CIUDAD DE MÉXICO 8 DE FEBRERO DE 2017 (La Silla Rota).- El presidente Donald Trump ha impuesto duras políticas contra la migración, políticas que han separado cientos de familias. Paradójicamente, Trump es descendiente de inmigrantes y, al igual que cientos de familias que suplican no se les deporten, su abuelo suplicó para no ser deportado.
Recientemente la revista estadounidense “Haper’s” publicó una carta escrita a mano por Friedrich Trump, abuelo de Donald Trump, donde suplica a las autoridades para que no lo deporten.
La carta fue escrita en alemán, publicada primero por un periódico local en Alemania, luego traducida al inglés por Haper’s.
Friedrich Trump, nació en el pueblo Bávaron de Kallstadt, dentro del imperio alemán, en 1869. A los 16 años emigro a los Estados Unidos para evitar realizar el servicio militar obligatorio.
Evadir el servicio militar era un acto ilegal, por lo que perdió su ciudadanía alemana. Pero pronto obtuvo la nacionalidad estadounidense, trabajó administrando burdeles y bares durante la fiebre del oro en Yukon, amasando una fortuna.
Friedrich Trump, abuelo de Donald Trump
Friedrich Trump, abuelo de Donald Trump (Tomada de la web)
A principios del siglo XX F. Trump regresó a su ciudad natal, sin embargo, por su delito de juventud, fue fichado para ser deportado.
La carta está dirigida al príncipe Luitpold de Bavaria, gobernador de Kallstadt en aquel entonces. En ella suplica que no se le deporte y pueda permanecer en Alemania. A continuación la carta traducida al español:
Los Emigrantes
Por Friedrich Trump
¡Su serenísimo, y poderosísimo Príncipe Regente! ¡El más gracioso regente y señor!
“Nací en Kallstadt el 14 de marzo de 1869. Mis padres eran trabajadores de los viñedos honestos y piadosos. Ellos me condujeron estrictamente a todo lo que es bueno, con diligencia y piedad, a asistir regularmente a la escuela y a la iglesia, a la completa obediencia de la autoridad.
Después de mi confirmación en 1882, aprendí el oficio de barbero. Emigré en 1885, cuando cumplí 16 años. En América llevé mi negocio con diligencia, discreción y prudencia. La bendición de Dios estaba conmigo, y me volví rico. Obtuve la ciudadanía estadounidense en 1892. En 1902 conocía a mi esposa. Tristemente, ella no podía tolerar el clima de Nueva York, por eso regresé con mi adorada familia a Kallstadt.
El pueblo me recibió con gusto como un ciudadano capaz y productivo. Mi anciana madre estaba feliz de ver a su hijo, y a su nuera, así como a su nieta; ella sabe que cuidaré de ella cuando sea mayor.
Pero fuimos confrontados, como si cayera un rayo, con las nuevas de que el ministerio del Estado Real, decidió que debemos dejar nuestra residencia en el reino de Bavaria. Quedamos paralizados, nuestra familia sufrió de terrible ansiedad, y mi amada hija se enfermó.
¿Por qué deberíamos ser deportados? Esto es muy, muy difícil para la familia. ¿Qué pensaran nuestros conciudadanos si sujetos honestos son tratados así? Sin mencionar las grandes pérdidas materiales que sufriremos. Quisiera volver a ser un ciudadano bávaro de nuevo.
En esta situación urgente, no tengo otro recurso que voltear los ojos a nuestro adorado, noble, sabio, y justo señor, nuestro gobernante, altísima excelencia, quien ha llorado muchas lágrimas, quien ha gobernado tan benéfica y justamente, y dulcemente amado, con la petición más humilde de que el señor tenga piedad y permita a su siervo quedarse en el más gracioso reino de Bavaria.
Su más humilde siervo,
Friedrich Trump.
Al parecer la carta no tuvo el efecto deseado, ya que F. Trump regresó a los Estados Unidos donde procreo el linaje que llega hasta el presidente de los Estados Unidos.