*.- y que jamás harías en tu vida normal
CIUDAD DE MÉXICO 2 DE JUNIO DE 2016 (Que.es).- Las vacaciones y los viajes son un paréntesis en la vida de cualquier persona. Un tiempo que se detiene al margen de la rutina cotidiana cargada de obligaciones. En ese contexto, la mayoría de las personas suelen relajarse y tienden a perdonarse pecadillos veniales, platos hipercalóricos o helados y dulces que jamás comería o vestimentas 'tipo Indiana Jones' que jamás se pondría un sábado por la mañana cualquiera, de esos que llegan siempre enmarcado en el chándal para ir a comprar el pan.
Y es que hacer un viaje es un tiempo extraordinario que merece cosas extraordinarias. Te permite ver nuevos lugares, probar platos diferentes, descubrir paisajes sorprendentes y conocer culturas increíbles.Todo parece una aventura excitante y tú, de improviso, te conviertes en turista. Un hortera que hace cosas que están en las antípodas de tu comportamiento habitual. Este es el disfraz de turista que todos nos ponemos de vez en cuando, aunque te fastidie reconocerlo:
Vestir como un 'guiri'
El hombre del traje gris deja atrás su discreta apariencia cuando llega el último segundo de su último día de trabajo antes de las vacaciones. Entonces el viaje que ha planeado durante los últimos seis meses le provoca una metamorfosis, y a su vida llega la luz y el color.
A los turistas se les nota que lo son. Están fuera de sitio y llaman la atención. Y parece, además, que les importan un comino. Por ejemplo, llevan los sombreros más absurdos pensando que son típicos del lugar que visitan cuando los lugareños ya hace tres generaciones que no se los ponen. Otra modalidad es ponerse la camiseta del club de fútbol local o bien pantalones de 'cocodrilo dundee' cuando se encuentran en medio de la civilización de una urbe y su centro de negocios. Para finalizar, ¿Cuanto hace que no utilizas una 'riñonera'? Seguro que mucho, pero seguro también que volverás a utilizarla cuando salgas de nuevo de viaje.
Esos artilugios inútil del trastero
¿Qué nos lleva a comprar una camiseta horrible de color 'naranja Repsol Butano' con la inscripción 'visite las highlands. Escocia'? ¿Y una kanawara andina que te cuelan mientras esperas un burrito callejero en la Riviera Maya? Son los 'pongos'. El souvenir hortera. Es posible que aún tengas en casa, una 'sisha' gigantesca que compraste en Alejandría... Y es que la compra indiscriminada de recuerdos inútiles que se agolpan en el trastero de tu casa es otra de las prácticas más habituales. Responde al deseo de que los ratos pasados durante las vacaciones permanezcan indelebles en tu recuerdo. Y vaya si lo hacen...
Pero tú no eres el único damnificado. Te empeñas no sé por qué en regalar a familiares y amigos artilugios inexplicables e imposibles. Y en general, el destinatario del regalo, una vez se lo das, te mira con sonrisa bobalicona y te agradece con un rictus absurdo que te hayas acordado de él. ¿Qué mierda hará él o ella con una bicicleta hecha de latas de Heineken que compraste en Amstedam a un 'perroflauta' después de salir perjudicado de un 'coffe shop'? O la clásica bola de nieve que no sabemos dónde poner, o una taza que tiene forma de pezuña y huele como una vaca...
No es necesario comer hasta reventar
El desayuno de los hoteles es otro de los puntos culminantes que distingue al turista del viajero de negocios. El segundo, acostumbrado a viajar todas las semanas, cuida su dieta en Frankfurt o en el salón de su casa. Vamos, que desayuna lo mismo o parecido. En cambio, el turista, viajero ocasional que ahorró dos años para el viaje de sus sueños a Boston, Filadalfia y Nueva York, arrampla al despuntar el día con dos huevos y bacon, un pastel de manzana, tres salchichas bien grasientas y un bol de fresas con nata. Ah, claro, y dos cafés que el día se hace largo y hay muchas cosas que ver...
¿Por qué no somos conscientes de que podemos explotar con un festín infinito que no cabe en un solo plato? Y como nos da vergüenza levantarnos varias veces, llevamos tres platos y dos tazas de café don sólo dos manos. ¡Increíble! Entonces el comedor del hotel se convierte en la pista del circo de Tonetti. Sí, smigod, comemos el triple de lo habitual sin ningún remordimiento. Como si no hubiera mañan. No se sabe si por empeño en que nos luzca el dineral que hemos pagado por el hotel...
