ESTADOS UNIDOS 30 DE OCTUBRE DE 2016 (La Silla Rota).- Donald Trump perderá las elecciones en Estados Unidos de América y, por primera vez una mujer llegará a presidenta del gobierno-imperio más poderoso del mundo. Desde hace meses muchos lo teníamos claro; sin embargo, para la mayoría de las personas no es fácil comprender que la existencia de las sociedades, y hasta el planeta, están en peligro con Hillary Diane Rodham Clinton.
En los recientes meses los medios de comunicación, especialmente los electrónicos, difundieron las posturas políticas de esos candidatos a la presidencia. Fue evidente que Trump sigue utilizando un lenguaje y propuestas muy cercanas al clásico fascismo del siglo XX, de ahí el rechazo de grandes sectores sociales en su país y el mundo. Diversas artistas, intelectuales, sindicatos, trabajadores, familias, etcétera, manifiestan de manera continua que no votarán por dicho millonario, y denuncian lo que pareciera ser una dañina amenaza si llegara a comandar el gobierno estadounidense. Por ello alientan el voto por la señora Clinton. Un ejemplo, el afamado y progresista director de cine Michael Moore exalta las “virtudes” de la cuasi ganadora. Entre la denuncia del “malo de la película” y la exaltación de la “chica buena”, que saldrá victoriosa, no hay una discusión seria de lo que hace pocos meses eran temas importantes por analizar: ¿qué es la democracia? ¿cuál es la relevancia de volver a aparecer la palabra ‘socialismo’ de manera pública y abierta a través de la campaña de Bernie Sanders? ¿qué significa el ‘fascismo’ en el siglo XXI?, etcétera.
Una primera conclusión al analizar este periodo electoral en Estados Unidos de América, es la sorprendente sensibilidad de la población mundial a estar atentos a las definiciones políticas y propuestas de los candidatos. La sensibilidad se entrelazó a la discusión de la pobreza, los seguros médicos, los migrantes, los conflictos internacionales, en otros tópicos que con dificultad se comparten con la familia, los amigos y compañeros de trabajo. El resultado ha sido positivo, los ciudadanos estadounidenses reiniciaron procesos de politización, tal vez endebles, pero significativos al comparase con el conformismo imperante por décadas. También en el resto de los países esas discusiones denotaron preocupación y redefinición de cómo será el futuro. Entonces, asomó en el mundo un primer síntoma de politización global simultánea.
De igual manera se ha confirmado lo inquietante que es para la oligarquía gobernante cuando los trabajadores y los diferentes sectores sociales se preocupan por la “democracia”, y no por la vida inmediata del día a día. “Los ricos” se inquietan porque la discusión amplia es el paso previo de la organización social, y luego más discusión para acordar acciones a seguir. Así sucedió con los partidarios de Bernie Sanders. Aunque mínima la cantidad de personas con pretensiones de organizarse al margen de los partidos Demócrata y Republicano, significativo fue el sólo hecho de tomar como ejemplo la reciente experiencia de Occupy Wall Street y reciclar sus demandas a lo largo de casi todo el país. En paralelo, movimientos sociales ya en avance han reforzado su presencia y amplitud pública, es el caso de las acciones por la implantación del salario mínimo de 15 dólares por hora, cuando en la actualidad es de alrededor de 7 dólares.
Tercera cuestión a concluir y ratificada en este periodo: La renovada capacidad de los medios de comunicación, en particular las televisoras. Éstas han centrado sus objetivos en desviar la atención de los temas arriba señalados. Brevemente han hablado sobre la inclusión en la agenda política del Partido Demócrata de las posturas de Sanders. En cambio, sin parar, resaltan los insultos y escenas grotescas de Trump y Clinton acontecidas en los debates, los discursos en plazas y locales cerrados; según ellos es una lucha de personalidades y ratifican la idea de que ”la historia se hace por héroes y villanos”. No se habla de la historia y la actualidad de las guerras emprendidas por el gobierno estadounidense, ni del deterioro de más de tres décadas en las condiciones de vida, infraestructura, educación, etcétera, a causa de las políticas de privatización, saqueo y explotación de todos los gobiernos demócratas y republicanos. La imagen de salvadora de la Nación, es la que darán a Clinton. Será el sello a imprimir en la razón y sentimientos de la “aldea global”.
Una cuarta conclusión a resaltar aquí. El devenir planetario está en peligro con la victoria de cualquiera de los candidatos. Ninguno desea acabar con la baja real de los salarios, ni mucho menos reconstruir y ampliar los beneficios obtenidos por los movimientos sociales de las décadas de 1950 a 1980. Al ganar Clinton hará más guerras de aniquilamiento de países y sociedades como Irak, Libia, Siria y Palestina. Buscará hostilizar progresivamente a Rusia y China. Limitará los derechos humanos. Seguirá patrocinando dos grandes proyectos: i) los inefables tratados de libre comercio, ii) el fenómeno del “golpe blando de Estado” como ya sucedió en Paraguay, Argentina y Brasil, pues eran gobiernos contrarios sus deseos e intereses. Será un peligro para la humanidad. Ella no usa el grotesco lenguaje de Trump, pero apoya los métodos fascistas a lo largo del planeta, aunque los barnice con algunas palabras y actitudes de apariencia o como un beneficio general (ver su libro: Decisiones difíciles. Nueva York: Simon & Shuster, 2014).
Los pueblos y sus países tendrán futuro si se organizan y discuten sobre su calidad de vida, el Socialismo y mil asuntos. Hay que luchar por un futuro mejor. Clinton y otros de la oligarquía mundial no son los salvadores del planeta.