…Y no se hincan.
Por: Gilberto LAVENANT
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Además de frustrados y encorajinados, muchos bajacalifornianos se sintieron sorprendidos, ante el artero crimen del Regidor priísta del cabildo ensenadense, Arturo Castellanos Ruiz, ocurrido la madrugada del domingo pasado.
Es lamentable, definitivamente, que una persona, o varias, pierdan la vida. Pero dicho asesinato no fue, ni ha sido, ni será, desafortunadamente, el asunto que más llegue a sorprender.
Lo importante es reconocer que se pierde la dimensión de las circunstancias. Si se estuviera consciente de la realidad que se vive, aquí y en el resto del país, aunque sea más grave o peligrosa, en una zona que en otra.
Veamos. Quizás impresiona, por tratarse de un regidor, de paso, priísta, el número uno del cabildo que encabeza Enrique Pelayo Torres.
Para empezar, el cargo público, no blinda a nadie contra las balas. De ninguna manera. Ahí está la prueba. Para muestra, basta un botón, dicen.
La filiación partidista, no es ninguna salvedad. Por el contrario, puede ser considerado como un factor en contra. Los apasionamientos partidistas, frecuentemente se desbordan y se llega a eso, y más.
Que en Ensenada no pasa nada. El puerto, efectivamente es aparentemente tranquilo. Sin embargo, ha sido escenario de hechos sangrientos, que han dado la nota principal a nivel mundial. Recuerden que hace años hubo por ahí en El Sauzal, el ajusticiamiento de todos los integrantes de una familia.
Algunos de los narcos más famosos, son originarios o adoptivos de tierras ensenadenses.
Además, los sitios tranquilos, son los preferidos por los mafiosos, donde se esconden, tratando de pasar desapercibidos y no caer en manos de las autoridades.
Deben saber que los volúmenes grandes de todo tipo de droga, no llegan a la frontera por la carretera nacional que comunica a Baja California con Sonora y Sinaloa. No, para nada. La ruta proviene del sur de la península. Las pistas clandestinas, las tierras desérticas, los extensos litorales, son accesos muy usuales para el arribo de la droga.
De ahí, otros factores a observar. Las actividades comúnes o cotidianas del difunto. A qué se dedica, si son actividades lícitas o ilícitas.
Incluso los factores personales, como el carácter. Hay quienes son violentos o bravucones, y andan sacando chispas en cualquier piedra, o haciéndole ojitos al diablo, y éste que de pronto se les aparece.
Si es riquillo, también atrae a las agresiones. Quizá le pidieron prestado y respondió tajante, con una negativa burlona. O acostumbra alardear frente a los pobres. No se vale.
Incluso, su posición económica, pudo haber causado celos, envidias, o despertado afanes hereditarios, para disfrutar o derrochar patrimonios ajenos.
Y algo también muy especial, la hora en que ocurrieron los hechos, y en especial el lugar.
¿Qué tenía que andar haciendo, un flamante regidor, priísta, riquillo, después de la medianoche, en un bar, donde quizás convivió con narcos o malandros ?
Y aunque ya se habla de adeudos no cubiertos, de acusaciones, lo importante es reconocer que se pierde la dimensión de las circunstancias. Si se estuviera consciente de la realidad que se vive, aquí y en el resto del país, aunque sea más grave o peligrosa, en una zona que en otra. Va de nuez.
Si toda persona, no nada más el Regidor asesinado, entendiéran la gravedad de la inseguridad Pública, quizás, otra cosa sería. Quizás.
Baja California, es tan violento y carente de seguridad pública, como cualesquier otra zona del país.
Si el Regidor, independientemente del cargo, o con mayor razón en virtud de este, hubiese reflexionado que no eran horas, ni el sitio adecuado, para andar en la calle, seguramente hoy aún estuviese viviendo.
Si muchos bajacalifornianos, hoy ya fallecidos, se hubiesen abstenido de andar en malas compañías, de realizar negocios turbios o definitivamente relacionados con el crímen organizado, seguramente estuviesen vivos, en estos momentos.
Pero está visto, que muchos han fallecido, precisamente por no estar conscientes de la realidad que vivimos. De nada sirve advertirles que quien juega con fuego, se quema.
Dicho en otras palabras, como decía la abuela, cuando veía a los imprudentes, retar a la muerte : ven la tormenta y no se hincan.
Aunque tampoco hay que olvidar aquello de que “al que le toca, le toca”.
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