MÉXICO DF 4 DE NOVIEMBRE DE 2015 (ComPubMexico).- Durante un concierto, líneas de cocaína, cigarrillos de marihuana y tragos de tequila se colocaron sobre el escenario, a los pies de un joven guitarrista. Al finalizar el espectáculo, estaban intactos.
Lisa Miller cree saber el porqué.
Miller, psicóloga de la Universidad de Columbia, en su nuevo libro, The Spiritual Child: The New Science on Parenting for Health and Lifelong Thriving [El Niño Espiritual: La Nueva Ciencia para Promover la Salud y la Prosperidad desde el Rol de Padres], revela por qué los investigadores psicológicos y neurológicos han llegado a la conclusión de que la espiritualidad otorga una ventaja de protección y bienestar.
Hasta hace relativamente poco tiempo, la espiritualidad interesaba fundamentalmente a quienes tenían una profunda fe. Actualmente la espiritualidad es una industria artesanal que incluye departamentos, ensayos clínicos, investigadores, escritores y editores. Esto es algo bueno. Cada participante puede ayudarnos a reconocer el valor de la espiritualidad.
Miller escribe en The Spiritual Child: “El desarrollo espiritual durante los primeros años prepara al adolescente para enfrentar con mayor éxito las preguntas existenciales predeciblemente difíciles y potencialmente desorientadoras que hacen que la adolescencia sea tan problemática para los jóvenes (y sus padres). Además, protege la salud, reduce el riesgo de sufrir depresión, consumir drogas, ser agresivo y tener comportamientos de alto riesgo, incluyendo el correr riesgos físicos”.
La pregunta clave es: Si su hijo hubiera estado en ese escenario, ¿hubiera podido decir “No”?
Miller escribe en su libro: “La investigación demuestra que la decisión de un padre acerca de cómo encarar la vida espiritual de su hijo es una propuesta en la que hay mucho en juego, con consecuencias para toda la vida”.
Conocí a Miller hace más de un año, en una conferencia auspiciada por el Instituto de Espiritualidad y Salud del Centro Médico de Texas, en Houston. Su trabajo y sus obras me interesaron de inmediato. Me causaron una profunda impresión. ¿Por qué? Porque yo era el músico adolescente anteriormente mencionado.
Tuve la dicha de tener padres que promovieron mi desarrollo espiritual desde temprana edad. Recibí educación espiritual en una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Esto condujo a la práctica diaria de leer una Lección Bíblica y de orar, lo que desarrolló un sentido espiritual que me permitió abstenerme de consumir alcohol y drogas. Esta cultura moral y espiritual me ayudó a tener un registro de asistencias perfecto durante toda la escuela primaria y la secundaria. Mi desarrollo incluyó lo que se consideran desafíos emocionales y físicos normales de la adolescencia; sin embargo, nunca falté un día a clase por razones de enfermedad.
Coincido con Miller en que no es necesario que los padres se preocupen de que sus hijos no tengan espiritualidad. La espiritualidad de sus hijos ya ha sido zurcida firmemente al vestido de su existencia. Sin embargo, las investigaciones han llevado a Miller a la conclusión de que la espiritualidad de los niños es genética y simplemente debe nutrirse, en tanto que en mi práctica de la curación espiritual yo he hallado que la espiritualidad es la esencia de nuestra existencia, y que no se obtiene de la materia o de la genética material, sino de las cualidades divinas.
Miller escribe: “La espiritualidad es el último recurso aún no descubierto en nuestro entendimiento del desarrollo humano, la resiliencia y la enfermedad, y la salud y la curación. La falta de apoyo al crecimiento espiritual de los niños ha contribuido a que se alcanzaran tasas alarmantes de niños y adolescentes con sufrimiento emocional y comportamientos que los ponen en peligro. El conocimiento del desarrollo espiritual reescribe la historia contemporánea de tasas crecientes de depresión, uso de drogas, comportamientos adictivos y otros problemas de salud”.
Si nos dedicamos a aprender acerca de la naturaleza espiritual de nuestros niños, nos será más fácil tener la expectativa de que vivan sabiamente, libremente, sin temor, y que prosperen; y alentarlos para ello.
Percibir la vida como completa y satisfecha fue un despertar a mi espiritualidad, y me capacitó para rechazar las drogas y el alcohol que aquel día se colocaron sobre el escenario.
Aceptar la espiritualidad de su hijo es una propuesta en la que hay “mucho en juego” y realmente tiene “consecuencias para toda la vida” que liberan y bendicen.
Por Keith Wommack - Especial para el American-Statesman
Keith es Maestro de la Ciencia Cristiana y Comité de Publicación para Texas, EEUU.