Se salvaron en una panga
Agencia Fronteriza de Noticias
Programas Keila
Programas Villegas
Translate this website into your desired language:

Se salvaron en una panga

TIJUANA - miércoles 6 de julio de 2011 - AFN.
1569

 

*.- Uno de los miembros de la tripulación llegó nadando 
*.- De inmediato “se hizo a la mar” para emprender una búsqueda 
*.- Sentido relato de uno de los primeros testigos de los hechos 
 
ESPECIAL 
 
Fotos: Antonio Hernández y Jorge Serrano/AFN 
 
La única panga del buque “Erick” (del mismo nombre) que quedó flotando en las aguas del Mar de Cortez la madrugada del domingo 3 de julio , permitió que once de los primeros náufragos rescatados, pudieran salvar la vida. 
 
Esto, porque aferrados a ella y usando “tapas de hieleras” (que quedaron dispersas por el lugar), como si fueran remos, lograron alcanzar las costas bajacalifornianas, en la zona conocida como Playa del Sol, en la Isla de San Luís Gonzaga, según lo que narra en un relato, Antonio Hernández, un lugareño de la zona. 
 
El fue el primero en conocer de lo ocurrido en aquella fecha, ya que se topó con los turistas, deambulando por la zona y con Rodrigo Romero, miembro de la tripulación, quien nadó ¡100 kilómetros! hasta alcanzar las costas, para tratar de llegar más rápido por auxilio. 
 
Según Hernández, no podían creer lo que estaban viendo. Refiere que el primero que llegó pidiendo auxilio fue precisamente Romero, el cual forma parte de la “tercera generación de pescadores” de San Luís Gonzaga y “nieto de papá Fernández”. Es, agregó el funcionario: “miembro de una familia muy querida y respetada por toda la gente de la región”. 
 
La embarcación Erick con 43 personas a bordo, se hundió al sureste de la Isla de San Luís Gonzaga, la noche del sábado 2 de julio de este año. En esa nave iban por lo menos 27 turistas estadounidenses, además de 17 mexicanos, miembros de la tripulación. 
 
La Secretaría de Marina de México había reportado hasta este día 6 de julio, que del total de embarcados, fueron rescatados 18 turistas y 17 miembros de la tripulación, en tanto que siete permanecían en calidad de desaparecidos, mientras oficialmente se confirmó la muerte del turista Leslie Lee. 
 
Según el relato de Antonio Hernández, los once primeros sobrevivientes, arribaron a las costas, en esa panga de nombre “Erick”, arrastrados por la corriente durante 13 horas, mientras trataban de “dirigir” la misma, hacia tierra firme, con todo lo que pudieron levantar del mar. Atracaron a una milla al norte de Playa del Sol. 
 
Después de eso caminaron por la playa, cuando todavía nadie sabía del accidente. Sorprendido con el inusual “cuadro”, les ofreció atención, en tanto que por radio y desde su base, informaba a las autoridades de lo acontecido. 
 
“El primero que llegó pidiendo auxilio fue Rodrigo Romero -refiere Hernández- y me pidió que lo llevara a Punta Bufeo para buscar su panga. Manejando en mi Pick Up y hablando con Rodrigo, me contó que él no venía en la panga del Erik. Él prefirió nadar con su chaleco salvavidas desde la isla, para tratar de ganar tiempo y poder salvar más vidas”. 
 
Continúa: “Me describió cómo sucedió todo y cómo fue que él y los otros se aferraron a lo primero que encontraron flotando entre los fuertes vientos y tremendas marejadas, después del hundimiento”. 
 
Hernández confiesa que mientras lo escuchaba hablar, se percató de “su deteriorada condición física por nadar 13 horas, no dormir y no tomar agua”. Describe que a Romero se le dificultaba caminar y que su tono de voz era bajo en tanto que “su mirada se veía perdida”. 
 
Recordó que el pescador “estaba descalzo y con los pies muy lastimados; su cara y brazos totalmente quemados por el sol, pero sobre todo eso, estaban en su mente, las vidas de las personas que se quedaron detrás de él”. 
 
Indica que cuando llegaron a Punta Bufeo, pidieron ayuda a uno de los amigos de Rodrigo, a quien identificó como “Mike”, el cual “inmediatamente aceptó y empezó a preparar gasolina, aceite, agua, chalecos salvavidas, mientras continuaba pidiendo ayuda en otras frecuencias donde estadounidenses se comunican para mandar toda la ayuda lo antes posible”. 
 
Mientras tanto Rodrigo y Hernández fueron en busca de la panga del primero, donde los encontró otro amigo y vecino, identificado como “Hopper”, el cual conectó con rapidez el remolque de la panga a su carro y se dirigió hacia la playa para lanzarla al mar. 
 
Hernández confiesa que se ofreció a acompañarlos “pero Mike ya estaba listo con todo lo necesario y Rodrigo pensó que una tercera persona ocuparía un espacio más, que algún náufrago podía usar”, por lo que decidió que ellos irían y Hernández regresaría a casa “para ver qué otra cosa podíamos hacer por los once que mis familiares y amigos se quedaron atendiendo mientras llegaba ayuda de parte de alguna autoridad o cuerpo de rescate”. 
 
