Por: José Alfredo Ciccone
TIJUANA BC 1 DE OCTUBRE DE 2024.- La cabeza del artículo de hoy, se podía leer en los carteles con la imagen de una enfermera y su dedo índice cruzando el centro de sus labios, en cada hospital y centro sanitario del mundo, en su respectivo idioma, a mediados del siglo pasado, finalizada la Segunda Guerra Mundial. Después de tantos estruendos, gritos de terror y explosiones, ésta parecía ser la consigna, el llamado al silencio como síntoma de salud, para un mundo postguerra lastimado y en recuperación, que quería obtener la paz perdida.
Hoy, los convencionalismos costumbristas establecen dentro de cada sociedad, cuando el silencio significa actitud respetuosa, prudencia, ignorancia, orgullo, desprecio, admiración, asentimiento, negación, duda, encono, indiferencia, éxtasis, expectación, recogimiento, humildad, recordación, vergüenza, timidez, sorpresa, recato, meditación, curiosidad, picardía, olvido, acusación, enojo, tozudez u ocultamiento.
Habla la historia
Como símbolo de veneración y respeto, el silencio fue idolatrado como un Dios en la antigüedad. Desde su legendario origen egipcio, se le dio el nombre de Harpócrates, como Dios del silencio. En Grecia y Roma, su estatua se colocaba en la puerta de los templos para significar que a todos los dioses se les honra con el silencio. Su figura era la de un joven con una mitra (gorra puntiaguda) egipcia o una cesta sobre la cabeza, que con un dedo posado en sus labios recomendaba callar. Le estaban consagrados el loto y el albérchigo, árbol este último con hojas en forma de lengua humana.
El tiempo pasó y hoy, en pleno siglo XXI, las grandes sociedades de ritmo moderno no tienen noción de aquellos silencios colectivos deleitosos. ¿Juntarse los seres humanos sólo para permanecer callados?... Absurdo. ¿Dejar ‘tiempo en blanco’ en esta época en que los business enseñan cada vez más que time is money? Sería algo inconcebible, casi inaceptable en esta enfermiza y materializada sociedad de hoy en la que todos estamos inmersos, aunque algunos rememos para el otro lado con la esperanza de un cambio.
Sin embargo, aún en el ruidoso mundo que nos acompaña sigue teniendo vigencia el silencio como modo de actuar, como respuesta a las circunstancias de la vida. ‘Quien calla otorga’, dice la sabiduría popular. Para el juez, no contestar a un requerimiento significa reconocer culpas. En la política, como en la diplomacia, abstenerse suele ser más contundente que expresarse. No responder ante un saludo o una pregunta, se interpreta comúnmente como grosería, orgullo o enojo, en el trato social cotidiano.
En la agitada vida citadina que transitamos, el silencio es una especie de personaje extraño, por eso no se valora lo suficiente esa maravilla -como lo llamó alguna vez el genio novelista Miguel de Cervantes-, cuando afirmaba que el silencio, forma parte del campo de la meditación, del sosiego, de la plenitud, la paz interior y la profunda comunicación con el infinito.
El silencio manejado por los grupos o las multitudes, cobra dramática fuerza en la actualidad: las marchas pacíficas, las protestas con bocas cosidas profundizando el encono o la diferencia, las ‘guerras de rodillas’, las huelgas calladas con que los movimientos unidos defienden sus principios, sus derechos, son algunos ejemplos vehementes de comunicación silenciosa.
El gregarismo del hombre lo ha llevado al extremo de enajenarse y ceder su más íntimo derecho: el de comunicarse en lo hondo, consigo mismo.
Hoy también se puede luchar y vencer callando, aunque sea más complejo hacerlo; los medios de difusión masiva en todo el mundo y las redes sociales que multiplican lectores por millones al instante, saben muy bien el valor que tiene el silencio sobre hechos y personas, sea impuesto o voluntario por mordazas forzadas por el terror u ocultamientos de propia cosecha.
El silencio es un medio de expresión tan profundo, múltiple, indefinido, nutrido en los rincones más delicados del alma humana, que ha sido tratado por escritores, comunicadores y filósofos de todas las épocas. Existe una zona de líneas muy finas en el ser humano, donde ‘decir es también callar’, quizás suceda porque lo esencial es a la vez decible e indecible, palabra y silencio.
Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor.