de la “organización”, moviéndose con entera libertad, hasta que el crimen del Cardenal los obligó a “cuidar las formas”, escondiéndose supuestamente de la autoridad.
Pocos meses después de la muerte de Ramón –ocurrida en febrero de 2002- elementos de las Fuerzas Especiales del Ejército Mexicano, cayeron a la una de la mañana del 9 de marzo de ese 2002, en la residencia de Puebla donde pernoctaban Benjamín Arellano Félix y su familia.
Una prueba del “amor filial” que Benjamín (El Min) sentía por su hermano Ramón, fue un altar de muertos que con su fotografía encontraron los militares, en la residencia donde este narcotraficante estaba con su esposa e hijas.
Ahí, se dice, empezó a escribirse el capítulo final de esa leyenda y el gobierno de Estados Unidos se ufanó públicamente de que el fin del Cártel había llegado, no obstante que la organización criminal continuaba operando, ahora bajo la dirección de los restantes hermanos y del sobrino, Fernando Sánchez Arellano.
La extradición de Benjamín, que finalmente se dio el 29 de abril de este 2011, ya era esperada desde 2004 en que el gobierno de México la concedió pero había quienes aseguraban que esto no ocurriría en la realidad, porque seguían revistiendo a Benjamín, de una aureola de indestructible, lo cual se derrumbó al ser entregado a los elementos del Alguacil (Marshall) de Estados Unidos.
Todavía hay quienes lo añoran y afirman que este hombre fue “positivo” para Tijuana y sienten que podría “librarla”, sin darse cuenta que lo mismo desearon con otros integrantes de la “vieja ola” de esta organización criminal, ya extraditados, que empiezan a recibir sus largas condenas.
Benjamín, el “líder” del “cártel”, tiene en su contra órdenes de aprehensión relacionadas con delitos contra la salud en sus modalidades de: posesión, transporte, acondicionamiento y tráfico de marihuana, cocaína y heroína, así como delincuencia organizada; acopio de armas, introducción clandestina al país de armas de fuego reservada al uso exclusivo de las Fuerzas Armadas; contrabando equiparado y daños a las vías generales de comunicación. Otros cargos que enfrenta son por conspiración.
Apodado también como: “El Señor”, el 76, el 7-7; Mk; el Lic. Sánchez y el Lic. Alegría, Benjamín, nada podrá hacer desde su prisión en California, para recomponer lo poco que queda de su organización, ni mucho menos establecer alianzas como las que se dice que hizo dentro del penal, durante su estancia en México.
Sánchez Arellano al frente
Al quedar Benjamín bajo arresto y Ramón bajo tierra, el sobrino de ambos, Fernando Sánchez Arellano se posesionó del mando de la organización, por lo que hubo quienes dijeron que ya no era el cártel de los Arellano (o los Aretes, como se le conocía coloquialmente), porque había perdido el apellido en primer término, no obstante que aún estaban en circulación: Francisco Javier y Eduardo, además de Enedina, su tía.
Pronto, los delincuentes que aún le eran “fieles” a Benjamín y añoraban el supuesto “mando” de Ramón, empezaron a quejarse de una aparente debilidad de Sánchez Arellano “el ingeniero”.
Sicarios como Eduardo Teodoro García Simental, alias El Teo y/o Raydel López Uriarte, alias El Muletas, decidieron jugarle a la sorda, las “contras”, sobre todo cuando se supo que sus principales “aliados” entre otros “El Cholo”, Jorge Briseño López, habían muerto o caído en manos de la autoridad.
El Teo y El Muletas encontraron pronto una “mina de oro” en los secuestros, por lo que argumentando que “El ingeniero” no les dejaba “crecer” moviendo su droga, entonces se engolosinaron efectuando “secuestros no autorizados” lo que llevó a un fuerte rompimiento entre estos grupos con Sánchez Arellano, que tuvo su “clímax” con la balacera de “El Cañaveral” en Tijuana, el 26 de abril de 2008.
De ahí se sucedieron “levantones” y ejecuciones cada vez más sanguinarias, que hacían “palidecer” los actos de violencia de Benjamín y hasta de Ramón, por lo que atrajeron la obligada atención del gobierno federal, que para ponerle “punto final” a esta situación, movilizó al ejército.
Así fueron “cayendo” los más sanguinarios sicarios, lo mismo que Francisco Javier y Eduardo Arellano, más no el sobrino.
Por su parte, el gobierno de Estados Unidos, ya ignorando lo que fue la “vieja guardia” del grupo criminal, lanzó el 24 de febrero de 2010, un nuevo póster, revelando por vez primera la imagen de Sánchez Arellano.
Aquí aparecen también, las fotografías con la leyenda de “capturados” de: Eduardo Teodoro García Simental, Raydel López Uriarte, Filiberto Parra Ramos, Manuel Yvanovich Zambrano Flores e Isaac Manuel Godoy Castro.
De todas formas, el gobierno de Estados Unidos volvió a difundir en ese entonces, el póster donde los hermanos Arellano Félix estaban a la cabeza, ya que pese a todo, aún faltan algunos pocos por capturar.