No seas valiente hay cosas que no debes comer nunca
¡Que no pueda decir nadie que te has echado atrás y no has tenido cojones a comer la serpiente hervida con cosas dentro que se mueven! Si es que ni Indiana Jones en el templo maldito se comería esa mierda... Vamos a ver, no hay por qué probar la gastronomía local cuando se viaja. Es decir, si tienes una almorrana que te está minando el ánimo no comas la delicia picante que acaban de sacar del infierno. O si te gustan las mascotas no hay por qué comer un cahorrito humeante en los suburbios de Seúl. En ese capítulo entran escorpiones, grillos, arañas, gusanos... fritos o la parrilla.
Y luego están las condiciones sanitarias de algunos puestos callejeros que te han recomendado en una sucinta lectura de 'Lonely Planet'. Jamás probarías comida que está en la calle, rodeada de moscas. Piensa en las posibles consecuencias que pueda tener sobre tu cuerpo. Estás de vaciones no en una carrera de supervivencia.
Fotoperiodismo de alto riesgo
Y hay turistas que parecen el sherpa de Telecinco. Gente que lleva encima el móvil, el paloselfi, la cámara de fotos, el trípode y quizás una cámara de vídeo y la tableta, todo para plasmar el mismo rincón de mil formas diferentes. Por lo menos los japoneses llevan su Nikon y ya...
Son gente que se tira al sueño para buscar un punto de vista de lo más curioso, cuando no se ponen a un pie de la muerte porque están más atentó al enfoque que al peligro que tiene el borde de las cataratas de Iguazú o el león de la sabana de Tanzania. Pero como estás de viaje, ni te das cuenta. De hecho, olvidas todas las recomendaciones que te han hecho como: no bajar las ventanillas si estás en un parque con animales salvajes en libertad, acercarse demasiado a los monos tití. Por favor, no es necesario jugarse la vida.
¿Por qué te sinceras más con un compañero de viaje en vacaciones que con el vecino de enfrente que podría ayudarte? Y es que te vas 15 días a Cuba y has hecho el mejor amigo de tu vida. El mismo que jamás volverás a ver por muchos juramentos que hagas y compromisos que adoptes para el reencuentro con él, con su mujer y a los niños... Es un hecho irrefutable.
Puede que cuando tienes un horario que cumplir y llegas tarde a todas partes, nunca pierdes el tiempo hablando con extraños cuya vida no te interesa. Sin embargo, cuando viajas, todo el mundo parece tener algo interesante que contar, un aura de luz ilumina a los residentes y sufres unas ganas de hablar interminablemente con ellos. Entonces el 'mudo', como te llama tu suegra, pierde la timidez congénita. En vacaciones y en un sitio extraño hablas con vagabundos, artistas callejeros, abuelos, conductores de autobús...
El increíble viaje en transporte público
¿Por qué ese empeño en probar el transporte público aunque estés en Kinshasa? ¿No resulta obvio que el autobús, que ya es malo en tu ciudad de origen, en sitios como Congo decididamente va a ser una mierda? Lo peor de entre lo que forma parte de de tu vida cotidiana, en un sitio remoto se convierte en exótico y atractivo.Y es que la percepción cambia cuando estás de vacaciones, y un simple billete puede convertirse en un viaje alucinante: monumentos, tiendas, edificios, cafeterías, vehículos, taxis, el ir y venir de la gente, todo es asombroso si se mira por primera vez. Es más, conseguir ver las principales atracciones por el precio de un billete de bus es un logro que quieres explicar a todo el mundo.
Me atrevo con todo: carruajes, camellos...
¿Conoces a alguien que hay ido al Teide, en Tenerife, y no haya montado en camello? Da igual que el turista en particular tenga 75 años y pese 105 kilos y que lleve, además, una prótesis de cadera desde hace apenas dos meses. Tendrá que montar en camello porque si no es como si no hubiera ido a Canarias... Pues eso.
En muchas de las principales ciudades existen medios de transporte que son típicamente turísticos. Carruajes tirados por caballos, bici taxis, góndolas, falucas, camellos y otro tipo de animales que se alquilan por un rato, algo tan cutre que ni se te pasaría por la cabeza, pero que con el síndrome turista, una vez más, parece una de las mejores opciones para pasar un buen rato aunque se haga el ridículo más espantoso.