*.- Cambió su nombre a Eduardo, cuando era niño.
*.- Era “ciudadano americano” sin saberlo
NORMA Y. CORTÉS J
TIJUANA BC 4 DE ENERO DE 2021 (AFN).- Ciento un años fueron los que acumuló, antes de fallecer este 31 de diciembre pasado, Eduardo Ramos Arenas, lo que quizá lo convirtió en uno de los tijuanenses -por adopción- más longevo de esta ciudad, en la que vivió gran parte de su existencia.
En la tranquilidad de su hogar, construido con su trabajo de sastre, don Eduardo “murió de tanto vivir”, acabando minuto a minuto con la prodigiosa salud que le fue otorgada.
Originario de Guadalajara, Jalisco, su historia inició el 23 de junio de 1919, siendo hijo de Miguel Ramos y Gregoria Arenas, quienes manejaban un negocio de confección de rebozos. Pero la vida de postrevolución no fue fácil para don Eduardo, quien quedó huérfano de padres, y solo pudo cursar la primaria, antes de iniciarse en el oficio de la sastrería, con su cuñado Brígido Robles.
Hombre que tuvo que reinventarse y adaptarse, contaba don Eduardo que él nació llamándose Zenón, pero que cuando entró a la primaria no llevaba su acta de nacimiento, por lo que la maestra al enterarse de su nombre -y no tener evidencia de eso- le sugirió llamarse Eduardo, nombre que mantuvo hasta su muerte.
Buscando mejores horizontes, y ya casado con María Luisa Moreno, emigró a la Ciudad de México, donde su trabajo meticuloso hizo que en el taller en el que ejerció la sastrería, le asignaran los trajes del entonces presidente Adolfo López Mateos (1958-1964).
"Le tomé medidas a él y a otros magistrados, y luego me enviaban las telas que querían que se utilizaran; con algunos retazos hacía los pantalones de mis hijos”, comentó en alguna ocasión.
Ante una familia que aumentaba cada año, Eduardo Ramos se aventuró, como muchos migrantes a venir a Tijuana “a probar mejor suerte”, pero como muchos, se regresó sin resultados, hasta que, en una segunda ocasión, en 1956, recorrió el camino hasta Tijuana, en un carro que solo llegó hasta La Rumorosa, con 8 de sus 10 hijos,
La suerte cambiaría para el jaliscience, cuando después de trabajar en la sastrería “El Caballero Elegante”, en Tijuana, tratando de sacar adelante a la familia, se enteró de que su esposa, por azares del destino, había nacido en Texas, situación que ignoraba, pero que le permitió “ciudadanizar” a la familia, a los pocos años, y a él trabajar -durante 30 años- en la tienda May Company, como sastre, hasta su jubilación.
En 2014, ante la presentación del músico Tino Contreras en el Centro Cultural Tijuana, don Eduardo estaba muy interesado en verlo y saludarlo. Es una deuda que quiero saldar, dijo. Al final del concierto se saludaron ambos personajes. Tino lo recordó después que Eduardo Ramos le comentó que, estando el músico en una gira en Tijuana (como parte de la orquesta de Luis Alcaraz), les pidió “raite” a Guadalajara, ya que no tenía dinero. El grupo aceptó y le ofrecieron a cambio de comida, que les ayudara a mover el equipo. Pero no solo eso, dijo, don Eduardo, Tino me dio dinero para que llegara a Guadalajara “y vine a darle las gracias, después de más de 60 años”, cuando ambos contaban ya, con más de 90 a cuestas.
Ramos Arenas, formó y promovió -en su vida- el futbol en Tijuana, pero además fue “amante” del tequila y del buen vestir. También se contó entre los vecinos fundadores de la colonia Redactores de Prensa, en la zona Río (promovida en ese entonces por periodistas y trabajadores del medio), y del Fracc. El Paraíso. Fue padre de 10 hijos: Raquel, Guillermina, Humberto, Rogelio, Enrique, Ernesto, Alfredo, Idalia, Leticia y Víctor Ramos Moreno. Lo sobreviven nietos, bisniestos y tatararanietos.