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VINO POR SIEMPRE

Tijuana BC - jueves 1 de agosto de 2024 - José Alfredo Ciccone.
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José Alfredo Ciccone

TIJUANA BC 1 DE AGOSTO DE 2024.- A mi querido amigo Camillo Magoni, que con sus manos incansables, esfuerzo, dedicación e inteligencia, hizo posible excelentes vinos en esta generosa Baja California. 

Se lo nombra de varias formas, algunas poéticas, otras técnicas, no faltan las audaces que con total desparpajo amistoso y sin conocer mucho sobre él, igual lo hacen suyo discutiendo sus orígenes, sus gustos, olores, aromas y sabores. Cada quien trae su propia versión sobre esta noble bebida. Algunos lo degustan con fruición, otros los combinan con acierto y los que saben -generalmente los que menos alardean-, hacen un análisis exhaustivo que seguramente habrá que escuchar con la atención de aquel alumno ávido por aprender, de cosechar conocimiento y que le enseñen a valorarlo más.

La historia del vino nos remonta a esa versión que cuenta que después del diluvio universal, Noé, ese personaje de La Biblia, cuya obra se relata en el libro del Génesis y que se dice ‘caminaba con Dios’, este buen hombre cultivó la tierra y plantó viñedos, además de haber construido su gigantesca y publicitada Arca que tanto dio que hablar, claro está. 

Siguiendo los orígenes del vino, que arribó a nuestro territorio americano con la Conquista, en las mochilas pesadas y previsoras de los sacerdotes que lo trajeron, junto con las vides, donde en un principio, las plantas no encontraban tierras apropiadas, hasta que aquí, en suelo mexicano, fue donde se obtuvo el éxito con las primeras plantaciones y sus retoños. El vino debía asegurarse para el santo oficio de las misas en el cotidiano vivir, además para renovar fuerzas e impulsos en las tareas más duras y, por supuesto, para reconfortar los espíritus. De nuestras tierras aztecas, las vides viajeras pasaron al Perú, aunque el suelo no fue muy apto ahí en tierras Incas, sin embargo, el periplo continuó su ruta llegando a Chile, donde sí prosperaron exitosamente, -hoy ese país cordillerano es el cuarto mayor productor de vinos a nivel mundial-, poco tiempo después, las vides siguieron su camino cruzando la majestuosa Cordillera de los Andes, llegando hasta La República Argentina, -tierra hoy consolidada y renombrada por sus buenos vinos-, cerrando este círculo virtuoso Latinoamericano, que muchas excelentes y trabajadas cosechas nos brindan muy buenos productos, que tanto orgullo nos hace sentir.  

Las bondades de esta bebida sobre la salud, están más que comprobadas, pues pueden ayudar a prevenir enfermedades de las arterias coronarias, posee antioxidantes que aumentan los niveles de colesterol de las lipoproteínas de alta densidad, o sea, las del colesterol bueno. El Resveratrol, una sustancia que se extrae de la piel de la uva, se presenta en el vino y otras fuentes alimenticias, llama la atención a especialistas médicos, sobre sus posibles beneficios, previniendo daños a los vasos sanguíneos, porque se lo considera antiinflamatorio. De todos modos, para no dejarnos llevar por nuestro ímpetu ‘fanvinícola’, siempre es bueno consultar con el profesional médico de confianza, sobre todo de aquel que gusta de esta bebida, o esté debidamente ilustrado sobre el tema, para evitar inclinaciones subjetivas, por las dudas y manteniendo la objetividad.  

Nuestro Estado, con el Valle de Guadalupe a la cabeza, es el primer productor de México, más de doscientas bodegas nos entregan lo mejor de sus frutos, mezclas y elaboraciones de altísima calidad. El vino Bajacaliforniano es reconocido y premiado en los países donde sí conocen del producto. La industria avanza sin detenerse en el país y la gente consume mucho más vino que hace apenas, veinte años. Suceso actual con futuro promisorio. 

Está comprobado que el vino, bebido con moderación y alegría, es una especie de duende manso, como decía Alberto Cortez, que adormece dulcemente y alegra el corazón, ese gusto que paladeamos, entre amable para el espíritu y tibio para el alma, ese prodigio que nos brinda la madre tierra con la fe puesta en ella, madura en la uva, cosecha la mano humana con delicado esmero y entrega apasionada, hasta que finalmente, nos llega a nuestra mesa en una especie de toque mágico, como regalo del cielo. 

El poeta Eraclio Rodríguez no exageró cuando dijo: “Si el vino viene, viene la vida”, dejemos que esta bebida tenga la última palabra en la gota final de una copa, en el placer de beberlo y compartirlo, en el amor y esperanza de cada brindis lleno de buenos deseos. 

¡SALUD!

Esta columna no refleja la opinión de Agencia Fronteriza de Noticias, sino que corresponde al punto de vista y libre expresión del autor

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