MÉXICO DF 22 DE FEBRERO (ComPubMex).- Decir que no existe cura para una enfermedad en particular no quiere decir que nadie jamás se haya curado de esa enfermedad. Sin embargo, esta es la impresión que mucha gente tiene cuando escucha o lee estas palabras desalentadoras, independientemente de la enfermedad que se esté describiendo.
“Hoy en día, [el Alzheimer] afecta a más de 5 millones de norteamericanos, de los cuales 590 000 son californianos”, escribe Victoria Colliver en una edición reciente del San Francisco Chronicle. “Es una enfermedad mortal, progresiva, para la cual no existe cura”.
El problema es que, a menos que alguien se cure dentro de los límites de un entorno médicamente regulado, los resultados —por muy bienvenidos que sean— con frecuencia son considerados meramente “anecdóticos”; un gran eufemismo para “no tenemos ninguna explicación” o, para ser más exacto, “no tenemos el tiempo ni la predisposición para explorar lo que sucede”.
“Es comprensible, porque [los doctores] están capacitados en un modelo muy reduccionista donde lo único que importa es el aspecto biológico”. dice Kelly Turner, autora de Radical Remission: Surviving Cancer Against All Odds [Disminución Radical: Sobrevivir al cáncer en contra todas las probabilidades]
Pero lo que le importa al doctor no siempre es lo que le importa al paciente.
Tomemos, la historia de una mujer de Nueva York. Su Alzheimer se revirtió después de un largo y duro viaje de “pastillas y visitas a especialistas” que finalmente la llevó a decidirse por un método espiritual para lidiar con su condición. El punto de inflexión llegó cuando conoció a una mujer de su grupo de apoyo que, como dice en su relato publicado: “parecía que tenía menos dificultades que el resto de nosotros”.
“Un día le pregunté cómo se las arreglaba para permanecer tan tranquila ante tal calamidad. ‘Cuando era joven —respondió— mi madre me regaló Ciencia y Salud, de Mary Baker Eddy, y ese libro es mi fortaleza. Me mantiene firme’ ”.
Una vez que ella comenzó a leer este libro, comenzó a tener una mejor idea de lo que ella describe como su “naturaleza espiritual e… indisoluble relación con Dios”. También empezó a ver una marcada disminución en el uso de medicamentos —hasta el punto de dejarlos por completo— y, por consiguiente, un aumento en la capacidad de recordar ciertos detalles; tantos que los líderes de su grupo de apoyo le preguntaron si no le importaba que la reevaluaran.
“El doctor estaba casi tan feliz como yo con los resultados”, escribe. “Él dijo que todo salió muy bien y que me había dado unos exámenes que normalmente no se los dan a personas de mi edad. En esos exámenes, dijo que me había ido mejor que a alguien promedio de veintisiete años de edad. Dijo que nunca antes había revertido un diagnóstico de Alzheimer”.
¿Entonces por qué no somos más los que estamos al tanto de tales casos? Podría ser solo un simple caso de renuencia.
“Cuando voy a conferencias médicas, pregunto: ‘¿Cuántos de ustedes han tenido un caso [donde la recuperación del paciente no se puede explicar]?’, y muchos levantan la mano”, dijo Turner. “Luego pregunto: ‘¿Cuántos de los que levantaron la mano sacaron tiempo para escribir un artículo y publicarlo?’, y todos bajan la mano”.
Por otro lado, puede haber una resistencia más arraigada que se debe abordar.
Refiriéndose al mismo método de curación empleado por la mujer de Nueva York, Eddy escribe: “Hoy, como antaño, inconsciente de la reaparición de la idea espiritual, la creencia ciega le cierra la puerta, y condena la curación de los enfermos y de los pecadores si se efectúa por medio de cualquier teoría que no sea material y doctrinal”.
Eddy no tenía nada en contra los doctores; muchos de ellos reconocen el poder curativo de una mentalidad fundamentada en lo espiritual. Más bien, estaba señalando la necesidad de cambiar la creencia subyacente de que somos un cuerpo material dependiente de recursos materiales, incluso la resistencia a abordar la pregunta de quién y qué nos hace “nosotros”.
La buena noticia es que el desmantelamiento de esta creencia comienza no solo con los doctores, sino con cualquiera que esté dispuesto a dejar de lado, aunque solo sea por un momento, la noción de que la única manera de abordar un problema basado en un asunto es a través de medios basados en el asunto; hay que explorar la “naturaleza espiritual” innata de cada uno y aceptar la idea de que se puede, de hecho, haber una curación.
Eric Nelson escribe sobre la conexión entre la consciencia y la salud desde la perspectiva de la Ciencia Cristiana. Es Comité de Publicación en California, EEUU.
Twitter: @NorCalCS