TIJUANA, BC 11 DE JULIO DE 2011 (AFN).- A mediados del siglo XIX existió en esta región un hombre llamado Santiago Argüello, quien después de vivir 33 años en un rancho de más de 10 mil hectáreas, donde criaba caballos y vacas, de pronto le dijeron que las tierras no le pertenecían.
Por su formación militar, pues por muchos años fue teniente y comandante de una fortaleza en San Diego; además de poseer amplio conocimiento del "teje y maneje" de gobierno porque fue funcionario público aduanal y hasta Alcalde, Santiago hizo entonces el berrinche de su vida y encaró a la autoridad local para defenderse, hasta que le dieron sus escrituras validadas y en orden.
Un año después Santiago murió, y su viuda María Pilar Ortega, con quien tuvo quince hijos, heredó las tierras. Y heredó problemas también, porque durante otros 17 años tuvo que defender el rancho de los gobernantes en turno, quienes las consideraban baldías y se atrevieron a desconocer sus títulos.
Cuando Doña Pilar vivía, y hasta una década después de su muerte, ocho de sus hijos y 28 nietos se disputaban la extensa propiedad. Todos querían su parte. Este pleito provocó incluso que se dividiera la familia, y los parientes fueran conocidos como: "Los del Norte" y "Los del Sur".
Y así estaban las cosas, cuando todos se enteraron que, otra vez, les querían quitar la propiedad. Supieron inclusive que las vastas extensiones de tierras de sus abuelos ya habían sido vendidas a un terrateniente, quien presumía de tener muy buenas influencias. Así que, para no quedarse con las manos vacías, norteños y sureños decidieron unirse para defender las tierras del abuelo, y para ello pidieron ayuda a un ingeniero que trabajaba como inspector de colonias, quien aceptó evaluar y delimitar la propiedad.
De esta forma, el experto trazó un plano dividido en dos partes, con medidas desiguales pero similares en cuanto a su valor comercial. Dividieron los terrenos e incluyeron en la repartición las vacas, jumentos, caballos y demás fauna; también la flora, los arroyos y las aguas termales del camino a la zona de "Agua Caliente".
Y todos estuvieron de acuerdo.
Fue así como los descendientes de Santiago dejaron de pelear por las tierras y el ganado, dividieron la propiedad en lotes y los comercializaron tal y como era la tendencia urbana y comercial en ese entonces.
Como lo hacían los sandieguinos en el fraccionamiento de ensueño que vendían a nivel internacional y que publicitaban como "Tia Juana Heights", como un nuevo "El Dorado".
De manera civilizada acabó el conflicto. Los parientes atrajeron más gente a los terrenos del rancho, todos se embolsaron un dinerito, e iniciaron, sin saberlo, el desarrollo de una zona que 122 años después se ha convertido en una de las ciudades más importantes del País.
Así los historiadores dan fe de la trayectoria de la familia Argüello Ortega y sus descendientes, donde el terrateniente en cuestión fue don Luis Hüller, uno de los 28 amigos cercanos a quienes el entonces presidente Porfirio Díaz benefició con 50 millones de hectáreas fértiles a nivel nacional.
El citado inspector se llamaba Ricardo Orozco, ingeniero de profesión, y creador del primer plano urbano de esta región, documento que tituló como: "Pueblo Zaragoza, distribución urbícola proyectada para localizarse en terrenos del rancho de Tijuana, Baja California, México".
Ese jueves 11 de julio de 1889, con una luna al 75% de su luminosidad (que en pocas horas sería luna nueva y tendría un eclipse total según los calendarios de la época), se declaró oficialmente el fin del litigio de los Argüello y el nacimiento oficial de una ciudad.
Y este lunes 11 de julio del 2011, a pocas horas de otra luna nueva, hoy que todo son celebraciones, ofrezco ésta historia mínima de Tijuana, tras devorar libros y artículos de grandes historiadores de la región: La historia de un pleito que inició por tierras y ganado.
NOTA: La ilustración es fragmento ilustrado de una litografía del año 1880, que recrea una escena de la vida diaria en un rancho, publicada en 2010 en la página 73 de la primera edición del libro "Tijuana, Historia de un Porvenir"; de los autores Francisco Manuel Acuña Borbolla y Mario Ortiz Villacorta Lacave.