Texto: Joel F. GÁLVEZ VIVAR
Fotos: Karol Joseph GÁLVEZ LÓPEZ
YUCUÑUTI DE BENITO JUÁREZ, Tezoatlán de Segura y Luna, Huajuapan de León, Oaxaca.- En aquellos tiempos el sonido de las campanas del templo tenían una dulzura sonoro en su repicar; cuentan los nativos sobre las campanas y los efectos de Quetzalcóatl.
La esquila tiene la función de anunciar la buena nueva, todos los días es doblada aún por el sacristán para indicar el medio día de cada jornada, cuyo sonido alcanzaba miles de kilómetros a la redonda, cuyas ondas llegaban a los límites Santo Domingo Tonalá, esto al Poniente, mientras que al Oriente hasta el barrio del Rosario de la cabecera municipal de Tezoatlán; igualmente se escuchaba en los poblados circunvecinos, como San Juan Diquiyú, Yucuquimi de Ocampo, suavemente los efectos se oían en San Vicente El Palmar. Cabe destacar que el repiqueteo del medio día, se conserva intacto como esencia del indigenismo tradicional de los nativos.
Ahora bien, en cuanto a la función de la campana principal o grande es llamar de manera constante tanto para las celebraciones eucarísticas como para eventos trascendentales que ocurriese en el ámbito poblacional, es la campana que más se toca previamente es anunciada por otras dos de menor dimensión, en ocasiones es precedida por la esquila que es de excelencia en su importancia.
El campanario del templo de Yucuñuti cuenta con tres campanas y una esquila, la campana de la escuela, ubicado al sur de la torre, llamada así porque a través de ella se llamaba a los niños para la escuela, cuando la jornada estudiantil era de dos turnos, mañana y tarde, que en la actualidad quedó en el olvido.
La campana de muertos, es una campana pequeña que se cuelga al oriente de la torre, se toca para cuando ocurren defunciones de paisanos cuya muerte ocurriese ya sea en este propio suelo o en algún otro lugar de la tierra, entendiéndose en la comunidad o dentro del territorio nacional o bien también en el extranjero, pero cuando los familiares notifican a las autoridades de los decesos por principio y solidaridad con los deudos, se manda a repicar las campanas del templo de Yucuñuti, anunciándose de esta manera el deceso de un hijo de este poblado.
Mientras que la esquila apostada al poniente de la torre, permanece atento a los acontecimientos en que se desenvuelven los paisanos del cerro de arena en idioma mixteco –Yucuñuti-. La excelsa esquila tiene impregnada esta leyenda: ‘Ave María Purísima, año de 1880’. Tres campanas y una esquila permanecen fieles, mudos testigos de la historia de la patria chica, testigos fidedignos de bajo las piedras calizas de la construcción de las columnas de la torre del templo católico habitó en la magnificencia el gran Quetzalcóatl (serpiente emplumada). Colgadas de gruesos maderos, amarradas con cables de acero unos, mientras que otros de cuero de res, tejidas rústicamente por los naturales.
Cabe señalar que la campana de la escuela, está ahora herida, rota por las inclemencias del tiempo;, los escueleros ya no voltean la mirada a las alturas de la torre en donde permanece la histórica campana que en aquellos años mozo llamaba con su repiqueo para asistir a clases, porque ni siquiera saben en así ocurriese en los años mozos; en tanto los de las generaciones del presente se están inmersos en asuntos de la tecnología siendo éste el de mayor influencia para olvidar completamente el sonido de la campanita que un día memorable le anunciaba la proximidad de las horas de acudir a las aulas, era la hora de las primeras letras, para aprender a leer y escribir, sí escribir la historia de este heroico pueblo de Yucuñuti.
El gran Quetzalcóatl y sus efectos en las campanas.
De madrugada casi próximo a amanecer, se escuchaba finos retumbos, como su fuese el sonido que emite la canícula en tiempos de lluvias, la torre de aproximados 60 metros de altura se cimbraba con ternura, las campanas como si cobrasen vida, afloraban en todo su esplendor, cuando el sacristán subía al campanario 40 metros, con gozo y fervor hacía el repiquetear de los bronces, anunciando a los cuatro vientos el comienzo de un esplendoroso nuevo día.
Los sonidos que salían del bronce era dulzura pura, un sonoro candoroso, era por los efectos del gran Quetzalcóatl que aquí habitó por muchos años, hasta que un lamentable día un par de extraños llegaron a este suelo Yucuñutense, llevaban consigo equipos y aparatos especiales, de inmediato se subieron a la torre, sin permiso y autorización de nadie, sacaron de su escondite, de su aposento sacaron al gran Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, máximo jerarca de la dinastía indígena de los nativos, el rey Quetzalcóatl fue hurtado para siempre por ese par de forajidos, a aprovechándose de la poca ilustración de los nativos les robaron la sagrada reliquia que poseían muchos tal vez sin saberlo a ciencia cierta, otros ni se tomaron de molestia de indagar sobre ese pasado histórico cultural.
Ese par de cuatreros se llevaron la serpiente emplumada, sin que poblador alguno le pudiese marcarle el alto, aquellos forajidos sin mayor explicación largaron llevándose consigo a la serpiente emplumada, de esplendorosa figura, relampagueaba su hermosura, unos cuantos curiosos que se acercaron, carentes de valor de impedir el robo sacrílego, como también pedir razón a tan cobarde hurto de las reliquias sagradas de los nativos.
Aseguran que las campanas y sus sonidos fueron los que perdieron más con el robo sacrílego, porque tal pareciese que paulatinamente van perdiendo fuerza a sus sonorosas voces, como si estuviesen en otoño o invierno más crueles de su permanencia en la torre del templo de la comunidad, sostienen algunos paisanos, que reconocen del gran poder de Quetzalcóatl.
Las campanas mudos testigos de los acontecimientos y de la transformación de los pobladores como de la misma comunidad. Aunque algunos lamentan el hurto del gran Quetzalcóatl, todo por la ignorancia como el desinterés de sus habitantes, porque no supieron a tiempo alegar el derecho de propiedad que ejercían sobre la serpiente emplumada que habitaba en las torres del templo de Yucuñuti, era quizás el alma y voz de las campanas históricas que aún permanecen en el campanario dando testimonio de los acontecimientos del nuevo siglo, del tiempo y épocas hasta que vuelvan los Yucuñutenses en su esencia del pulcro indigenismo ancestral, sin mancha ni contaminación alguna, la nobleza de espíritu debe permear siempre en la hospitalidad de los naturales.