LA BUFADORA
El Mosquito
ENSENADA BC 5 DE NOVIEMBRE DE 2025.- Cuando eran oposición los políticos que actualmente detenta el poder sustentaba sus críticas contra el gobierno en turno con base en lo que trascendía en las redes sociales, a las cuales denominó “benditas” el ex presidente Andrés Manuel López Obrador, pero ahora esas expresiones de enojo social las califican de politiquería.
Y mientras nuestra clase política insista en vivir en su propio universo, ajena a la compleja realidad que padece el resto de la población, como la de Ensenada, donde se incrementa la sensación de inseguridad, pero no por un asunto de percepción, sino de hechos violentos que lastiman a medianos, pequeños y microempresarios que salieron adelante con su esfuerzo y talento, pero que ven en riesgo su patrimonio, familia e integridad física.
Qué tanto será el miedo, que fuera de la alcaldesa Claudia Agatón Muñiz, quien emplazó a las fiscalías a informar sobre lo que hacen para contener a los delincuentes, los regidores guardan silencio, porque jamás abordan el tema de seguridad, a pesar de que existe una comisión que encabeza Gandolfo García Galicia, quien no se atreve a emitir un pronunciamiento al respecto, pero eso sí, no falta a las cada vez más desangeladas reuniones de su partido. Y en el mismo tono se mantienen los demás ediles.
¿Por qué no se suman a la petición del sector empresarial para que venga a Ensenada Omar García Harfuch? Un poquito de empatía no estaría mal.
LA VOZ DEL SUR
La que anda con un pie en San Quintín y otro en la Ciudad de México es Ana Chávez, lideresa social que ha sabido abrirse paso entre las arenas del desierto político bajacaliforniano.
Defensora de los derechos humanos y con una sólida trayectoria en el trabajo comunitario, ha construido su liderazgo desde abajo, en el terreno, acompañando a jornaleros, mujeres y productores que rara vez son escuchados por las instituciones.
Sin embargo, Ana Chávez no se ha limitado al activismo local. En los últimos meses ha extendido su radio de acción hasta la capital del país, donde funge como apoyo técnico en la Cámara de Diputados, bajo la tutela del veterano legislador José Narro Céspedes, uno de los pocos que todavía levanta la voz por el campo mexicano y por quienes lo trabajan.
Entre los temas que ha impulsado destaca una modificación a la Ley Agraria que busca clarificar la participación de los corredores públicos en los actos jurídicos agrarios.
Una propuesta que, en teoría, no debería causar revuelo, porque esa figura ya está prevista en la ley desde hace años. Sin embargo, como ocurre con frecuencia en este país, lo escrito en el papel parece no tener validez si no conviene a la burocracia.
Y es que la Sedatu ha mostrado una resistencia pasmosa, por no decir caprichosa, a reconocer lo que la propia Ley Agraria establece. No se sabe si por desconocimiento, desinterés o simple soberbia institucional.
Lo cierto es que, en la práctica, la dependencia se niega a aceptar que los corredores públicos puedan intervenir en actos de naturaleza agraria, aun cuando el marco jurídico lo permite con claridad meridiana.
De ahí la necesidad, dicen, de “reinterpretar” la ley, como si el problema fuera semántico y no de voluntad política. En el fondo, lo que se busca es que la titular de Sedatu, que parece leer la Ley Agraria en idioma extranjero, finalmente la entienda.
Porque una cosa es administrar el campo desde el escritorio, y otra muy distinta es conocerlo desde la tierra, donde Ana Chávez lleva años escuchando y resolviendo lo que otros ni siquiera alcanzan a ver.
Mientras en la Ciudad de México se discuten tecnicismos, en San Quintín la realidad sigue siendo dura: ejidos sin regularizar, campesinos sin certeza jurídica y una burocracia que, con su lentitud, mantiene secuestrado el desarrollo agrario.
Y ahí es donde Chávez se mueve con soltura, entre el territorio y el Congreso, tejiendo puentes donde el gobierno levanta muros.
Por eso no extraña que su nombre empiece a sonar con más fuerza. Porque en tiempos donde la simulación es política de Estado, los liderazgos genuinos se distinguen no por el discurso, sino por la constancia.
Y si algo tiene Ana Chávez, es eso: constancia, coraje y la incómoda costumbre de decirle a los funcionarios lo que no quieren escuchar.
Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor