Oaxaca de Juárez 5 de octubre de 2014 (adnsureste.info).- La primera tira de Mafalda sale a la luz un 29 de septiembre de 1964. La pequeña niña contestaria, proveniente de aquella clase media intelectual, casi desaparecida en Argentina, ha enriquecido a la identidad latinoamericanista con su irreverente pero inocente estilo de cuestionamiento a un entorno cuyo fin sigue sin aproximarse.
Lejos de hacer un artículo sobre la historia del personaje creado por Joaquín Salvador Lavado “Quino”, pretendo hacer una reflexión de cómo toda la filosofía de la tira cómica “Mafalda”, aplicaba y aplica a una realidad cíclica, reproducida en toda Latinoamérica. Es pues común, sorprendernos cuando abrimos uno de los libros de Mafalda, y darnos cuenta de la actualidad que tienen sus reflexiones a pesar de haber sido escritas hace ya cincuenta años.
Es claro que la historia latinoamericana en su conjunto, se erige sobre patrones que parecieran estar destinados a nunca acabarse. La historia del dominador y el dominado (cambiando los nombres de conquistador-conquistado, casique-peón, partidos-pueblo), se repite en toda la región, formando así sociedades parecidas entre sí. Así pues, la familia de Mafalda era parecida a la de muchos de nosotros, con un padre proveedor y una mamá encargada de la educación de Guille (su hermano pequeño) y Mafalda y las labores domésticas. Ambos padres estudiados en la “facultad” y con un trabajo que si bien no haría rico a nadie, alcanzaba (hasta antes de las crisis económicas en Argentina) para solventar los gastos del hogar.
Mafalda, más que una tira cómica, es un tratado sociológico que cuestionaba mediante originales frases, una realidad mundial vista desde los ojos de una niña que sigue sin entender “por qué los bancos son más importantes que la bibliotecas”.
Si bien, muchos sociólogos han catalogado a “Mafalda” como una tira de izquierda, yo más bien pienso que es el reflejo de una sociedad que no sabía bien para qué lado mover sus fichas, en una época en la que el socialismo estaba en su apogeo y en la misma época en la que Estados Unidos maquinaba operaciones como la “Condor” alrededor de América Latina. Al mismo tiempo que ese idealismo representado en la imagen de una pequeña que buscaba la paz entre los pueblos, está muy por encima de las utopías socialistas de la época.
La tira de Mafalda, que curiosamente tuvo más seguidores en el mundo latino que en el anglosajón, permitió formar una identidad común en países como Chile, México e Italia que se pensaban afines al entorno de aquella pequeñita con amigos de todos los estratos sociales, desde el hijo del tendero (Manolito) hasta la hija de los traductores y académicos del partido comunista (Libertad). Al final nos podemos quedar con la conclusión de que Mafalda no sólo representa una identidad en común, sino también una sensación de estancamiento, en un subcontinente que lucha por ser aceptado y aceptarse él mismo ante una realidad cambiante.
