Por: José Alfredo Ciccone
CIUDAD DE MÉXICO 29 DE NOVIEMBRE DE 2024.- El pasado 30 de octubre, a cuatro días de cumplir 94 años, muere Juan José Sebreli, una de las más destacadas personalidades en el mundo de la crítica literaria y la sociología, -en toda su amplia extensión-, un filósofo maestro en la exposición y el análisis estructural y profundo de las situaciones más diversas de Argentina y el mundo, su vasta cultura le permitía exponer con sabiduría, ensayos relacionados con la política internacional.
Discutido y rechazado por una parte de la sociedad que no admitió su cruda interpretación del mundo político, más su agudeza acentuada con fina ironía; por esa razón, hubo algunas manifestaciones populares y de críticos especializados que le fueron adversas, por los análisis y conclusiones severas que expuso una y mil veces.
Sus detractores, por sus mismos prejuicios de origen, jamás supieron analizar -o no les alcanzaron sus pobres conocimientos-, para contrarrestar el pensamiento, innovador, propositivo, disruptor y combativo, de este personaje que fue reconocido hace unos años como ‘Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires’, además de recibir una Mención de Honor y varios premios importantes, tanto en su país de origen como en España.
Sus obras quedan para revisar, una y otra vez y asombrarnos por la maravillosa impronta que dejó en las mismas. Reconocido intelectual, novelista. Dejó escritos más de treinta libros, todos en el género de ensayo y centenares de disertaciones académicas.
Fue un hombre que jamás renunció a su rectitud, nunca tuvo la debilidad de agarrar un puesto público por amiguismo y por lo tanto, no aceptaba prebenda alguna, se autodenominaba ‘sobreviviente de otra época’ porque pensaba que el mundo intelectual de hoy, no está en su mejor momento.
El lugar del intelectual libre, lo ocuparon los periodistas de investigación y los académicos, decía que Jean-Paul Sartre nunca había acudido a una universidad y fue un genio.
Era de los que pensaba que un escritor, no considera de manera alguna a sus obras como un medio, porque ellas son un fin en sí mismas. A tal punto no las contemplaba para sí ni para los demás, un medio que sacrifica, si fuera necesario, hasta su propia existencia a la permanencia de toda su obra.
Agrego -motu proprio-, que cuando por fin se ha encontrado la propia vocación, en este caso la de escribir y plasmar pensamientos lúcidos, ninguna dificultad logrará desviarla o torcerla; aún en los momentos de mayor desaliento, siempre algo impulsa para seguir adelante, a pesar de lo incierta que es la vida misma, el estímulo de una pasión alcanza y sobra para que las metas se cumplan, o por lo menos para no cejar en el intento, como tantas veces lo mencionó Sebreli en sus trabajos.
Cuando definió en unas pocas líneas por qué escribía, lo hacía de esta manera:
¬“Me he preguntado muchas veces qué me llevó a ser escritor habiendo nacido en un medio social y familiar ajeno y aun hostil al mundo de la cultura. He rastreado en mi propia historia y en muchas biografías, libros de ficción, filosofía, sociología, psicología y biología, buscando explicaciones acerca del proceso generador de la personalidad creadora, sin encontrar respuestas adecuadas, tan sólo anécdotas y algunos signos borrosos.
_”El proceso creador es un hecho extraño, un misterio, cuya resolución, como una pesquisa detectivesca, requiere construir un entramado que relacione detalles fortuitos, datos dispersos sin vínculo aparente, sutilezas inadvertidas. Una combinación de innumerables genes heredados de antecesores desconocidos fue modificada, en parte, por la influencia del medio social, las pautas culturales, la convivencia con los otros, las experiencias vividas, -porque sin ellas no hay mucho que decir-, la educación, el aprendizaje, las opciones de carácter personal y también el azar”.
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En el mundo complejo, sucio, plagado de intereses espurios y nada transparente de la política que vivimos en pleno Siglo XXI, uno va a aprendiendo solamente con ver y oír contradicciones, traiciones y dichos banales que, por vacíos, no llevan ninguna impronta cualitativa en sus contenidos. Con mucha frecuencia, al eximio escritor se le preguntaba cómo veía la política de este mundo actual que transitamos y se expresaba de esta forma:
“El lenguaje utilizado hoy en materia política suele ser impreciso y ambiguo, de ahí el riesgo de su transformación, por pereza mental o por motivos utilitarios, en etiquetas o fórmulas estereotipadas, en eslóganes publicitarios o simples estribillos que no dicen nada y por lo tanto, comunican poco, perdiéndose en banalidades repetidas”.
Así, más vivo que nunca, este nonagenario brillante y superior, este intelectual que nunca dejó de actualizarse, nos dejó hace unas semanas.
Seguramente se fue pensando que la politología o ciencia política empírica, en este 2024 de cambios políticos y continuidades esperadas, salvo honrosas excepciones, se ha convertido en una técnica usada por burócratas académicos que disimulan su superficialidad con un lenguaje hermético o se agotan en discusiones bizantinas sobre cuestiones formales.
Descanse en paz maestro, que si uno de los motivos básicos en este paso por la vida es trascender, usted cumplió con creces ese cometido.
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