Por: Fernando Bojórquez
NUEVA YORK 4 DE NOVIEMBRE DE 2024 (AFN).- El otoño ya deja sentir sus primeros efectos en las calles de Manhattan; son casi las ocho de la mañana de un día común entre semana, y el sonido de claxon y sirenas de unidades de emergencia, o de trabajadores con máquinas y en altos andamios se vuelven el sonido ambiental de una ciudad donde la vida corre de prisa.
Es el centro de la ciudad de Nueva York, un punto en el que sus edificios no permiten que el sol llegue a sus banquetas, donde miles de personas caminan a paso rápido a su centro de trabajo -en su mayoría con audífonos escuchando música, algún audiolibro o podcast, lo que sea para evadir el citadino ruido- y también, donde cientos de migrantes sólo miran pasar el tiempo en medio de trámites que se vuelven eternos.
Manhattan, el distrito neoyorquino con el costo de vida más alto en Estados Unidos -más del doble del promedio nacional- se convirtió desde mediados del 2022, en la utopía de todo migrante en busca del sueño americano, gracias a una ley vigente desde hace cuatro décadas que obliga a la ciudad de Nueva York a proporcionar alojamiento a toda persona que lo solicite.
Se trata del “derecho al refugio” (right to shelter), pensada inicialmente en la población que no contaba con un hogar, y que en años recientes fue aprovechada por cientos de miles de migrantes que llegaron hasta este punto del país tras cruzar la frontera de forma ilegal.
Hasta hace algunos años eran ciudades del Sur de Estados Unidos las que concentraban el mayor número de personas indocumentadas que buscaban una oportunidad de asilo y con ello, el codiciado permiso para obtener un trabajo de forma legal.
Desde 2021 y más aún en el 2022 -ya libres de la pandemia- fue común en la frontera norte de México -como el caso de Tijuana- documentar casos de migrantes procedentes de Centroamérica y algunos más desplazados por el hambre o la violencia en México, cruzar el cerco de manera intencional al paso de una unidad de la Patrulla Fronteriza.
La finalidad de ese tipo de acciones era ser llevados a algún centro de procesamiento en donde solicitaban asilo de manera formal, sin embargo, la medida era sólo un engaño más por parte de los grupos dedicados al tráfico de personas, por lo que casi la totalidad de los casos resultaban en deportaciones y por tanto, en la negativa de asilo.
Fue en el 2022 cuando el gobernador de Texas, Greg Abbott, inconforme con la política migratoria del presidente Joe Biden, y luego de que Nueva York se declaró como una de las “Ciudades Santuario”, decidió enviar ahí a miles de migrantes, en una larga travesía de hasta tres días de camino, en autobuses rentados por el republicano, acción que después fue replicada por otros gobernadores.
Fue así como la ciudad de Nueva York se vio inmersa en una situación que, en poco menos de dos años, le ha representado alrededor de cinco mil millones de dólares de su presupuesto, habilitando 214 albergues y refugios para procesar solicitudes de más de 300 mil migrantes -en su mayoría procedentes de Venezuela-, según confió Manuel Castro, comisionado para asuntos migratorios en la ciudad.
Sin embargo, en los últimos meses la cifra de migrantes que llegan a La Gran Manzana ha ido considerablemente a la baja, debido principalmente al endurecimiento de la política del presidente Joe Biden con respecto a la migración, que ha llevado a que más del 80% de los solicitantes de asilo sean rechazados al haber ingresado de manera ilegal.
Desde el lanzamiento, hace casi dos años, de la aplicación digital CBP One, el gobierno estadounidense ha ido obligando a los migrantes a solicitar asilo únicamente por esa vía, y deben hacerlo, además, desde fuera de Estados Unidos, salvo casos excepcionales.
Entrevistado en uno de esos refugios migrantes, Manuel Castro reconoció que la ciudad de Nueva York se convirtió, sin buscarlo, en el destino de los cientos de miles de migrantes que buscan el llamado “sueño americano”, y responsabilizó de ello, directamente, al gobernador texano.
“A Nueva York nadie le preguntó si quería ser la ciudad o el estado de recepción de los migrantes llegando al país, simplemente el gobernador Abbott decidió empezar a enviar autobuses, de forma política, porque fácilmente este tipo de apoyo a la comunidad migrante se le puede dar en la frontera, en los estados fronterizos, y no tienen que enviar a la gente que tal vez que no quería venir a la ciudad de Nueva York, y que está acá para recibir atención”, dijo.
