Por: Esteban Capella Ibarra
REFLEXIÓN DEL DÍA.-
TIJUANA BC 26 DE NOVIEMBRE DE 2024.- La historia nos demuestra que las democracias fuertes no dependen únicamente de los gobiernos en turno, sino también de la calidad y madurez de su oposición.
En una sociedad democrática, el territorio define un espacio geográfico, pero es la población, con su soberanía, la que elige la forma de gobierno que mejor proteja sus derechos humanos. Sin embargo, es fundamental recordar que el gobierno no es un ente superior a los ciudadanos, sino una extensión de su voluntad colectiva.
En este contexto, la construcción de una oposición responsable requiere mucho más que críticas o discursos reactivos. Una oposición auténtica surge de una sociedad civil informada, organizada y comprometida con el bienestar común. Esto implica que los ciudadanos no solo deleguen su poder a través del voto, sino que también asuman un rol activo en la vigilancia, evaluación y, sobre todo, en la propuesta de soluciones ante los problemas que afectan al país.
Actualmente, vivimos un tiempo en el que la concentración de poder amenaza con erosionar las instituciones democráticas. Esto no es exclusivo de un país o región, sino un fenómeno global que exige una ciudadanía más consciente y participativa. Sin embargo, no basta con señalar los errores de quienes gobiernan; también es necesario desarrollar alternativas viables y proactivas. Una oposición responsable debe basarse en la construcción de ideas, en la promoción de un diálogo genuino y en la implementación de acciones concretas que funcionen como contrapeso frente a las amenazas que enfrentamos como sociedad.
Es esencial que los ciudadanos comprendan los fundamentos de la organización y la gobernanza. La democracia no se limita al acto de votar cada ciertos años; es un ejercicio cotidiano de participación, en el que se lucha por derechos, libertades y justicia. Esto requiere madurez y compromiso, porque solo a través de un esfuerzo colectivo se pueden defender los principios fundamentales que garantizan la estabilidad social.
Por ello, invito a reflexionar: ¿qué tipo de oposición necesitamos para construir un futuro más justo? La respuesta no radica únicamente en los partidos políticos, sino en la capacidad de la sociedad civil para convertirse en un verdadero motor de cambio. El desafío no es menor, pero la historia nos enseña que cuando los ciudadanos se organizan y actúan, pueden transformar su realidad y la de las generaciones venideras.
La oposición responsable no es un lujo, sino una necesidad. Es hora de construirla.
El autor es egresado de la Licenciatura en Administración, Derecho, actualmente cursa la Licenciatura en Psicología y es Presidente de Profesionistas Unidos por Baja California A.C.
Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor