Por: José Alfredo Ciccone
TIJUANA BC 6 DE FEBRERO DE 2025.- Acabo de leer otro excelso artículo de mi iluminado amigo Hugo Hinojosa, que tiene entre otras debilidades de corte intelectual, ser un extraordinario escritor. En la columna mencionada, una vez más toca el tema de la filosofía e ilustra a cada paso con ejemplos que tienen que ver con esa maravillosa, reflexiva e interdisciplinaria forma inequívoca de pensar, que ahonda en lo más profundo del conocimiento humano.
Si bien es cierto que fue Tales de Mileto el primero en ser considerado sabio y primer filósofo de la historia, todos nosotros, alguna vez, leímos las líneas de textos imborrables trazados por estos genios de la vida que marcaron caminos, hoy más vigentes que nunca.
Método es una palabra de origen griego que literalmente significa ‘camino hacia’, a partir de esta premisa, podemos inferir que la primera aportación de Sócrates a la filosofía es precisamente el método, la segunda vendría a ser el fin que persigue con él, que es el bien del hombre y más concluyentemente su propio bien. Desde otro ángulo, la idea de que un filósofo pudiera hacer historia descubriéndose a si mismo, parece banal, o simple a primera vista, sin embargo, esa es la impronta que nos deja y que esperamos de la filosofía. Por algo Sócrates fue reconocido de forma unánime a través de los siglos, como el inventor de la ética y aunque no dejó escrito alguno, después de su muerte surgió todo un género literario dedicado a su persona y su filosofía, conocido con el nombre de -diálogo socrático-, la lista de autores de estos diálogos es rica y extensa.
Además del pensamiento ligado a Sócrates, nos deleitamos también con los posteriores como Aristóteles y Cicerón, consultamos a otros de la era moderna, con Descartes a la cabeza, como Schopenhauer, Hegel, Bradley, Voltaire, Immanuel Kant o Jean-Paul Sartre. Todos, sin excepción, tienen mucho que decirnos sobre sus profundas reflexiones, para poder ponerlas en práctica, -tomando en cuenta la realidad vigente, la prisa con que se vive actualmente y las presiones que nos preocupan a diario-, cuando esto sea posible.
La cuestión entonces, será cómo poder insertar tantos sabios aleccionadores pensamientos y palabras profundas en un mundo como el de hoy, carente de lapsos en paz, donde la sensación de ‘correr todo el tiempo para llegar a ningún lado’, sigue más vigente que nunca y como paradoja, lo rápido e inmediato en la información que nos brinda la tecnología, regalándonos horas libres y en lugar de emplearlas para vivir momentos de solaz y sana paz mental, precisamente para filosofar en soledad o con amigos, es utilizada para poder inundarse más de imágenes -y voces- emanadas de los populares teléfonos celulares, ahora con Inteligencia Artificial incorporada, estos gadget en su incesante búsqueda de humanos, de cualquier perfil etario y socioeconómico para tratar de enajenarlos aún más, o alejarnos de la comunicación tan básica como humana; de mirarnos, tocarnos, sentirnos cerca en cuerpo y alma, en contacto con los demás, no con robots sin piel, que responden con voz metálica a ‘casi’ todo lo que le preguntemos.
Lo peor y más triste, es que ya nos estamos acostumbrando a la mecanicista mediocridad y que se haga común, aquello de no mirarse a los ojos para comunicarnos o que nuestros interlocutores no nos presten atención ensimismados en una pantalla táctil, parece algo absolutamente normal para la época que nos tocó vivir y nos deja el mensaje que por ningún motivo debemos desentonar con hijos y nietos, porque sino causaríamos conflictos y nos acusarían de interruptores en el ‘engagement’ familiar moderno, válgame Dios!
La plática en círculo familiar, tocando temas de interés para todas las edades, donde se comentan y retroalimentan conocimientos de los mayores a los más jóvenes y también a la inversa, en el entendido que todos debemos oír y aprender de todos, parece mantenerse en pocos hogares porque las nuevas generaciones ya nacieron con un algoritmo incorporado o porque nadie se quiere ocupar del asunto, para no ofender a la generación Z o llamada de cristal, que se caracteriza por la fragilidad en sus emociones y manifestar lo que sienten, además de molestarse cuando les hacen chistes sobre las minorías.
Entonces, muchos de nuestra generación Baby Boomers, optaron por ‘mirar para otro lado’, o aceptarlo todo, como camino conducente para ganarnos la simpatía, creando empatía, entre los más jóvenes que aunque tengan ‘poca data’ de nuestro recorrido por la vida y algunos de nuestro perfil etario, -no es mi caso-, poca información de ellos, continúan poniendo paréntesis y que el tiempo corra, sin mayor participación adulta, porque les parece ser innecesaria como aportación válida.
Entonces, a estas alturas de miras, muchos se preguntarán ¿para qué sirve la filosofía y su aplicación en los tiempos que vivimos? La respuesta es que siempre estaremos auxiliándonos de esos pensadores de la historia, en primer lugar, porque la filosofía nace de las interrogantes que uno se plantea en su existencia y está sobradamente comprobado que sus respuestas profundas, más sus cavilaciones, nos ayudan a tomar decisiones humanas inteligentes y no artificiales, conduciéndonos por caminos donde el pensamiento crítico es algo más que una buena deducción, es más bien, una sabia guía conductual que nos resulta muy útil para toda la vida.
Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.