Mexico DF 4 de junio 2015 (La Silla Rota).-Un grupo de moluscos conocidos como cefalópodos, son los campeones del camuflaje en el océano.
Los pulpos pueden imitar el color y la textura de una roca o un fragmento de coral, los calamares pueden dar brillo a su piel para parecerse al agua en la que nadan, y las sepia pueden incluso cubrirse de cuadrados blancos y negros si un científico mete un tablero en ajedrez en su acuario.
Estás especies pueden hacer estos espectáculos gracias a un denso tejido de células especializadas que tienen en la piel. Pero antes de poder adoptar un nuevo disfraz, deben percibir el fondo con el que quieren fundirse.
Los cefalópodos poseen unos ojos grandes y potentes para captar su entorno. Pero dos nuevos estudios publicados por The Journal of Experimental Biology indican que tienen otra manera de percibir la luz: la piel.
Es decir, es posible que estos animales hayan desarrollado un ojo que ocupa todo su cuerpo, y cuando la luz penetra en el ojo de un cefalópodo, se estrella contra unas moléculas de la retina denominadas opsinas.
La colisión desencadena una reacción bioquímica que envía una señal eléctrica desde el ojo del cefalópodo hasta el cerebro.
Roger T. Hanlon, un biólogo del Laboratorio de Biología Marina de Woods Hole, Massachusetts, y sus compañerosa, en 2010, afirmaban que las sepias también fabrican opsinas en la piel, lo que el descubrimiento planteó la tentadora posibilidad de que los animales pudieran utilizar la piel para percibir la luz tanto como lo hacen sus ojos.
Hanlon se unió a Thomas W. Cronin, ecologista visual de la Universidad de Maryland en Baltimore County, y sus compañeros para estudiarlo más detenidamente.
La piel de los cefalópodos contiene unas células llenas de pigmentos conocidas como cromatóforos, que están rodeados de músculos y terminaciones nerviosas. Cuando los músculos se contraen, extienden los cromatóforos, lo cual les permite absorber más luz y da nuevos colores a los animales.
Los cefalópodos tienen hasta 16.000 cromatóforos por centímetro cuadrado de piel, que utilizan como una especie de pantalla de vídeo de alta definición.
Hanlon, Cronin y sus colegas desarrollaron precisas sondas moleculares que podían utilizarse para localizar las opsinas en la piel.
Averiguaron que, en las sepias, las opsinas solo se producen en los cromatóforos. Lo mismo ocurría con los calamares.
Estos estudios convencieron a los científicos de que los cefalópodos podrían haber desarrollado un sistema para percibir la luz, y tal vez el color, directamente a través de la piel. Luego extirparon trozos de piel de los animales y los iluminaron para ver si podían obtener una respuesta.
Por más veces que lo intentaron, no lo consiguieron, pero otros dos científicos tuvieron más suerte.
El estudio de Hanlon inspiró a Todd H. Oakley, un biólogo de la Universidad de California en Santa Bárbara, y a M. Desmond Ramírez, un estudiante de posgrado, a unirse a la búsqueda de opsinas cutáneas. En lugar de calamares o sepias, decidieron estudiar pulpos, que recogieron de las marismas situadas cerca del campus.
Los científicos descubrieron que los pulpos, al igual que las sepias, tienen opsinas en la piel. Pero en lugar de producirlas en los cromatóforos, los pulpos solo fabrican opsinas en unas terminaciones nerviosas parecidas al cabello que presentan en la piel.
Ramirez y Oakley cortaron fragmentos de piel de pulpo para comprobar si respondían a la luz. Cuando los científicos dejaban la piel a oscuras o la sometían a una tenue luz roja, permanecía pálida. Pero cuando encendían la luz, los cromatóforos se expandían rápidamente y oscurecían la piel en cuestión de segundos.