Guerra, filosofía y religión
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Guerra, filosofía y religión

CIUDAD DE MÉXICO - domingo 29 de junio de 2025 - Hugo Alfredo Hinojosa.
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Por: Hugo Alfredo Hinojosa

La relación entre guerra, filosofía y religión constituye uno de los ejes fundamentales del pensamiento occidental, atravesando milenios de reflexión humana desde las civilizaciones antiguas hasta el umbral de la modernidad. Esta triada conceptual ha moldeado no solo las estructuras políticas y sociales, sino también la comprensión misma de la naturaleza humana y el orden divino. Como crítica podría decir que son también estos temas lo que usualmente se utilizan para generar todo tipo de estrategias de venta y mercadotecnia o tendencias de ideologías de superación personal. Cuántos libros no hemos visto acerca de la guerra y la filosofía para conquistar el mundo de los negocios… en fin… mucho que decir del tema.

Ahora bien, en la antigüedad griega, la guerra se concebía como expresión tanto de la virtud heroica como de la necesidad política. Heráclito [uno de mis filósofos preferidos] proclamó que “la guerra es el padre y rey de todas las cosas”, estableciendo el conflicto como principio cosmológico fundamental. Esta visión encontró eco en Platón, quien en “La República” formuló una teoría de la guerra justa basada en la defensa del orden ideal, mientras que Aristóteles, en su “Política”, analizó la guerra como instrumento del Estado para alcanzar la autarquía.

Paralelamente, en Oriente, Sun Tzu desarrollaba en “El Arte de la Guerra” una filosofía militar que trascendía lo meramente táctico para convertirse en sabiduría sobre la naturaleza humana y el ejercicio del poder. Su enfoque, centrado en la victoria sin combate y el conocimiento del enemigo y de uno mismo, representaba una síntesis entre pragmatismo político y sabiduría ancestral china, donde la guerra se entendía como último recurso del gobernante virtuoso. La llegada del cristianismo transformó radicalmente la percepción de la guerra. Y esto me recuerda, si no me equivoco, a la frase que ronda la obra del George Orwell titulada “1984” … “la guerra es la paz”.

San Agustín de Hipona, en “La Ciudad de Dios”, estableció los fundamentos de la teoría de la guerra justa cristiana, argumentando que, aunque la paz era el ideal divino, la guerra podía justificarse moralmente cuando servía para restaurar la justicia y proteger a los inocentes. Esta doctrina encontró su máximo desarrollo en Santo Tomás de Aquino, quien en la “Suma Teológica” sintetizó la filosofía aristotélica con la teología cristiana, estableciendo condiciones precisas para la legitimidad del conflicto armado. Asimismo, la filosofía escolástica medieval desarrolló una compleja teología de la guerra que influiría decisivamente en el derecho internacional futuro. Figuras como Francisco de Vitoria y Francisco Suárez elaboraron tratados sobre la guerra que combinaban principios teológicos con consideraciones filosóficas sobre la naturaleza del poder político y la comunidad internacional.

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Y no olvidemos, por supuesto, que Las Cruzadas representaron la culminación de la fusión entre guerra y religión en el pensamiento medieval. Bernardo de Claraval teorizó sobre la “milicia de Cristo”, transformando la caballería secular en instrumento de salvación divina. Esta militarización de lo sagrado encontró paralelos en el Islam con las reflexiones de Al-Ghazali sobre el yihad, estableciendo un diálogo filosófico-religioso sobre la guerra santa que reverberaría a través de los siglos.

Por su parte, el Renacimiento marcó un punto de inflexión crucial en esta evolución conceptual. Erasmo de Rotterdam desarrolló una crítica humanista de la guerra que anticipaba las preocupaciones modernas sobre la paz internacional. Su enfoque, centrado en la razón y la educación como alternativas al conflicto, representaba una ruptura con la tradición medieval de la guerra justa. Sin embargo, fue Nicolás Maquiavelo quien revolucionó completamente el pensamiento sobre la guerra al secularizar su análisis. En “El Príncipe” y “El Arte de la Guerra”, Maquiavelo despojó la guerra de consideraciones morales tradicionales para analizarla como fenómeno político puro. Su realismo descarnado, que priorizaba la efectividad sobre la moralidad, estableció las bases del pensamiento estratégico moderno y anticipó la separación entre ética y política que caracterizaría la era moderna. Mientras que Sun Tzu había desarrollado una filosofía de la guerra basada en la sabiduría y la no-confrontación, Maquiavelo articuló una teoría del poder que, paradójicamente, llegaba a conclusiones similares sobre la importancia del conocimiento, la preparación y la flexibilidad estratégica. Y vaya, cuántas definiciones de guerra y estrategias que provienen de esto libros hemos escuchado como demagogia pura.

Ambos pensadores, separados por milenios y continentes, coincidían en comprender la guerra como fenómeno que trasciende lo meramente militar para convertirse en expresión de la naturaleza humana y las dinámicas del poder. Esta convergencia sugiere verdades universales sobre el conflicto que permanecen relevantes independientemente del contexto cultural o religioso específico. La síntesis renacentista entre las tradiciones clásicas oriental y occidental, mediada por siglos de reflexión cristiana, estableció los fundamentos conceptuales que dominarían el pensamiento occidental sobre la guerra hasta la era moderna.

La gradual secularización iniciada por Maquiavelo, combinada con la sabiduría estratégica de Sun Tzu y la tradición filosófica greco-romana, creó un marco intelectual que permitiría el desarrollo posterior de teorías más sofisticadas sobre el conflicto internacional. Esta evolución demuestra que la relación entre guerra, filosofía y religión no constituye una progresión lineal, sino un diálogo complejo y continuo entre tradiciones que se enriquecen mutuamente, estableciendo las bases conceptuales sobre las cuales se construiría el pensamiento político moderno. Decidí abordar estos tres conceptos, estas tres acciones del devenir humano, porque vivimos un tiempo curioso en el cual todo, a decir de Heráclito, es conflicto, guerra y justificación por el bienestar de los habitantes del mundo. Como lo he dicho en otras ocasiones, la muerte de Dios significó la eliminación de las limitantes creativas de la humanidad, pero considero que la muerte del diablo, tesis que estoy desarrollando, elimina la vergüenza de la humanidad y si esto ocurre. No hay limitantes para la destrucción.

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.

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