*.- Siempre polémico, levantó pasiones
*.- Ahora se va sin decir adiós
Era sábado 1 de diciembre del año 2007, cuando el elevador del edificio de la Cámara de Comercio local, se abrió en el tercer piso para permitir la salida de una persona que portaba pantalón de vestir y chamarra casual de color azul oscuro. En su pecho resaltaban las letras “P” y “E”.
Observó el festejo que ahí se realizaba, mientras afuera llovía y al acercarse a la puerta del salón donde se desarrollaba el evento, encontró a algunos de los colaboradores de la campaña del nuevo alcalde, Jorge Ramos, motivo de ese ágape.
Era el teniente coronel Julián Leyzaola Pérez, quien recibió palabras de reconocimiento y abrazos por su nombramiento como segundo en importancia dentro de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal que entonces estaba a cargo del activista social y abogado Jesús Alberto Capella Ibarra.
Algunos afirman que no obedecía a Capella y que incluso operó para que se le retirara del cargo y quedara él, en tanto que otros sostenían que fue Jorge Ramos, el presidente municipal, el que consideró el cambio como un movimiento estratégico, que le ganaría las simpatías con el Ejército.
De esta forma continuó hasta que se convirtió en Secretario de Seguridad pública de Tijuana, y una de sus primeras acciones fue modificar la clave de “Sierra” con la que se identificaba su cargo, por aquello de la “s” de Secretario.
A él le gustó más el de “Acero” (porque éste no se dobla) y así empezó a auto-llamarse, generando que pronto se le conociera de esta forma entre sus cercanos que así alertaban sobre su llegada a algún lugar.
Alguien, de sus conocidos, en algún convivio en el que participaron le preguntaría el por qué del cambio de clave y éste respondió: “la sierra sólo ha servido para cortar, más sin embargo el “ACERO” es fuerte, difícil de quebrar y mucho menos de doblar”.
Pronto empezó a provocar enojo y malestar entre sus elementos. Según los que le conocen Leyzaola siempre fue madrugador y él mismo presumía de casi no dormir, por lo que se le veía en su camioneta a altas horas de la noche o en las primeras de la madrugada, buscando a “mugrosos”, según decía.
Esto inclusive lo resentían sus encargados de seguridad que eran “compadecidos” por sus compañeros asignados a otras tareas, que los encontraban recargados en donde podían para mantenerse despiertos.
Pero a quienes les fue peor fue a aquellos que se involucraron con el crimen organizado o que Leyzaola suponía que lo estaban. Los asignó a la famosa “palma” o “punto palma” que no era otra que “el arbolito” que estaba en la acera de la comandancia de policía por la célebre calle “Ocho”.
Se jactaba de que los malos elementos no dudarían en “ponerlo” ante la delincuencia organizada y que al enviarlos a otros puntos de la ciudad, harían lo que quisieran y no tendría total control sobre éstos, en cambio “en la palmita no”.
Sus órdenes y por escrito eran: Deberá usted colocarse a tantos metros al este y tantos delante de la palma que se encuentra en… Y la advertencia era tajante: si se le encuentra fuera de esa área sería removido por falta de cumplimiento a las órdenes.
“Además les decía que si alguien pretendía matarme, entonces se los llevarían primero a ellos que estaban haciendo guardia frente a la comandancia”, comentó en algunas ocasiones el militar con AFN.
Otra historia tienen para contar quienes fueron supuestamente delatados por delincuentes, ya que se les detuvo y trasladó a otras partes del país, no sin antes ser “torturados”, según ellos mismos, sus defensores y sus familias.
En ocasiones el Teniente, propició la detención de delincuentes de “altos vuelos” de los cárteles que operan aquí y en otras, según otras fuentes, se adjudicó méritos que no le correspondían “para hacerse pasar como un héroe” decían.
La popularidad de Julián Leyzaola creció rápida y desproporcionadamente. Rebasaba en celebridad al mismo alcalde Jorge Ramos e inclusive a los jefes castrenses de la región, lo cual a muchos no gustaba. Afirman algunos que esa “fama” lo hizo “más egocéntrico de lo que siempre ha sido”.
Así continuó hasta el final, sin percatarse que éste se aproximaba; se mantenía “cazando” y provocando a los criminales y protegiéndose dentro de las instalaciones militares del Cuartel “Morelos”, donde se afirma que no tenía todas las simpatías, aunque siempre el apoyo.
Y menos le interesaba el fin del periodo político en el que le tocó trabajar, porque su proyecto iba más allá: era un proyecto de nueve años, según reiteraba y de los cuales algunos ya había cubierto en sus posiciones anteriores.
Además, tenía la promesa desde el Distrito Federal, en el sentido de que “fuera quien fuera el nuevo alcalde” él permanecería como Secretario de Seguridad Pública. Todos los candidatos ya serían convencidos para esto, porque se trataba de una condicionante para obtener la posición.
Pero… a los estrategas les faltó medir la posibilidad de que un partido diferente pudiera ganar en las elecciones, como finalmente ocurrió. Entonces la presión se dirigió hacia el presidente municipal triunfante, Carlos Bustamante Anchondo, para que mantuviera al militar en su cargo.
A favor de Bustamante obraba la personalidad polémica del Teniente Coronel, quien igual que tenía poderosos respaldos, enfrentaba poderosas oposiciones.
Sin embargo esto no amilanó a sus promotores, ya que siguieron presionando hasta el último minuto para lograr su permanencia, pero a final de cuentas no se le ratificó, pese a que según personas que le conocen, deseaba firmemente mantenerse en el cargo.
Mientras se libraba esa lucha, Leyzaola ya tenía invitaciones de otras partes de la república y la palabra empeñada del gobernador José Guadalupe Osuna Millán, de llevarlo a su administración, aunque al final del trienio anterior el Ejecutivo se veía en aprietos para cumplirle, porque no tenía una posición operativa, como la que el Teniente deseaba.
Finalmente se le ofreció la Subsecretaría de Seguridad Pública del estado, un cargo en el que se afirmaba que Leyzaola no tendría facultades operativas, aunque el teniente pronto empezó a aparecer públicamente como artífice de operativos que dieron como resultado otras sonadas capturas.
Al llegar al estado empezaron las apuestas en el sentido de que “Leyzaola le haría a De la Rosa lo que hizo con Capella”, quitarle la posición, pero en este caso no pudo ser así.
Hay quienes afirman que esto es un infundio, sin embargo los cercanos al militar revelaron durante su sonada renuncia que se retiraba “porque no se le cumplió lo ofrecido”.
Ahora, las versiones lo ubican como futuro nuevo encargado de seguridad en Ciudad Juárez Chihuahua, lo cual provoca encontradas reacciones: “es un verdadero héroe, un hombre y les va a demostrar lo que puede hacer”, afirman sus seguidores, en tanto que otros responden: Juárez no es Tijuana y pese a sus bravuconadas, si se mete allá lo van a matar”.