Por: Marco Antonio Samaniego
TIJUANA BC 14 DE MARZO DE 2025.- Las descripciones le dan la vuelta al mundo. La imagen de pares de zapatos que dejan una huella. No la dejan por la pisada, sino por el vacío. Faltan los pies, piernas, brazos, hombros. Son zapatos, tenis, botas, casi iguales a las que podemos ver cuando vamos a una zapatería. Pero el contexto es distinto y las explicaciones que ofrecen las autoridades muestran otro vacío.
Los editoriales, comentarios de opinión, voces, y sobre todo las fotos de que, en efecto, todo lo que se dice de nuestro país es tremendamente cierto. Teuchitlán, la Estanzuela, Izaguirre, hornos – o no, pero las cenizas están ahí- asesinados al tratar de escapar por no querer convertirse en sicarios. La imagen famosa del general Rodolfo Fierro, en la que mata uno a uno de los soldados del derrotado ejército huertista, aparece de nuevo en la historia mexicana. Los mataba antes de brincar la barda, luego de indicarles que era su única oportunidad de vivir.
Los sobrevivientes que estarán marcados por las palabras Teuchitlán, la Estanzuela, Izaguirre, hornos, no corrieron porque vieron que mataban uno a uno a los que intentaron de escapar de la escuela del crimen. Se quedaron para vivir, porque correr era la muerte. A lo mejor algún día conocemos más detalles sobre lo que ahí sucedió, pero por lo pronto, ilustra un vacío de autoridades que tuvieron las evidencias, pero dejaron de ver porque saber lo que pasaba era demasiada realidad.
El problema es que en los próximos días escucharemos la pregunta de quienes fueron los culpables y unos y otros se van a atacar en los medios y probablemente alguno vaya a la cárcel.
Pero la indiferencia fue criminal. Hacer a un lado las evidencias y dejar que pasara, como apostando al tiempo, parece ser la solución que encontraron a tanta barbaridad.
Nos parece inapropiado que Donald Trump diga que en México los cárteles de la droga dominan parte del país. Nos sentimos lesionados en nuestra forma de ser y en nuestro sentimiento de pertenencia a una nación cuando un petulante nos acusa de la forma en que lo hace. Y de pronto, aparecen imágenes de cientos de tragedias cotidianas que vivieron varios cientos de jóvenes, hombres y mujeres, que vivieron el horror de tener que matar a alguien igual que ellos para sobrevivir.
La tesis del famoso hombre naranja que tanto criticamos de pronto surge desde las entrañas de hornos crematorios – o no, pero las cenizas siguen ahí - para recordar que, ante la falta de opciones, cientos de jóvenes fueron entrenados para cometer crímenes. Fueron entrenados para asesinar, escapar, moverse entre las sombras. Aprendieron a torturar, a dormir con miedo y a despertar para entrenar con poleas, cuerdas, barras y mancuernas de concreto. Así se prepara al ejército que va a enfrentar al otro ejército, al que pagamos con los impuestos y que representa la fuerza del Estado.
Estos jóvenes eran entrenados para ser parte de una tropa que aprendió a moverse entre nosotros, cruzar la frontera, escapar y por lo que las notas más serias informadas indican, transformarse en sicarios. Pero nadie lo vio en varios años. ¿Cuántos de ellos son los que hoy en día movilizan los opioides hacia Estados Unidos? ¿las armas que se venden en las tiendas de Texas y Arizona con increíble libertad son con las que ellos entrenaban en ese lugar? Una pregunta incomoda. ¿Son estos jóvenes culpables o son víctimas de la falta de investigación, de la indiferencia criminal y de la falta de oportunidades? ¿Qué opciones tenían?
Los miembros de los partidos se van a acusar de ser los culpables. El nombre de Calderón va a aparecer de nuevo – en realidad nunca se fue -. Los dimes y diretes de los diputados y senadores volverá a tener nuevos y aburridos episodios. Pero ese grito desde lo profundo del país está presente en cada par de zapatos vacíos. Las palabras que se hicieron famosas con los 43 de Ayotzinapa, fue el Estado, probablemente surjan de nuevo porque, por lo pronto, todo indica que el Estado falló en toda su dimensión. Por supuesto que los dirigentes de los cárteles son los más culpables. A ellos todo el peso de la ley cuando sean detenidos, lo que esperamos que suceda.
Pero el problema de fondo sigue ahí, en la falta de oportunidades, en la carencia de opciones para quienes se supone reciben apoyos.
Por lo pronto, ya los balazos demostraron que ganaron y derrotaron a quienes quedaron ahí como evidencia de que las instituciones les fallaron. Son una huella que reabre heridas por que la explicación, la línea del tiempo que se establezca, va a dejar desamparados a más de uno.
Mostrará una vez más que el discurso y la realidad no van de la mano. La voz de los que ahí murieron no será escuchada nunca. Sólo por las huellas, marcas, ropas, se logrará interpretar posibilidades del horror que padecieron.
Algunos se hicieron ricos con todo ello. Otros caminan por las calles destrozados por la droga que meten en sus cuerpos. Y la justicia como un ideal que se ve lejano: Teuchitlán, la Estanzuela, Izaguirre, hornos….como si Auschwitz pudiera inspirar a alguien.
Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.