El funcionario -nacido en Puebla y que desde los 5 años emigró con su familia a Estados Unidos, regularizando su situación apenas hace unos años por medio de un programa impulsado por el expresidente Obama- reprochó además, aunque con cierta cautela, al gobierno del presidente Biden, al señalar que no ha apoyado con recursos federales a esa ciudad que, de la noche a la mañana, se convirtió en el epicentro de la migración.
*.- Migrantes agradecidos… pero no tanto
La ciudad de Nueva York tiene en operación 214 albergues o refugios en donde brinda alojamiento, alimentación y cuidados médicos a migrantes procedentes de más de 160 países, dando prioridad a familias y madres solteras con hijos menores, a quienes incluso se les puede extender el periodo en el que pueden permanecer en estos centros.
Sin embargo, en pláticas con algunos de ellos, coinciden en que, aunque agradecen esas atenciones, en primer lugar no era su intención llegar a Nueva York -fueron enviados ahí desde algún centro de detención en Texas, Arizona o Nuevo México- y segundo, se muestran desesperados por la lentitud de su trámite migratorio pero más aún, por la imposibilidad de conseguir un empleo, al no extenderles un permiso provisional, por lo que pasan sus días sólo caminando por la ciudad, la cual, afirman, ya conocen mejor que nadie.
Uno de esos casos es el de Camilo, un venezolano de 44 años de edad quien llegó a Nueva York hace seis meses; al haber llegado solo ha sido enviado a refugios para hombres solteros o con hijos mayores, donde reconoce, ha sido difícil la convivencia, especialmente con migrantes procedentes del Medio Oriente, con quienes comparte un piso.
Camilo dijo que en su país trabajó por 17 años en uno de los principales astilleros, donde se especializó en soldadura, sin embargo, en los últimos años, debido a la crisis tuvo que salir junto con su esposa e hijos, con quienes se estableció en Colombia, donde los dejó para aventurarse y llegar a Estados Unidos.
En su larga travesía, confiesa, uno de los puntos más críticos fue atravesar El Darién -una zona de selva entre Colombia y Panamá- que es controlado por la guerrilla, y algunos puntos de México -que dijo no recordar- llegando finalmente a la frontera para cruzar por Nogales.
“Lo irónico -dice apuntando a una planta industrial ubicada a dos cuadras del refugio donde ha estado en los últimos dos meses- es que ahí hay un astillero, y he ido a pedir trabajo, les he hablado de mi experiencia en un astillero en Venezuela, como soldador, en todas sus variantes, y ellos necesitan soldadores, pero me piden papeles ¿y cómo voy a tener papeles si en Venezuela ya no existe nada de lo que antes había? Y aquí tampoco me han querido dar permiso de trabajo, en lo que se resuelve mi situación, no tengo ningún papel para trabajar, no tengo para enviarle dinero a mi familia. Ya no quiero que me den comida y un espacio para dormir, quiero que me den permiso de trabajo, es todo”, dice.
En otro de los refugios visitados, ubicado en Randall Island, la historia se repite por cientos, son migrantes solteros o con hijos mayores de edad, y es además uno de los refugios que podría ser cerrado en los próximos meses; es también uno de los centros de atención de migrantes donde se han registrado actos de violencia.
En este lugar una migrante ecuatoriana interrumpe brevemente una entrevista con funcionarios de la ciudad, para suplicar que sean agilizados los permisos provisionales para poder trabajar.
Al respecto, aunque insisten en la calidad de la atención que brindan a los migrantes, funcionarios del gobierno del alcalde Eric Adams refieren que los permisos de trabajo no dependen directamente de ellos, sino del gobierno federal.
Así es como la ciudad de Nueva York, con sus más de 22 millones de habitantes -la más poblada de Estados Unidos, seguida de Los Ángeles- convive diariamente con el fenómeno de la migración, con familias enteras que llegaron a la ciudad de forma involuntaria y que, todo indica, han quedado en medio de una disputa política que, todo indica, no se resolverá en la elección del martes.
Mañana: Con Kamala o Trump, los migrantes pierden.