Antonio Hernández recordó que en su camino de regreso, no pudo dejar de pensar en “la obsesión” de Rodrigo por ayudar a las personas que estaban dentro del barco colapsado: “Todavía tenía claro en mi mente, el trabajo que le costó subirse a su panga y el tremendo esfuerzo que hacía para arrancar su motor de fuera de borda”. 
 
Dice que un conocido (de Rodrigo) llegó para informarle que su familia pedía que se comunicara con ellos, pero el pescador apenas contestó que les dijera que estaba bien y que no podía perder más tiempo, porque ya estaba atardeciendo y no le quedaba mucho tiempo con luz (antes de que se metiera el sol) para salvar a más personas. 
 
En tanto, Hernández, al regresar a su casa, encontró a sus familiares y amigos, atendiendo a los otros once náufragos, entre turistas, pescadores y parte de la tripulación. 
 
“Todos se miraban exhaustos no platicaban mucho entre ellos, la mayoría sólo miraban al mar pensativos; algunos de ellos durmiéndose sentados por el tremendo cansancio”. Luego su esposa le comentó las condiciones en que llegaron los náufragos “Algunos llorando; otros recordando a sus seres queridos y algún otro pensando en sus dos hermanos que no volvió a ver desde que se echó al mar”. 
 
Uno más pensaba, dijo, en los miembros de la tripulación que se encontraban en la parte baja del barco, cuando todo sucedió. Y para ese entonces, refirió, en las tres frecuencias de radio que usan los locales, no se oía otra cosa más que muestras de apoyo de pescadores de la región que pedían información del lugar de la tragedia para unirse a la búsqueda. 
 
Otro más, daba el reporte de otros náufragos rescatados y fue impresionante, narró, de cómo en tan poco tiempo “se veían pangas venir de todas las direcciones, para apoyar a las todavía muchas personas que se encontraban perdidas en el mar”. 
 
Hernández relató que de igual forma llegaron algunos familiares de miembros de la tripulación, para saber si alguien los había visto a salvo o si sabían de ellos. Un poco más tarde, hizo su aparición un helicóptero de la Marina mexicana “al que tratamos de ayudar para su aterrizaje en un espacio abierto cerca de la casa”. 
 
El testigo comentó también que un miembro de la tripulación de ese helicóptero le pidió información y un reporte de la condición en que se encontraban las once personas que estaban en su casa. “Me pidió que los tuviéramos listos y formados para su abordaje, en un lugar seguro cerca de donde aterrizó la nave”. 
 
En ese momento, indica: “Fue hora de despedirlos y parecía increíble cómo en tan poco tiempo que estuvieron ahí, se había formado un lazo tan fuerte entre los náufragos, mis familiares y amigos que los habían tratado de atender y confortar de la mejor manera por el poco tiempo que estuvieron ahí”. 
 
Y recordó una anécdota muy personal: dijo que antes de despegar la nave, se dio cuenta que su madre que no podía desplazarse muy bien: “venía caminando hacia ellos, también con lágrimas en los ojos, para despedirlos”. Ella tenía 15 años que no acompañaba a sus hijos a ese lugar en la playa. 
 
“Después de unos fuertes abrazos y un par de fotos, era tiempo de abordar”, refirió, en tanto que algunos locales ya les habían avisado por radio sobre la situación de otros náufragos rescatados, que ya los estaban esperando en Punta Bufeo. 
 
Recordó que más tarde siguieron escuchado por radio, cómo muchas personas buscaban en sus pangas a los todavía desaparecidos, inclusive ya entrada la noche; horas después, sólo se veían un par de embarcaciones cerca de la Isla “peinando” la zona con grandes reflectores. 
 
En la casa, sólo quedó el recuerdo de los rescatados y reflexiones sobre cómo impactaron en sus vidas, sus comentarios o vivencias compartidas, reconoció. También quedaron impresos en sus memorias, sus enormes gestos de agradecimiento a quienes les estaban atendiendo de una manera tan fraternal. 
 
El lunes por la mañana observó el sobrevuelo de un par de helicópteros así como grupos de rescate y autoridades “peinando” la zona. 
 
Hernández, quien agradeció a su esposa, hija, a sus cuñados, padres y amigos, la gran disponibilidad mostrada para atender a los sobrevivientes en este trance, confesó además “la gran admiración y respeto que me causa mi nuevo héroe y amigo”, ya que dijo que a pesar de su pobre condición física: “Nunca dudó en arriesgar su vida por salvar la de los demás”. 
 
Afirmó que de él ya no pudo despedirse pero que confía en que esté bien y a salvo con su familia. Se llama Rodrigo Romero, recordó. 
 
Ayuntamiento Noviembre 11 2023
La favorita
Matemáticas Fáciles
Pagina Facebook
AFN Marketing
La Marina solicita apoyo
Buscador Acerca de AFN Ventas y Contacto Reportero Ciudadano